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CINEMA DE PERRA GORDA

FOUR SONS (1928, John Ford) Cuatro hijos

FOUR SONS (1928, John Ford) Cuatro hijos

Tras una traumática experiencia alistándose en el ejército norteamericano para luchar en  la Francia de la I Guerra Mundial, el bávaro Joseph Bernle (James Hall) regresa ilusionado a esa próspera New York que le abrió sus puertas, y en la que ha logrado prosperidad económica e incluso casarse y tener un pequeño. Sorprendido, comprueba que en su ausencia su negocio ha prosperado gracias a los buenos oficios de su mujer, que ha ejercido de gerente. Cuando llega a su hogar abrirá la puerta y verá a su hijo ya crecido, en un instante en el que la sensación de efímera felicidad llegará a hacerse casi físico. Su esposa también aparece y se abrazan los tres. Sin embargo, en ese momento íntimo y tan deseado hay un elemento que ninguno de ellos se atreve a mencionar. Al final, será el pequeño quien lo manifestará con su inocencia “Te falta algo, papá. Quiero que traigas a la abuela”. Son muchos los instantes que podrían elegirse dentro de un conjunto tan delicado, sentido y frecuentemente conmovedor, como el que logró plasmar John Ford con la que suele ser reconocida como una de sus obras más valiosas inscritas en el periodo silente; FOUR SONS (Cuatro hijos, 1928). Sin embargo, estoy convencido que la mayor parte de sus espectadores elegirían otros de sus instantes –quizá más dramáticos y hondos en su sorda tristeza-. No obstante, personalmente me quedo con ese brevísimo fragmento, revelador por un lado de las mejores propiedades de aquel cine mudo que en aquellos años auspició uno de los mejores momentos creativos de toda la historia del cine, y al mismo tiempo representativo de esa capacidad para poder plasmar con absoluta sencillez en la pantalla los sentimientos más íntimos de sus personajes, transmitiendo sus emociones y la oscilación tragicómica de sus pensamientos. Era algo que siempre caracterizó el cine de Ford –que lograba intercalar momentos de enorme emotividad incluso en títulos de desigual dotación-, como sucedió en nombres tan valiosos como McCarey, Vidor, Borzage o, más posteriormente –y de manera quizá más irregular y menos reconocida- Quine, Donen o Edwards.

 

Más allá de esta elección tan personal de un instante, lo cierto es que FOUR SONS se erige sin lugar a duda como uno de los exponentes más valiosos de ese mundo fordiano que el gran maestro prolongaría –progresívamente revestido de amargura y escepticismo- a lo largo de su obra. Una obra en la que uno de sus temas vectores sería la descomposición del núcleo familiar, y que en esta ocasión se manifiesta como auténtico eje de esta producción de William Fox, en la que se detectan los modos de producción que muy poco tiempo atrás había generado la extraordinaria SUNRISE: A SONG OF TWO HUMAN (Amanecer, 1927. Friedrich Wilhelm Murnau), pero que al mismo tiempo marcan la personalidad del cine del gran realizador. A este respecto, no cabe duda que no nos encontramos con la primer manifestación cinematográfica de las célebres “madres fordianas” –al menos recuerdo el referente marcado en la inmediatamente precedente MOTHER MACHEE (Madre mía, 1928)-, aunque esta película nos ofrezca el primer ejemplo definitivo de uno de los referentes dramáticos del maestro irlandés –norteamericano.

 

FOUR SONS se desarrolla no en tantos y tan diversos lugares de la geografía USA que Ford utilizaría como un elemento casi esencial en su cine, y del que se erigió como un sincero y hondo cronista, sino en la Bavaria previa al inicio de la I Guerra Mundial. En un marco rural e idílico se nos muestra la vivencia cotidiana de sus habitantes –en unos minutos iniciales revestidos de sensible musicalidad, del que nos resulta bastante fácil despojarnos de ciertos elementos de ambientación más o menos folkloristas-, y en los que goza de especial respeto y admiración Mother Bernle (encantadora Margaret Mann), una mujer que dedica la tranquilidad de su madurez al mantenimiento de su pequeña granja, a agradecer a Dios las pequeñas bondades de cada día y, sobre todo, al cuidado de sus cuatro hijos. La cámara de Ford pronto nos describirá la psicología de sus vástagos por medio de unos ingeniosos fundidos-encadenados insertados conforme la madre introduce la ropa lavada de cada uno de ellos en su cajón respectivo. De manera contundente y con un tempo adecuado, sus secuencias nos van intercalando el progresivo enrarecimiento dramático que, casi de la noche a la mañana, irá desgajando una unidad familiar hasta entonces idílica. Lo hará la llegada de la guerra, que llevará como voluntarios del ejército alemán a Franz (Ralph Bushman) y Johann (Charles Morton), mostrándose ya en el desfile de partida el siniestro augurio de cruzarse ante la comitiva un aterrorizado gato negro. Por su parte, el ya citado Joseph logrará viajar hasta New York, buscando con ello un porvenir profesional que le han anunciado por escrito algunos amigos suyos, y para lo que ha contado con la ayuda de unos ahorros que su madre mantenía escondidos en un viejo baúl. La realidad se torna intensamente dolorosa para una mujer ya curtida en la vida y sumisa en apariencia a cualquier contrariedad que le ofrezca el día a día. Sin embargo, muy pronto la cruel realidad de la guerra le arrebatará a sus dos hijos voluntarios, mostrándose el desgarrador dramatismo de la noticia por medio de ese sobre de ribetes negros y contenido ineludiblemente siniestro, que el cartero porta por la pequeña localidad, provocando el pánico y nerviosismo de los vecinos, siendo conscientes de la trágica concomitancia que podría tener estar destinado a alguno de ellos.

 

Poco a poco, el regusto trágico y la sinrazón de la guerra quedarán patentes en los fotogramas de la inicialmente plácida obra de Ford. La progresiva pesadumbre irá inundando sus secuencias. Una negra aura de pesimismo casi físico se irá adueñando de la propuesta dramática. Será algo que alcance a Andreas (George Meeker), obligado a alistarse en el frente por parte del siniestro Mayor Von Stomm (Earle Foxe), quien ha acusado a su madre de amparar a un traidor –Joseph- por haber abandonado Alemania y situarse en un bando contrario en la guerra –una acusación del todo punto infundada-. Con ello, nuestra anciana protagonista se quedará absolutamente sola, quedándole únicamente el recuerdo y la añoranza –plasmada de manera emotiva por Ford por medio de una sobreimpresión en la que esta cenará sola pero con el aura de sus cuatro retoños- ante la ausencia de estos.

 

A partir de esos instantes, FOUR SONS –que el realizador eligió personalmente, trasladando a la pantalla la novela de I. A. R. Wylie- discurrirá por senderos especialmente intensos, logrando sin embargo al igual que en el metraje previo, equilibrar momentos de notable dramatismo con pequeñas pinceladas de humor. Todo se encuentra sometido a un delicado equilibrio en su discurrir, en el que los instantes más relajados siempre llevarán agazapados aspectos reveladores de inquietantes consecuencias –por ejemplo, en la última cena que vive la familia junta, los dos jóvenes que poco después caerán muertos, serán encuadrados junto a un crucifijo-. Es esa convicción dramática y fuerza expresiva que adquiere la película, la que permite que la –en teoría casi improbable- secuencia del encuentro en pleno campo de combate, de Joseph y Andreas –cada uno representando a ejércitos rivales- adquiera un tinte conmovedor. Como lo adquiere finalmente esa odisea que Mather Bernle vive a partir de su llegada a la Isla de Ellis en New York, teniendo que someterse a un doloroso interrogatorio por parte de sus funcionarios, siempre revestidos de buenos modales, escapando del mismo y sufriendo la sensación de sentirse perdida en la gran ciudad –un pequeño episodio que, con todo, me parece algo forzado y desconectado del conjunto del relato-. Prefiero detenerme en aquellas señales que en los pasajes iniciales, revestidos de un alcance paradisiaco, inducen a augurar la llegada de tiempos inciertos –la aseveración del amable maestro sobre la necesidad de los libros-. Y es que incluso la conclusión en teoría feliz del film de Ford, tampoco puede considerarse como tal, puesto que no resulta difícil concluir una inadaptación –o incluso una muerte cercana- de esa mujer ya vencida por los años en una tierra –y sobre todo, un marco urbano, en contraste con la placidez del ambiente rural- tan extraño a ella. En cualquier caso, convendría destacar de este gran éxito popular de 1928 la manera con la que asume elementos cinematográficos tan valiosos como los ecos del cine de Stroheïm –centrados en la terrible definición del áspero Mayor que finalmente obligarán a suicidarse-, los ya señalados rasgos de producción al cine de la primitiva Fox, la fuerza expresiva que registran sus primeros planos, o la manera con la que se trabajan las sobreimpresiones o incluso el alcance casi metafísico que puede ofrecer una utilización determinada de la iluminación. FOUR SONS supone un ejemplo pertinente de la riqueza que mostraba el cine de las postrimerías del mudo en Estados Unidos –fue algo extendido al resto de las grandes cinematografías mundiales-, así como una de las muestras más evidentes de una madurez narrativa de John Ford que con la llegada del sonoro registraría cierta regresión en sus progresos –que con el paso de pocos años comenzaría a remitir hasta confluir en una definitiva madurez-. Sin embargo, y dentro de su excelencia, no puedo sumarme a las voces que sitúan esta película entre los títulos cumbres de este periodo. Paradójicamente no por ausencia de interés, sino por la sencilla razón de que nos encontramos probablemente con un bienio –el de 1927 y 1928- más pródigo en obras maestras de toda la historia del cine –probablemente solo comparable con el de 1960 y 1961-.

 

Calificación: 4

3 comentarios

santi -

mi pelicula n 59 del gran ford maestro de maestros

santi -

esta pelicula es la numero 59 que veo , y me he llevado una gran impresion , maravillosa pelicula que yo tambien incluyo sin ningun problema entre lo mejor de su obra
despues de ver sus a mi juicio 28 imprescindibles peliculas , de visionar bodrios ejemplo flesh y cuatro hombres y una plegaria entre un pequeño puñadito de pelis, de ver aceptables y disfrutables filmes como steambout round the bend y doctor bull, mis ultimas experiencias con el gran director , pilgrimage y esta fenomenal y maravillosa pelicula marca de la casa , vuelven a recordarme mi absoluta admiracion por este incomparable cineasta
por cierto disfrute mas con esta pelicula que con el caballo de hierro , no tengo un gran conocimiento de su obra muda , pero four sons me ha llegado a emocionar , una bella pelicula , una joya.

Juan J. Amores -

Estimado Juan Carlos: ya te hemos añadido en nuestra sección "Blogs Amigos" de Alicante Vivo. A partir de ahora, estaremos al día de tus actualizaciones. Felicidades por la web. Está muy muy currada