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CINEMA DE PERRA GORDA

NO COUNTRY FOR OLD MEN (2007, Joel & Ethan Coen) No es país para viejos

NO COUNTRY FOR OLD MEN (2007, Joel & Ethan Coen) No es país para viejos

Pese a su escaso rodaje en el tiempo, me da la impresión que NO COUNTRY FOR OLD MEN (No es país para viejos, 2007. Joel & Ethan Coen) ha logrado adquirir la vitola del clásico. No creo que haya contribuido en ello la catarata de galardones recibida desde el momento de su estreno –entre ellos la Palma de Oro del Festival de Cannes y el Oscar a la mejor película de aquel año-. Hay numerosos ejemplos a lo largo de la historia del cine de títulos tanto o más premiados que este, algunos incluso de muy reciente memoria, a los que el paso de muy poco tiempo ha condenado al olvido. Es más, parece que esa circunstancia casi impida cualquier objeción a una película en la que, eso es indudable, parece detectarse la apertura a un periodo de superior madurez cinematográfica en el cine de sus autores –algo que intuyo se confirma en la inmediatamente posterior BURN AFTER READING (Quemar antes de leer, 2008)-. Es decir, encuentro en la aplaudida adaptación de la novela de Cormac McCarthy, una oportunidad para que el conocido tandem de realizadores y guionistas plantearan muchos de los elementos que han configurado su obra precedente, al tiempo que efectuar una adaptación en la que se alcance un contundente equilibrio en sus imágenes. Un equilibrio este que, bajo mi punto de vista, tiene tres rasgos de innegable pertinencia. El primero de ellos se centra en la abrumadora impronta visual que caracteriza un relato, que en sus tres cuartas partes destaca por esa apuesta por su progresión absolutamente cinematográfica, dejando en un lugar muy discreto la presencia de los diálogos. Es algo que tiene una especial importancia, en la medida que la novela que le sirve de base, estaba dominada por los recuerdos en off del viejo sheriff Ed Tom Bell (espléndido Tommy Lee Jones). En la película ello se encuentra presente en los magníficos minutos iniciales, que de manera pregnante nos introducirán en la maraña de este relato sórdido y nihilista, en el que se irán entrecruzándose azares tenebrosos e innombrables, y en el que una extraña ética irá acompañada de un permanente aroma de muerte. Será la estela en la que se entrecruzará el encuentro por parte del aún joven Llewelyn Moss (un sensacional trabajo del cada día más inmenso John Brolin). Se trata de un antiguo combatiente del Vietnam dominado en su condición de soldador por la profunda nulidad de su existencia, y que en una cacería atisbará los restos de lo que ha sido una tremenda refriega entre traficantes, entre cuyos cadáveres encontrará una maleta que contiene dos millones de dólares. Nos encontramos en Texas –junto a la frontera mejicana- en 1980, y esta circunstancia se ofrecerá para el desencantado Moss como una auténtica apertura de la Caja de Pandora, ya que supondrá ponerse en el punto de mira del terrible asesino profesional Anton Chigurb (Javier Bardem), que desde el momento en el que efectúe su encargo de alcanzar este botín, no tendrá más objetivo en su autómata existencia, que ir en busca de Llewelyn. Este, por su parte, se planteará esta búsqueda como un auténtico revulsivo, y quizá como una oportunidad inconfesada de revitalizar recuerdos e incluso encontrar un último aliciente en su mediocre existencia.

 

Antes hablaba de tres elementos que delimitan el atractivo de NO COUNTRY…, citando solo uno de ellos. Los dos restantes, a mi modo de ver, se centran en el hecho de limitar de manera considerable el manierismo que lastraban propuestas –de manera casi enfermiza- a priori interesantes como THE MAN WHO WASN’T THERE (El hombre que nunca estuvo allí, 2001), y al mismo tiempo eliminar de manera notoria la tendencia de los Coen al terreno bufo, a la caricatura y el trazo grueso, que lastraría buena parte de sus aportaciones a la comedia, y que incluso se encuentran presentes en la posterior y ya mencionada BURN AFTER.... No quiere decir esto último, que en el film que nos ocupa no se encuentre presente esta tendencia, aunque ello quizá me lleve a cuestionar en cierta medida el que, en definitiva, se caracteriza como el rasgo que ha permitido que la película alcance un alcance casi mítico. Indudablemente, me refiero con ello al atractivo que puede proporcionar el perfil y retrato del personaje del psicótico personaje que proporcionó a Javier Bardem su Oscar al mejor actor secundario. Sin pretender ejercer como aguafiestas ni plantearme como un snob, contrariando el criterio más o menos generalizado, espero que se me permita discrepar de ese incensario de aclamaciones, en la medida que encuentro en el dibujo y el perfilado de este personaje el elemento más distorsionado de un conjunto que se caracteriza por un notable equilibrio en sus elementos. Sin con ello decir que el –a mi juicio- sobrevalorado intérprete realice un trabajo cuestionable, veo en sus exageradas expresiones o en sus forzadas aperturas de sus globos oculares, una cierta tendencia a sobredimensionar un personaje que, probablemente, descrito con una mayor sutileza, personalmente me hubiera provocado una mayor sensación aterradora. Me quedo antes con la expresión atemorizada de Josh Brolin, intuyendo en penumbra la cercanía de su perseguidor, de ese mensajero de la muerte, tras el quicio de la puerta de su habitación del motel, antes que algunas de las forzadas expresiones de Bardem con su rostro embadurnado en tonos blancuzcos. Es decir, en la descripción del temible Chigurb impactan más los elementos que describen su modus operandi –la actuación que le permite el insólito respirador que sobrelleva como auténtico amuleto-, la fuerza de las elipsis –que solapan asesinatos como el del recepcionista del motel o definen la enorme fuerza del encuentro final del asesino con la esposa de Llewelyn-, o la presencia de cierta ética en sus comportamientos –esa oportunidad que proporciona a algunas de sus previsibles víctimas-, antes que la forzada expresión que el personaje manifiesta en no pocos momentos, caracterizado a mi juicio de manera grotesca con un maquillaje que se asemeja las postreras y olvidables encarnaciones del Drácula de la Hammer protagonizadas por Christopher Lee.

 

Al margen de este elemento más o menos cuestionable o comprensible, lo es igualmente la manera con la que se despacha el destino de Moss, con el que desde el primer momento empatiza el espectador, sin por ello dejar de simpatizar con el criminal asesino. Sin embargo, cuando el primero de ellos deja de aparecer en escena, el equilibrio del combate se resentirá. No será, sin embargo, más que una objeción a un relato que destaca por sus sordidez contenida, que sabe ser cruel y auténtico, que logra marcar la frontera de una manera de entender el mundo abocada a la extinción, dejando entrever en algunas de las observaciones de sus personajes, la llegada de generaciones posteriores que en sus comportamientos dejaran de lado todo tipo de valores. Es algo que ejemplificará ese encuentro final de Anton con una pareja de jóvenes que inicialmente actúan con nobleza –uno de ellos le entregará su camiseta para que este se haga un torniquete y pueda sobrevivir a un terrible y estúpido accidente-. No obstante, muy pronto en ellos se mostrará la debilidad de su falsamente educado comportamiento. Una vez más, el absurdo de la existencia y la debilidad del mal son elementos que los Coen traerán a colación en esta película quizá condenada a una cierta sobrevaloración, pero en la que los ingredientes puestos en práctica concluyen en una reflexión dura y cortante, triste y dolorosa, ante el lado oscuro del ser humano, y las casi incalculables consecuencias que sus acciones tienen en aquellos que le rodean. En definitiva, un mundo que se muere en las calcinadas y desérticas tierras de Texas; el sueño americano dando las últimas muestras de su pervivencia, ante la llegada de un futuro igual de cuestionable que el que este pudiera representar, pero quizá más despersonalizado, más cruel y, probablemente, aún más carente de sentido.

 

Calificación: 3

2 comentarios

Juan Carlos Vizcaíno -

Tienes razón Pepe, en lo referente a no obtener la Palma de Oro. Gracias por tu apreciación y, sobre todo, por tu opinión.

pepe -

Acabo de volver a ver este film, y me parece de lo mejorcito de los Coen en lo que llevamos de siglo. Buen guion, buenos actores (quiza Bardem demasiado hieratico), buena direccion,...
Solo flojea el final. No me convence en absoluto. Desconozco el final de la novela de Cormac McCarthy sobre la que se basa, pero me decepciona.
Solo corregirte que no ganó la Palma de Oro en Cannes. Ese año la ganó la pelicula rumana "Cuatro meses, tres semanas y dos días" (Christian Mungiu).