IL BRIGANTE DI TACCA DEL LUPO (1952, Pietro Germi)
Como si de repente el proceso de la creación del moderno estado italiano se transformara en un escenario del western, IL BRIGANTE DI TACCA DEL LUPO (1952, Pietro Germi) muy pronto traspasa la sensibilidad del espectador al insertarlo en un escenario auténticamente infernal. Desde el preciso momento en que los rótulos iniciales nos sitúan en el contexto de esa Italia en formación de mitad del siglo XIX, la notable película de Pietro Germi habla bien a las claras de sus auténticas intenciones; las de mostrar un escenario agreste, seco y árido. Todo un auténtico adversario para que en dicho entorno -el de la montaña de Sicilia-, los bandoleros partidarios del Rey de Nápoles ejerzan su vandalismo y el dominio sobre los campesinos del lugar, para luchar con ello contra la autoridad que está intentando marcar los perfiles legítimos del nuevo estado.
Un argumento de raíz historicista basado en la novela de Ricardo Bacchelli, elaborado como guión en su definitiva forma cinematográfica por el propio Germi, Federico Fellini, Tullio Pinelli y Fausto Tosí, que logra combinar esa vertiente descriptiva de la colectividad campesina, caracterizada por la dureza en sus condiciones de vida. Al mismo tiempo, sus gentes quedarán integradas como una prolongación de la propia orografía y aridez que caracterizaba el devenir diario de un colectivo que ha forjado su propia personalidad como pueblo, precisamente a partir de su simbiosis con ese entorno físico revestido de tanta dureza. Será el marco idóneo para que conceptos como el honor sigan teniendo la más alta consideración, y de esta circunstancia se aprovecharán los sicarios del bandido Raffe Raffe, para ofrecerse ante los ingenuos campesinos mediante una actitud intimidatoria –fusilarán a los partidarios del régimen legítimo-, sojuzgando a las pequeñas poblaciones de la montaña siciliana, y forzándolos a violar el estado legítimo. Ya desde los primeros instantes del film de Germi veremos como las fuerzas vivas de una pequeña población, se rendirán literalmente ante estos bandoleros revestidos de dudosa legitimidad. En definitiva, las cosas no resultan fáciles en modo alguno para las autoridades italianas, enviando para ello al reputado Capitán Giordani (impecable Amadeo Nazzari) y una pequeña brigada de cerca de un centenar de soldados con el objetivo –casi imposible de lograr-, de eliminar esos conatos de ejércitos paralelos de bandidos, con los que han logrado sojuzgar e incluso identificar a sus habitantes.
Giordani desde el primer momento apelará a la disciplina de sus hombres, siguiendo el mismo sendero de la ruta que previamente contemplaron los hombres de Raffe Raffe, siendo recibidos con escepticismo por parte de unos lugareños que no se atreverán a abrir la boca, apelando a ese sentido del honor tan ligado a la personalidad siciliana, ni aunque el alto militar haga valer su condición y autoridad, procediendo a ciertos fusilamientos delante del conjunto de la población. Tras esta acometida urbana, el grupo encabezado por Giordani decidirá introducirse en el infernar recorrido por las resecas montañas sicilianas, entre las que se supone se encuentran escondidos el colectivo de bandidos buscado, que portan además tres prisioneros como rehenes. La astucia del mandatario militar le permitirá la división de sus hombres en diversos grupos, para con ello poder rastrear en diferentes zonas, todas ellas caracterizas en ese contexto físico agreste, polvoriento, dominado por resecas montañas, y en el que solo uno de dichos grupos podrá acercarse a una pequeña granja poblada por una amable familia, disfrutando con ello de una estancia agradable. Será no obstante un sentimiento de felicidad de efímera duración, ya que cuando otro comando llegue posteriormente a dicho marco, verán con horror como todos los seres que se encontraban en aquella granja –incluidos los soldados que allí descansaban-, aparecerán asesinados en el interior de una cabaña destrozada e incendiada. Ya todo parece preludiar el fracaso de la ambiciosa aventura de Giordani, pero en el último momento se acercará ante él uno de los seguidores de Raffe Raffe, que desea vengarse del bandido al haber abusado este de su esposa, y mostrando al capitán el camino para poder llevarlo hasta la guarida de sus secuaces. Lo hará en un momento en el que Giordani y sus gentes se encuentran exhaustos, aspecto por el cual previamente había concedido unas horas de descanso. Sin embargo, la buena nueva estimulará al propio capitán y unos pocos voluntarios, para acudir al lugar donde se encuentran esos bandidos a los que va a combatir. Poco tiempo después lograrán su objetivo, teniendo que aguardar la llegada del resto de la brigada para poder aniquilarlos sin miramiento alguno. Lamentablemente, el combate empezará bastante antes, repeliendo los hombres de Giordani con garra el asalto –se encuentran ubicados en sitios estratégicos en las montañas, entre los que se encuentra el hasta entonces considerado como ambiguo comisionado Siceli (magnífico Saro Urzi)-. Sin embargo, poco a poco la superioridad de los bandidos pondrá en apuros a los aguerridos soldados, hasta el momento en que llegue el resto del comando, con el que culminarán dicho objetivo.
Como antes señalaba, IL BRIGANTE... lleva el sello personalísimo marcado por un Pietro Germi en aquellos años inclinado a mostrar problemáticas colectivas, insertas en marcos sociales y físicos revestidos de gran dureza –IL CAMMINO DELLA SPERANZA (1950)-. Lo hará con la destreza manifestada a la hora de describir esas poblaciones desarrolladas en la ladera de elevadas montañas, en esas casas envejecidas pero aún llenas de vida, y esos habitantes que parecer surgir de sus casas y calles como parte indisociable de la misma. Ese rasgo de fisicidad absoluta tiene su oportuno complemento con otras situaciones o elementos que logran proporcionar una suplementaria validez a la propuesta. Será lo que manifieste el momento de la llegada de esa joven que retorna a su pueblo habiendo sido deshonrada, la imagen de los tres prisioneros, ondeando en las improvisadas horcas, o el lamento de ese bandido en la ofensiva final, quien a punto de morir no deja de clamar por que sea enterrado de forma separada y no en una fosa, para permitir con ello que su madre pueda visitar su tumba.
Son rasgos y situaciones concretas que consiguen dotar de un interés suplementario una película que tiene como principal personaje ese campo terroso de la Sicilia de mitad del siglo XIX, y del que personalmente, solo podría objetar lo estridente que en muchos momentos resulta la banda sonora compuesta para la película por Carlo Rustichelli, mientras que por el contrario, no sería justo omitir la magnífica aportación de Leonida Barboni como operador de fotografía, otorgando con la fuerza de su iluminación casi directa, proporcionar a la película su más adecuada personalidad.
Calificación: 3
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