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CINEMA DE PERRA GORDA

FULL CONFESIÓN (1939, John Farrow) Arrepentido

FULL CONFESIÓN (1939, John Farrow) Arrepentido

A medio camino entre el seguimiento del tipo de cine –entre religioso y moralista- que planteaban las aventuras del inefable Padre Flanagan (encarnado por Spencer Tracy) en títulos como BOYS TOWN (Forja de hombres, 1938. Norman Taurog), o los alegatos moralistas favorecidos en algunas de las propuestas de la Warner Bros –ANGELS WITH DIRTY FACES  (1938. Michael Curtiz)-, y al mismo tiempo mostrando una serie de rasgos estéticos premonitorios de la casi inminente corriente del cine noir, FULL CONFESIÓN (Arrepentido, 1939. John Farrow) emerge como una pequeña, desigual pero atractiva película, en la que se recoge cierta herencia de uno de los éxitos más reconocidos de John Ford en aquellos años, y que para mi sigo teniendo como uno de sus títulos más endebles. Me estoy refiriendo a THE INFORMER (El delator, 1935). Del referente fordiano recupera el protagonismo de Victor McLaglen, el alcance redentor que preside los últimos elementos de comportamiento de su personaje, mientras que del primero de los rasgos citados, se encuentra la –en ocasiones- molesta presencia de un sacerdote –el Padre Loma (Joseph Calleia)-, quien sobre todo en el tramo central de la película dominará su desarrollo, limitando el alcance que la propuesta podría alcanzar de haber seguido la senda de sus primeros minutos aunque, por fortuna, sin llegar a anular las virtudes que asumirán los mejores momentos de la función.

 

Y es que el hecho de encontrarnos con una auténtica serie B de poco más de setenta minutos de duración –una producción claramente diseñada para perfilar un programa doble de la época-, es probable que limite el grado de molesta soflama moralista que sí llegaba a enervar en las producciones de la Metro protagonizadas por el ya señalado Tracy. Incluso resultando en ocasiones cargante ese afán redentorista de Loma, lo cierto es que el conjunto de elementos que se muestran en esta sencilla película, logran que dicha incidencia quede oscurecida en un segundo término, dentro de un conjunto que ya deja entrever las cualidades y la profesionalidad de un realizador tan curioso e interesante como John Farrow –por cierto poco después caracterizado por ser un experto en temas del catolicismo, religión a la que se convirtió con fervor-. Se trata de una destreza con la cámara que manifestarán ya los excelentes minutos iniciales de la película. Así pues, FULL CONFESIÓN se inicia con un plano secuencia iniciado en un grúa que se proyecta sobre un reloj ubicado en una pared. La cámara desciende y nos integra en una realidad urbana en la que conoceremos al protagonista de la función. Se trata de Pat McGuinnis (McLaglen), rudo irlandés que contempla con creciente ansiedad los escaparates que se suceden en el bullicio urbano. La expresión del actor y la planificación de la secuencia, pronto nos hará advertir su imposibilidad manifiesta de poder cumplir, intentando sin embargo robar en el interior de una de ellas, mientras la noche convierte dicho escaparate urbano en un marco desasosegador –la ambientación nocturna y brumosa se convierte en uno de los principales aciertos de la función-. El intento de robo finalmente se verá abocado al fracaso, dejando sin conocimiento al vigilante de la tienda y matando con un arma a un agente de policía que lo iba a perseguir. Huyendo de aquel marco, McGuinnis intentará robar un abrigo de pieles rompiendo un escaparate y siendo detenido por ello.

 

La acción de la película se trasladará en el tiempo a un año y medio después –una argucia de guión que no se encuentra demasiado bien desarrollada-, hasta vivir el espectador la boda del hijo del también irlandés Michael O’Keefe (Barry Fitzgerald). En el convite este tendrá un altercado con un vecino y, posteriormente, con un agente, siendo detenido y pasando la noche en el calabozo. Pero lo que podría ser una detención pasajera, le llevará a ser condenado del asesinato del policía –el arma del crimen que utilizó McGuinnis era la suya-. Dicha concatenación de hechos fortuitos le trasladará a juicio, en el que resultará condenado a muerte. La inicial disociación de la circunstancias del preso McGuinnis, que espera la concesión de la libertad condicional y, con ello, poder vivir junto a la joven Molly (Sally Eilers), vendrá de la mano de las gestiones e intercesión de su amigo, el padre Loma, mientras que por otra parte este es muy amigo del injustamente condenado O’Keefe. Una circunstancia inesperada; el accidente que McGuinnis sufre en el desarrollo de sus labores de prisión con una máquina excavadora y su cercanía con la muerte, le permitirá confesarse con Loma, recordando el asesinato que cometió año y medio atrás. La muerte de este cerraría al sacerdote poder anunciar esta revelación, so pena de romper el secreto de confesión –una cuestión que años después trataría con mucha mayor intensidad Alfred Hitchcock en I CONFESS (Yo confieso, 1953)-. Pese a la inminencia del fallecimiento de McGuinnis, una donación de la propia sangre del párrico permitirá la milagrosa recuperación de este, que una vez sanado intentará evitar tener que recordar aquella revelación realizada prácticamente in artículo mortis. A partir de ese momento, la intención de Loma estará centrada en la propia confesión ante la policía de este crimen, acosando al bruto irlandés para que este intente librar de su conciencia algo que, a primera instancia, apenas le importa, ya que solo desea vivir su futuro junto a la entrañable Molly.

 

Llegados a este punto, y cuando la película llega casi a tornarse excesivamente molesta en la constante presencia del sacerdote, esta logra un giro sorprendente con el ataque que McGuinnis ofrece a este, hiriéndolo de gravedad. A partir de ese instante, el film de Farrow vulve a recuperar esa atmósfera pesadillesca de los primeros minutos, culminando con un tratamiento de la acción que adopta un alcance simétrico en función de sus derroteros iniciales. Será en estos instantes donde Farrow se interne en un sendero de tensión creciente, alternando la cercanía de la ejecución de la condena de O’Keefe, la posible muerte del sacerdote –rompiendo con ello el único eslabón que podría permitir su absolución-, o el definitivo arrepentimiento de su verdadero asesino. Alternando con bastante acierto todas estas constantes, FULL CONFESIÓN logra configurarse por último como un pequeño pero estimulante film, que si bien asume en su escueto metraje esa espúrea figura del sacerdote redentor –y también metomentodo en la vida de sus feligreses-, lo cierto es que el conjunto del metraje se encuentra envuelto entre ecos del cine carcelario, y la creación de una atmósfera urbana oscura y opresiva, que a fín de cuentas se erige como su principal aliado. En aquellos años, John Farrow se encontraba encargado de títulos de acción e incluso algunos ligados a personajes de serial. Sin embargo, en referentes como este o FIVE CAME BACK (Volvieron cinco, 1939), se dejan entrever las capacidades narrativas –especialmente a la hora de utilizar la cámara en complejos movimientos-, creación de atmósferas y perfilado de personajes dotados de una extraña y poderosa psicología, que modularon los mejores exponentes de su cine.

 

Calificación: 2’5

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