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CINEMA DE PERRA GORDA

TEA AND SYMPATHY (1956, Vincente Minnelli) Té y simpatía

TEA AND SYMPATHY (1956, Vincente Minnelli) Té y simpatía

Aún reconociendo que TEA AND SYMPATHY (Té y simpatía, 1956) es un exponente de notable importancia dentro de la aportación que Vincente Minnelli brindó al conjunto del melodrama, lo cierto es que no podría nunca insertar su resultado entre los más logrados de dicha vertiente, en la que –siempre más reconocido por su adscripción al musical-, ofreció buena parte de sus películas más perdurables. Es por ello, que los aciertos que mantiene esta adaptación de la en su momento exitosa, controvertida y provocadora obra teatral de Robert Anderson –también autor de su guión-, de alguna manera con el paso del tiempo se han convertido en el elemento más caduco de la película que funciona admirablemente, cuando precisamente Minnelli intenta despegarse de los clichés emanados por la función de referencia, e inserta en la película una dolorosa delicadeza, expresada especialmente en la relación que se mantendrá entre el joven protagonista y la esposa de su entrenador que, en definitiva, se mostrará como el auténtico eje del relato.

 

Han pasado diez años desde que el joven Tom Robinson Lee (un ajustado John Kerr) fuera inquilino de la vivienda regentada por el matrimonio Reynolds. Con motivo de una fiesta celebrada tras esa década transcurrida, Tom volverá al lugar en donde se produjo un episodio convulso que quizá sirvió para determinar su futuro. En la visita a la que fue su residencia e incluso a su habitación de estudiante, una mirada hacia el jardín que desde allí se contempla, le llevará el inevitable aroma de unos recuerdos poco gratos en unos aspectos, pero inolvidables en otros. Añoranzas ambas que forjaron un periodo convulso en su adolescencia, pero que a fin de cuenta le sirvieron para poder asumir con seguridad un devenir hasta entonces poco halagüeño.

 

Por medio de la mirada a ese jardín, Minnelli retrocederá la acción por medio de un elegante flash-back, llevándonos a esos diez años atrás en el contexto estudiantil de una Universidad de New England. Allí nuestro protagonista pronto se desmarcará de los perfiles que conforman la pretendida masculinidad del alumnado; jóvenes deportistas que siempre hablan de chicas y conservan una imagen en apariencia viril, basada en unos cortes de pelo en su momento de moda y hoy vistos como horrendos -¿cómo se verán dentro de muy pocos años los looks predominantes en nuestros días?-. Será a mi modo de ver el desarrollo de ese contraste entre la personalidad del introvertido protagonista y el entorno que le rodea, el elemento que presumo en su momento favoreció el éxito de la obra teatral, y hoy día ha quedado más envejecido. Y lo es, por que dicho contraste deviene casi ridículo con el paso de los años. La obra jamás sobrepasa el límite de una débil provocación –la barrera de la homosexualidad no llega a asumirse-, mientras que por otro lado esa vertiente de denuncia al derecho a la diferencia en el ser humano –un aspecto que podría haber proporcionado un mayor juego dramático-, tampoco se convierte en objetivo de la película. A partir de esa tierra de nadie, lo cierto es que TEA AND... esgrime su interés a partir de la relación que se establece entre sus dos principales protagonistas, el muchacho hostil a un entorno que no le es propicio, y la esposa de su preceptor deportivo –Laura Reynolds, curiosamente el mismo nombre que la protagonista de la inolvidable THE SANDPIPER (Castillos en la arena, 1965), una de las obras maestras de Minnelli-, encarnada por una admirable Deborah Kerr. Será este un conflicto dramático que el realizador tratará con mayor hondura temática y narrativa en otros títulos suyos posteriores, pero que si más no, alcanza en la película un determinado grado de sensibilidad, centrado de manera especial en la interrelación de dos personas sensibles e insatisfechas –por diferentes motivos-, que se intentarán ayudar mutuamente, para sublimar de alguna manera el dilema existencial que les rodea.

 

Es partir de dicha dicotomía cuando Minnelli sí que logra introducir un grado de autenticidad en la función, basado de manera visual en la utilización del espacio escénico en las secuencias de interiores, en cuyo entorno despliega la presencia y evolución de sus protagonistas. Sin embargo, será a partir de una determinada estilización de las ubicadas en exteriores –que no aleja su plasmación visual del film de cercanos musicales como BRIGADOON (1954)-, donde Minnelli logra asumir el mando de la película, dejando de lado las limitaciones –de las que presumo era consciente- que planteaba el original escénico. Es probable que en el ámbito que nos encontramos –mediada la década de los cincuenta-, no se pudiera avanzar más en la denuncia de la discriminación por la sexualidad, pero no es menos cierto que títulos como REBEL WITHOUT A CAUSE (Rebelde sin causa, 1955) y BIGGER THAN LIFE (Más poderoso que la vida, 1956), ambas de Nicholas Ray, o THE MAN WHIT THE GOLDEN ARM (El hombre del brazo de oro, 1955. Otto Preminger), demostraban que ya en aquellos tiempos se podía ser mucho más transgresor a la hora de cuestionar las taras y carencias de la sociedad norteamericana.

 

Es por ello que llegados a este punto, quizá cabría definir el film de Minnelli como una auténtica avanzadilla de una vertiente que el propio realizador iría perfeccionando en títulos posteriores, todos ellos caracterizados por su superior grado de hondura y coherencia dramática. Es algo que afectará a SOME CAME RUNNING (Como un torrente, 1958), HOME FROM THE HILL (Con él llegó el escándalo, 1960),  e incluso a una comedia tan brillante y en apariencia tan dispar en objetivos como DESIGNING WOMAN (Mi desconfiada esposa, 1957). En todas ellas se dirime, bajo diferentes parámetros argumentales, el conflicto entre rudeza y sensibilidad, sin duda un tema que debía preocupar mucho al realizador, al suponer un trasunto de su propia existencia. Es por ello que TEA AND... ejerce quizá como relativa puesta de largo de una tendencia, bajo la que se articulará buena parte de su más valiosa obra posterior.

 

Podría parecer que al leer estas líneas, mi visión de esta película quizá parezca negativa. Y no lo es, aunque quizá la decepción venga dada por el efecto de comparación que se podría establecer con los títulos antes señalados, o incluso con otros que gozan en la obra de Minnelli de peor prensa, pero que a mi me parecen de notable calado –como es el caso de THE 4 HORSEMEN OF THE APOCALYPSE (Los cuatro jinetes del Apocalipsis, 1962)-. Pese a ello, cierto es que nos encontramos ante una película sensible, que sube muchos enteros cuando deja de lado la pobre descripción de esa fauna humana machista y desconsiderada –el hecho de que puedan ser personajes negativos no debería impedir que su tratamiento los hiciera más humanos-, centrándose en la delicada relación entre la decepcionada Laura y el sensible Tom. Dentro de esas coordenadas, el tercio final del film adquiere una mayor consistencia, llegando a momentos brillantísimos como ese encuentro de ambos dentro de un bosque, secuencia modulada con una cadencia casi mágica. Pero, sobre todo, resulta obligado destacar la admirable escena final, en la que con un casi imperceptible movimiento de retroceso en la cámara, mientras Tom lee la carta que tiempo atrás le ha escrito Laura –aunque no se ha decidido a enviarle-, se contagia al espectador de una extraña y dolorosa mezcla de serenidad y sentimiento de la felicidad perdida, en el que quizá sea el episodio más hondo, conmovedor y lacerante de toda la filmografía de Minnelli. Es tal el grado de emoción contenida que proporciona este final maravilloso, que a su través encontramos ecos del mejor McCarey, o la congoja casi imposible de retener de la conclusión de SPLENDOR IN THE GRASS (Esplendor en la hierba, 1961. Elia Kazan) –por cierto, el autor de la adaptación teatral de esta misma obra, y en principio candidato a dirigir su versión cinematográfica-. Una vez más, la incorporación de un cierre memorable, dignifica y engrandece un título interesante y también algo pacato en sus posibilidades -¡la increíble alusión al hecho de que Tom finalmente se ha casado!-, pero que en sus mejores instantes permite apreciar el alto voltaje del cine de su autor.

 

Calificación: 3

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