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CINEMA DE PERRA GORDA

FORTUNES OF CAPTAIN BLOOD (1950, Gordon Douglas)

FORTUNES OF CAPTAIN BLOOD (1950, Gordon Douglas)

Es en su febril peregrinaje dentro del cine de géneros donde, sobre todo en la década de los cincuenta, lo que permitió a Gordon Douglas realizar un completo recorrido por la mayor parte de vertientes inherentes a la producción de aquellos años, y donde probablemente se encuentre la auténtica edad de oro de un realizador quizá ausente de un mundo propio y unas constantes autorales en su cine. Ello no nos impide considerar en su figura a uno de los profesionales más competentes existentes en el cine norteamericano de aquel tiempo, prolongando su singladura hasta bien entrados los sesenta. Un periodo en donde ofreció algunos de sus mejores obras de madurez, aunque en última instancia cayera en un contexto de rutina y recesión creativa que terminó por apuntillar una filmografía hasta entonces notable.

 

Fue en esos primeros y frugales años cincuenta, cuando Douglas decidió –o quizá solo fuera encargado para ello por la Columbia Pictures- retomar las novelas de Rafael Sabatini-, devolviendo a la pantalla la figura del mítico Capitán Blood. Una apuesta arriesgada, dada sobre todo tras la –por una vez justificada- mítica existente en la encarnación ofrecida por dicho personaje por el inolvidable Errol Flynn, e incluso en su interacción a cargo de una encantadora Olivia De Havilland. Sin embargo hay que reconocer que Douglas supo sortear con habilidad otros retos de similares características –por ejemplo, representados en ese THE BLACK ARROW (1948) que emerge como una atractiva revisión del mito medieval británico-. No obstante, y contra lo que podríamos intuir a primera vista, FORTUNES OF CAPTAIN BLOOD (1950) no puede, ni de lejos, compararse con el título dirigido por Curtiz y protagonizada por la antes mencionada pareja. Y no es solo eso, sino que incluso resulta decepcionante como propio producto destinado a un programa doble.

 

Nos encontramos ante una situación apurada del capitán Peter Blood (Louis Haywarth), ya que varios de sus compañeros de nave han sido capturados por los enviados del emperador español Carlos II. Serán unos camaradas que Blood intentará recuperar, para lo cual se transformará en un vendedor ambulante, introduciéndose poco a poco en la población y conociendo los recovecos que le puedan llevar hacia el grupo de compañeros. Será una situación ante la que tendrá que contar con la ayuda de dos mujeres, una de ellas perteneciente al contexto popular, mientras que la otra será Isabelita Sotomayor (Patricia Medina), prometida con el emisario del emperador español, que este ha dispuesto para controlar al Marqués de Riconete -el arquetípico pero siempre eficaz villano George McCready- en el cumplimiento de la misión de capturar a Blood. Pero sucede lo inevitable, que Isabelita se sentirá atraída por el temible Capitán, mientras que por su parte este también manifiesta una irreprimible relación hacia esta. En medio de este contexto de relaciones, Blood logrará que sus compañeros presos emerjan de las celdas, huyendo hacia su nave y siendo perseguidos por las órdenes de Riconete. A partir de ese momento se planteará una doble estrategia por ambos bandos, que finalmente logrará dominar el veterano y heroico pirata, dejando incluso una puerta abierta a que el futuro entre el médico pirada y la joven aristócrata, en una relación que siempre debería estar envuelta en un aroma de libertad.

 

A primera instancia, el relato de la peripecia argumental del film de Douglas puede prometérnosla muy felices, peor lo cierto y verdad es que el conjunto de FORTUNES OF CAPTAIN BLOOD no puede situarse a la altura de otras muestras del género aportadas por este interesante realizador en aquel tiempo. Da la impresión de que los responsables del film se vieron cohibidos con la fuerza y vitalismo emanado por la propuesta de Curtiz – Warner y, por el contrario, buscaron el planteamiento de optar por una vertiente oscura. Sin embargo, unas son las intenciones y otras los resultados y, en ese sentido, preciso es reconocer que el film de Douglas no aporta nada nuevo a la iconografía del singular personaje surgido de la pluma de Sabatini, erigiéndose en un relato en el que a la hora de la verdad solo funcionan los apuntes más o menos sombríos, relativos a las secuencias desarrolladas en las mazmorras, y  en su tramo final, donde el desarrollo de la batalla y conquista aportada por los dos bandos, adquiere una cierta consistencia cinematográfica. Algo es algo, ya que si hay un lastre que a mi modo de ver impide que el título que comentamos adquiera un mínimo de credibilidad, es el desafortunado miscasting que ofrece el protagonismo de Louis Hayward. Sin ser un intérprete especialmente destacable, es innegable que Hayward prestó su eficacia a otros personajes ligados a la aventura o incluso a otros géneros como el drama –ahí está RUTHLESS (1948) de Ulmer para demostrarlo-. En esta ocasión sin embargo, se muestra por completo incapaz de insuflar  a su encarnación de Blood del más mínimo atisbo de carisma aventurero y simpatía, impidiendo con ello que el espectador empatice con su personaje, y resintiéndose de ello la credibilidad de la película. Es algo que cabe extender a la ausencia de química con Patricia Medina y, en conjunto, a esa cierta sensación de desgana que deja diluir una película que, justo es reconocerlo, en sus minutos finales alcanza esa dimensión aventurera de la que acrece el resto del relato, y a la que hay que atender finalmente como una sencilla operación de la Columbia por intentar reverdecer lo que cerca de dos décadas atrás se convirtió en un clásico incontestable del género, por más que tampoco veamos en el film de Curtiz una obra maestra, aunque sí un título espléndido y vitalista.

 

En este caso, lo cierto es que decepciona un poco que un realizador dotado de plena forma en aquellos primeros años cincuenta, se conformara por llevar a cabo un encargo solvente pero en pocos momentos inspirado. Ya tendría ocasión de resarcirse ante el espectador.

 

Calificación: 2

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