GABRIEL OVER THE WHITE HOUSE (1933, Gregory La Cava) El despertar de una nación
No es la primera ocasión en la que he manifestado mi relativo cuestionamiento en torno a la revalorización de la figura de Gregory La Cava. Con ello no pretendo minusvalorar su valía –que dio frutos excelentes como STAGE DOOR (Damas del teatro, 1937), MY MAN GODFREY (Al servicio de las damas, 1936) o UNFINISHED BUSINESS (Ansias de amor, 1941) –entre las obras suyas que he podido contemplar, que son bastantes-, y en la que se da cita un nivel medio más o menos atractivo. Sucede que no puedo situar a La Cava junto a nombres como McCarey o Leisen, considerando que en sus formas fílmicas siempre he encontrado un cierto estatismo, una relativa aspereza dramática que me hace situar su figura por debajo de la consideración que se le ofrece entre círculos que suelo compartir. Dicho esto, me es grato encontrarme con un título de la singularidad de GABRIEL OVER THE WHITE HOUSE (El despertar de una nación, 1933) que no solo no dudo en considerar una de sus obras más valiosas sino, sobre todo, una de las rarezas más valiosas del cine norteamericano de los años treinta, al tiempo que uno de los exponentes más inclasificables, atrevidos y agudos planteados dentro del contexto de lo que podríamos denominar “cine político” ligado al cine norteamericano. Dentro del volumen editado con motivo de la retrospectiva que sobre la obra del cineasta se realizó en el Festival de San Sebastián 1995, se comenta con amplitud la extraña gestación del film, promovido por el magnate William Randolph Hearst –de conocidas filias derechistas- en homenaje a la previsible elección de Theodore Roosevelt, contando para ello con mediación como productor del progresista Walter Wanger. A partir de dichas premisas, la película recuperó la presencia de Walter Huston –que ya había encarnado a otro presidente; Abraham Lincoln- en el no muy lejano film dirigido por Griffith-, mientras que aglutinó la presencia de conocidas personalidades de la izquierda en el mundo de Hollywood, como Franchot Tone y Karen Morley. El resultado de GABRIEL OVER… puede incluso incomodar –es una película controvertida que sufrió la injusta acusación de fascista-, pero lo que no cabe duda es que formula una reflexión políticamente incorrecta, sobre la débil frontera que existe en el ejercicio del poder. Sin duda alguna, entre las extrañas líneas que se describen en sus imágenes –que parecen ofrecerse como una extraña mezcla entre el DUCK SOUP (Sopa de ganso, 1933. Leo McCarey) y la posterior DEATH TAKES A HOLIDAY (La muerte en vacaciones, 1934. Mitchell Leisen)-, hay una sensación de desasosiego, de insertarse en líneas argumentales y genéricas extrañas, que se abandonan en el momento más inesperado, combinando con ello un producto tan inclasificable como lúcido, que desde el primer momento transita recovecos poco habituales, y precisamente por ello emerge ese alcance insólito, bien servido además por una aguda intuición cinematográfica.
La película se inicia con la toma de posesión de Jud Hammond (Huston) como nuevo presidente de los Estados Unidos de América, en un contexto delimitado por la Gran Depresión. En la toma de posesión se detectará la hipocresía del contexto de la política –esas afirmaciones del presidente y sus adláteres que tengan o no ingenio, son respondidas con carcajadas hipócritas-, mientras que pronto detectaremos la catadura del nuevo mandatario –mantiene una amante, desprecia la labor de la prensa, ignora la grave situación ciudadana que sucede entre centenares de miles de ciudadanos que se encuentran casi en la miseria-. Para todo ello, contará como ayudas de confianza con su secretario –Beekman (Franchot Tone)- y su ayudante Pendie Molloy (Karen Morley)-. Esta abulia y desinterés por el servicio a su pueblo, le llevará incluso a conducir el coche que porta con destino a un acto, sufriendo un accidente que le dejará en estado comatoso. Será el punto de inflexión para que aparezca un nuevo Hammond, un presidente transfigurado que, de la noche a la mañana, se tornará sensible con los obreros, propiciando para ellos medidas de apoyo económico, aunque para ello llegue a disolver el poder democrático del congreso estadounidense, cayendo con sus más fieles colaboradores en un terreno de acción que vulnera por derecho propio las más elementales normas del sistema de libertades, aunque sus resultados sean en última instancia de gran valía para el futuro no solo de la nación, sino de la humanidad entera.
¿El fin justifica los medios? Parece preguntar en todo momento este GABRIEL OVER..., en la que en una mirada brindada tras el paso de casi ocho décadas después de su realización, cabe destacar una visión premonitoria en torno a los totalitarismos que muy pronto azotarían países europeos como Alemania e Italia, representados en las figuras de Hitler y Mussolini. De hecho, determinados episodios, como las maneras que se establecen en la lucha contra el gangsterismo –especialmente la forma con la que se expresa el juicio y la ejecución de estos-, no dejan lugar a duda sobre la peligrosa frontera que existe en el ejercicio del poder, y que ya en aquellos años anidaba en países europeos. La Cava logra entrelazar un insólito rompecabezas, una mirada dura y sin concesiones, que se adelanta a la brindada por Robert Rossen en ALL’S THE KING MEN (El político, 1949) –tomando como base la novela de Penn Warren-, y proporcionando –en una especie de burla burlando- una de las propuestas más duras que sobre esta cuestión brindó el cine USA de aquel tiempo –a mi juicio resulta mucho más demoledra que la brindada por Frank Capra en MR. SMITH GOES TO WASHINGTON (Caballero sin espada, 1939), aunque el film del italiano destacara de manera poderosa en otras facetas más intrínsecamente cinematográficas. En esta ocasión, resalta la estructura a través de episodios, la incorporación de imágenes de carácter documental –ilustrando los fastos de la toma de posesión de Hammond-, la sutileza en las líneas humorísticas planteadas en los momentos más duros –como ese proceso de captura a los mafiosos que arruinan la sociedad del país-, narrado con un sentido casi de la parodia que nos acerca al mencionado DUCK SOUP, de fecha de realización y estreno cercano al film que comentamos-. Pero es que al mismo tiempo, la película plantea una vertiente fantastique de inusitada sensibilidad, que probablemente ejerció como punto de partida para que, muy poco tiempo después, Mitchell Leisen se planteara el ya citado DEAD TAKES A HOLLIDAY. Esa manera sensible con la que se produce la transformación de Hammond en una nueva persona –son admirables los instantes en los que casi se palpa esa transformación-, dominados por un exquisita puesta en escena, delicada y sensible, en la que tiene un especial apoyo la transformación que brinda el extraordinario Walter Huston –asumiendo unos rasgos cercanos a los de la figura de Lincoln-. Es por ello que aunque Pendie apele a la figura del arcangel Gabriel reencarnado en ese presidente renacido, uno tiene la intuición que lo que expresa la película es ese mismo proceso, pero representado en un hipotético retorno de un Abraham Lincoln, cuyo busto es resaltado en una de sus secuencias.
Pero aún partiendo de dicha premisa, el film de La Cava se desmarca de una labor dedicada a los más necesitados –sensacional el episodio en el que el presidente se dirige a la masa de trabajadores, dominado por una planificación ejemplar-, planteando la peligrosidad de los métodos que su protagonista esgrime, centrados en el objeto de una lucha pacifista aunque para ello tenga que presionar con el arma del belicismo a todas las naciones, o se ejecuten gangster sin la menor garantía en sus inexistentes juicios. Por todo ello, era hasta cierto punto lógico que la película desconcertara en su estreno norteamericano, puesto que ninguna ideología política o modo de pensar podía sentirse cómoda ante la virulencia con la que se planteaba esa llamada contra los excesos del poder, servida además en ocasiones con los ropajes de comedia irónica, y en otros con guante blanco pero tintes amenazadores. Se señala incluso que la película mantuvo dos finales diferentes, existiendo otro en el que Hammond se mantenía vivo, celebrando el tratado de paz que había logrado firmar con todos los países del mundo.
Por una vez en su filmografía, La Cava logró aportar su estilo desigual y fragmentado, a una propuesta realizada por completo a contracorriente, reveladora y premonitoria a partes iguales, y que debe de constar entre cualquier antología del cine político. Pero es que, además, GABRIEL OVER THE WHITE HOUSE llega incluso a plantear en su alcance subversivo, la ineficacia de cualquier ingerencia celestial en el contexto de la vida de los seres humanos. Es decir, que además de resultar una propuesta políticamente incorrecta, también lo es esa visión mística que ofrecen sus momentos más sensibles y admirables, dignos de figurar en cualquier antología del fantastique. No es poco, por tanto, el bagaje ofrecido por esta insólita producción de la Metro Goldwyn Mayer que, con el paso de los años, no dudo en considerar una de las obras más valiosas legadas por La Cava en toda su filmografía.
Calificación: 3’5
3 comentarios
santi -
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Hildy -
Besos y como siempre un placer leerte
Hildy