DAISY KENYON (1947, Otto Preminger)
DAISY KENYON (1947) –ausente de estreno comercial en las pantallas españolas en su momento por obvias y pacatas razones censoras-, se encuentra ubicada en un extraño periodo en la filmografía del vienés Otto Preminger. Un marco en su carrera en el que ya había pasado el éxito de la maravillosa LAURA (1944), tras lo cual el realizador había probado fortuna con diversas vertientes genéricas que, vistas a nuestros ojos, quizá escapen a la catalogación que podríamos establecer de su obra. En concreto, esta película se encuentra ubicada tras la injustamente infravalorada FOREVER AMBER (Ambiciosa, 1947), y antes de la simpática pero insustancial THE LADY IN ERMINE (1948), que codirigió sin acreditar tras el inesperado fallecimiento de su director titular, Ernst Lubitsch. No serán estas las únicas “disonancias” que plantearía en años sucesivos la filmografía de Preminger, al que se tendrá catalogado por la dureza de los temas tratados, o su inclinación al cine policiaco y noir, e incluso al drama judicial. Pero la propia existencia de esta película, debería en primer lugar certificar la versatilidad de nuestro director. Una versatilidad que, sí que es cierto, en ocasiones obedecía al aceptar determinados encargos, pero que personalmente en líneas generales estos se resolvieron con resultados óptimos. Y es en este aspecto concreto donde me resulta especialmente grato admitir como Preminger se desenvolvió muy bien con géneros en apariencia ajenos a su mundo visual y temático como la comedia, el western, el musical, el cine bélico o el melodrama. Si bien es cierto que según se fue acentuando su prestigio –forjado ante todo en la valentía asumida una vez se estableció como productor independiente, corriendo enormes riesgos a la hora de elegir proyectos que contribuyeron a derrumbar los prejuicios censores del cine USA-, lo cierto es que no se puede decir que gocen del mismo prestigio aquellas manifestaciones de géneros poco habituales en su cine que se produjeron en los primeros compases de su obra. Quizá sea por ello que DAISY KENYON aparezca como un producto hasta cierto punto extraño. En realidad lo es, ya que se articula como un drama caracterizado por su serenidad, el carácter adulto y ausente de moralismos que plantea su trío protagonista, e incluso por el tono que presenta el desarrollo de su argumento, que huye casi por completo de cualquier exceso melodramático –a lo que era tan proclive la base argumental extraída de la novela de Elizabeth Haneway, convertida en guión de manos de David Hertz-. Pero no solo eso. Incluso en algunas de las secuencias en las que en teoría se tendría que plantear un mayor grado de tensión al entrar en conflicto el trío protagonista, la película asume un extraño tono irónico muy cercano a la alta comedia. Se trata, que duda cabe, de aspectos que en última instancia contribuyen a dotar de personalidad propia y al mismo tiempo serenidad, a la historia de un triángulo amoroso, cuyo vértice femenino lo manifiesta Daisey Kenyon (una Joan Crawford en el mejor momento de su carrera). Daisy es diseñadora para una publicación, y mantienen una relación con el prestigioso abogado Dan O’Mara (un excelente Dana Andrews, en mi opinión el intérprete más brillante del reparto). Dan posee un prestigio y estatus social elevado, está casado y tiene dos hijas, siendo Kenyon su amante, a la que logra de alguna manera “hechizar”, pese a los intentos de esta de romper su relación. Preminger logra plasmar con habilidad la misma, exponiéndola más como un juego psicológico que como un verdadero sentimiento amoroso. Y para que este se ponga a prueba, surgirá casi de manera inesperada un sencillo voluntario de guerra –Peter Laphan (Henry Fonda)-, quien de la noche a la mañana entrará en la vida de Daisy, llegando a convertirse en su esposo. Hombre simple y sencillo –su personaje es el que proporcionará una mayor relajación al conjunto, logrará que el nuevo matrimonio viva en un terreno rural y costero, donde Peter pueda prolongar su profesión participando en la confección de pequeños barcos. Por su parte, Dan poco a poco irá asumiendo el fracaso de su matrimonio, que solo sobrelleva por el cariño que mantiene con sus hijas. Pero en un momento determinado Kenyon contraerá matrimonio con Peter, llevando dicha decisión a enervar por completo a Dan, llegando a detonar con ello el divorcio de este.
Resultaría del todo punto comprensible que ante un planteamiento argumental como este, nos encontráramos ante un melodrama dominado por un alto grado de dramatismo, exacerbando el grado de pasión puesto en marcha por sus personajes. Por el contrario, Preminger buscará huir por completo de cualquier tipo de exceso. Y es quizá por ello, por esa constante inclusión de su argumento en un contexto relajado e incluso más flemático de lo que sería habitual –de destacar es la metáfora de la presencia de los taxis, en los que se dilucidarán los estados de los vértices masculinos del triángulo-, es por lo que podríamos considerar DAISY KENYON como uno de los melodramas más adultos filmados en el cine norteamericano en la segunda mitad de la década de los cuarenta. Era hasta cierto punto comprensible que su realizador ya dejara ver en cualquiera de sus películas una singularidad, un modo de enfrentarse al hecho cinematográfico, que tiene en este extraño drama urbano –aquellas secuencias que se desenvuelven en ambientes rurales e incluso nevados, adquieren una sensación de extrañeza- un marco oportuno de desarrollo. Ni que decir tiene que en esta película será una de las primeras en las que el vienés introducirá secuencias de un proceso judicial –en este caso el que delimita el divorcio de Dan con su esposa-, campo en el que aportaría algunas de sus obras más célebres, e incluso en el conjunto de su propuesta argumental se llegarán a insertar escenas revestidas de enorme tensión. Sin embargo, todo ello no evita en ningún momento esa singularidad que plantea un drama que en muchas ocasiones se acerca a un tono de comedia amable, destacando en el notable juego de cámara puesto en práctica por Premiguer –los primeros minutos desarrollados entre la protagonista y Dan, son buena prueba de ello- y que basa buena parte de su brillantez en dos rasgos complementarios y en cuya combinación la película alcanza una absoluta legitimidad. Por un lado esa visión distanciada e incluso caballeresca, de un contexto de clase alta al que el realizador no duda en fustigar, aunque el alcance de dicha crítica quede planteado en un segundo grado. Por otro lado, DAISY KENYON puede erigirse por derecho propio como una de las visiones más adultas que el cine USA de aquellos años plantearía de un personaje femenino. Si a ello unimos la ironía presente en su inesperada conclusión, tendremos que afirmar que tanto en el título que nos ocupa, como en buena parte de la obra de Preminger inserta en este periodo, ya se atisbaba de manera bien clara, la personalidad y mundo expresivo y personal, que haría de su figura uno de los más grandes directores norteamericanos de la segunda generación emigrados desde Europa a EEUU.
Calificación: 3’5
2 comentarios
Juan Carlos Vizcaíno -
Además de alegrrame de saber de tí de nuevo, creo te has granjeado el hipotético premio al comentario más rápido desde el momento en que este ha sido insertado en el blog.
Un saludo muy cordial.
Roberto Amaba -
Has utilizado el adjetivo perfecto, bueno, al menos el que siempre me viene a la cabeza para esta película: adulto.
Un saludo.