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CINEMA DE PERRA GORDA

SUMMER STORM (1944, Douglas Sirk) Extraña confesión

SUMMER STORM (1944, Douglas Sirk) Extraña confesión

Acercarse a SUMMER STORM (Extraña confesión, 1944. Douglas Sirk), es una experiencia que propongo a cualquier espectador cinematográfico. Y no lo digo porque su resultado –con ser estimulante-, revista bajo mi punto de vista una especial relevancia. Antes que ello, propongo la posibilidad de una doble lectura que, si más no, en último término proporciona a este extraño melodrama su auténtica e insólita personalidad, que con probabilidad es la razón por la que su propio director se sentía tan satisfecho del mismo, ubicándolo entre sus mejores obras.

 

Nos encontramos en la Rusia post revolucionaria. En dicho contexto el envejecido Conde Wolsky (Edward Everett Horton) –familiarmente conocido como Piggy-, se dirige a una editorial, en la que se encuentra al mando la joven Nadena Kalenin (magnífica Anna Lee). Aunque esta en un primer impulso rehusa recibirle, este llegará hasta ella, ofreciendo para su posible publicación las memorias de Fedor Mikhailovich Petroff (George Sanders). Por la actitud de la muchacha, comprenderemos que su simple mención sirve para que sirva de evocación de un pasado compartido por ambos personajes. Será el inicio de un flash-back que ocupará la práctica totalidad del film, coincidiendo con la lectura del manuscrito. Una evocación escrita que remitirá la acción a las postrimerías del periodo zarista, dentro de un contexto rural en el que convivían el propio Fedor –ejerciendo como juez de una pequeña localidad-, el acaudalado Piggy, la propia Nadena –novia de Fedor- y la intromisión en ese panorama tan apacible de la turbia y sensual Olga (Linda Darnell). Será el elemento perturbador de una cotidianenidad apacible, violentando con su agresiva belleza los sentimientos amorosos de Fedor –quien se iniciará en una espiral autodestructiva que le costará su relación con Nadine-, los del mismo conde –que sucumbirá a los encantos de esta, estando dispuesto a casarse con ella-, e incluso el propio ayudante del aristócrata –el pacífico Urbenin (Hugo Haas)-. Ambos supondrán los vértices de esa joven hermosa y arribista, que no dudará en utilizar sus encantos para intentar salir del contexto de miseria en que se encuentra –su padre es un desarrapado campesino-. Lo que no calibrará es el alcance de sus métodos, que en un momento dado sufrirá en sus propias carnes. Será el comienzo del fin para Fedor, quien a partir de entonces asumirá una constante situación de tormento interior, debatiéndose entre el deseo de supervivencia consustancial al ser humano, y la necesidad de recuperar esa dignidad perdida en un comportamiento, que marcará el devenir posterior de su existencia. La acción de SUMMER STORM recuperará e el último tramo de su metraje la actualidad de sus primeros minutos –siete años después del grueso del relato-, permitiendo el reencuentro ente un decrépito Fedor y su antigua y siempre recordada amada –Nadena-. Será quizá el acicate que el antiguo juez necesitaba para enfrentarse de una vez por todas con su destino. Una decisión que su inseguridad mantendrá latente hasta el último instante, aunque finalmente le lleve a vivir –como en el pasado hiciera Olga- la “electricidad del cielo”, llegado el momento de su último suspiro.

 

Al iniciar estas líneas, señalaba las diversas posibilidades con las que el espectador se podía plantear esa adaptación de la novela de Chejov “The Shooting Party”. Voy a descartar de antemano la propia cuestión de la fidelidad o no de dicha adaptación –un tema en el que siempre está presente mi reconocido escaso apego y conocimiento de la literatuta-, pero sí convendría por un lado ligar su resultado, a esas corrientes del melodrama más o menos singulares, instaladas en la década de los cuarenta en el seno de los “estudios pobres” del cine norteamericano. De alguna manera, SUMMER STORM posee, en esa propia y escueta reconstrucción de época, y en sus propias características como relato, una cierta semejanza con títulos como el posterior A SCANDAL IN PARIS (1946) del mismo realizador, o ese mismo año con STRANGE WOMAN de  Edgar G. Ulmer –de la cual Sirk filmó algunas de sus secuencias, o incluso en otros títulos –más ligados al fantastique- como el excelente THE LOST MOMENT (Viviendo el pasado, 1947. Martin Gabel). Con todos ellos y con algunos otros, comparte ese deliberado artificio de la reconstrucción de época, que de manera implícita proporcionaba a todas estas películas una deliciosa singularidad. Ese artificio de reconstrucción, que permite que la película por momentos advierta la inutilidad de su desarrollo en la Rusia pre revolucionaria, por otro lado le ofrece un rasgo insólito, al cual se suman algunas de las elecciones formales aportadas por un Sirk, que en los comienzos de su periodo americano, demostraba ya su condición de estilista de la imagen. Detalles de planificación como los que muestran el caminar de Piggy en los primeros fotogramas del film, la forma de encuadrar el encuentro de este con la editorial a la que llevará el manuscrito, las bellísimas imágenes que inician el flash-back, combinando la voz en off del magnífico George Sanders con la descripción de la plácida experiencia amorosa de este junto a Nadena –unos instantes en los que logra transmitir una sensación de felicidad terrenal absoluta-, la magnífica manera con la que Sirk liga la muerte de Fedor y Olga –tan separada en el tiempo-, por medio de esa planificación del rostro de ambos entre sombras, y con la ya citada mención metafísica que supondrán las últimas palabras de ambos. Ligando un sentimiento que tiene más de deseo irracional que de verdadero amor, será el nudo gordiano de un relato que permitirá también bellas composiciones visuales por parte de su realizador –la forma con la que se planifica en fuera de plano el apuñalamiento de Olga, propiciando además un grado de suspense-, utilizando sombras, rejas y todo tipo de elementos estéticos, destinados a mostrar la interioridad de sus personajes, tal y como el propio realizador haría de forma más perfeccionada en títulos posteriores.

 

Por último, hay un elemento que sorprende y proporciona una singularidad suplementaria a SUMMER STORM. Me estoy refiriendo a la delibrada intención de Sirk por incorporar en el reparto a conocidos intérpretes de la comedia o incluso el cine cómico. Es algo que tiene una destacada representación no solo en la presencia de Edward Everett Horton, sino en la de Sig Ruman –este un poco chirriante-, o incluso en roles episódicos de actores menos conocidos pero presentes en numerosos films cómicos. Conociendo la minuciosidad de su realizador por una propuesta que –pese a dominarse por un presupuesto cercano a la serie B-, queda definida por rasgos de personalidad, cabría pensar en las intenciones que le guiaron para incorporar dicha parcela. Él mismo jamás hizo mención a esta circunstancia en sus declaraciones sobre el film ¿Una forma más de distanciación, dentro de una película atípica e inclasificable? ¿Una manera de incidir en esa “comedia de la vida” en quién años después plantearía la misma metáfora con aquella televisión que reflejaba a los personajes en ALL THAT HEAVEN ALLOWS (Solo el cielo lo sabe, 1955)? Quien sabe, aunque bien pudiera ser que de manera indirecta se planteara esa apuesta por la distanciada representación del drama, dentro de un contexto ligado al slapstick.

 

Calificación: 2’5

3 comentarios

Jordan Flipsyde -

Have no doubts because of trouble nor be thou discomfited

Juan Carlos Vizcaíno -

¡Que bueno saber de nuevo de tí, Cristóbal! Que duda cabe que Siork siempre es Sirk y su personalidad cinematográfica se encuentra presente en toda su carrera. te adelanto que en breve publicaré el comentario de otros dos films suyos que me han gustado bastante. Uno es el de INTERLUDIO DE AMOR (1957) -una de las más menospreciadas de su etapa Universal-, y la otra es su debut en USA -HITLER'S MADMAN-, estupendo alegato antinazi. En unas tres semanas colgaré sendos comentarios.


Un abrazo,

JC

Cristóbal -

Veo que sigues en plenitud de facultades, Juan Carlos. Eso está bien. A finales del año pasado improvisé un miniciclo de Douglas Sirk y volví a quedar prendado. Contrariamente a la opinión generalizada, a mi sí me apasiona el Sirk de los 40. Sus películas con George Sanders crecen y crecen en el recuerdo...
Cristóbal.