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CINEMA DE PERRA GORDA

THUNDER ON THE HILL (1951, Douglas Sirk) Tempestad en la cumbre

THUNDER ON THE HILL (1951, Douglas Sirk) Tempestad en la cumbre

Por encima de cualquier otra valoración, THUNDER ON THE HILL (Tempestad en la cumbre, 1951) es una de las películas más insólitas, no solo de la filmografía de su realizador, Douglas Sirk, sino del cine de su tiempo, ya que nos encontramos con un producto inclasificable, dado sobre todo la mixtura de géneros que se insertan en su seno. En una primera instancia podríamos señalar que se trata de un exponente de cine de misterio, que guarda no pocas concomitancias con títulos rodados en aquellos mismos años por Alfred Hitchcock, en donde el tema de la falsa culpabilidad se sometía incluso a derivaciones metafísicas. Ejemplos como el de STAGE  FRIGHT  (Pánico en la escena, 1950) o la posterior I CONFESS (Yo confieso, 1953) podrían mostrar ciertas semejanzas, dentro de relatos desarrollados en tierras inglesas, introduciéndose elementos policíacos o de investigación, en los que además se incorporan curiosas disgresiones, conformando con ello conjuntos atractivos y, en cierto modo, sorprendentes. Dentro de dicho marco genérico, y a pesar de que el propio Sirk nunca manifestó un excesivo entusiasmo por la película, THUNDER ON… aparece no solo un título coherente con la elegancia expresiva de su realizador, sino que además sorprende por esa mixtura genérica que alberga su encunado, partiendo de una obra teatral de Charlotte Hastings, inserta en un contexto temático ligado al “cine de monjas”, sobre el que superpone un argumento policíaco y de intriga, contando además con una atmósfera propia del cine de terror gótico. Ya desde el primer momento advertiremos que el principal atractivo de esta producción de la Universal International, sobrepasa al seguimiento de una interesante pero poco original base argumental. Lo que realmente prende en el espectador es la capacidad de Sirk para poner en práctica un ágil e incluso fascinante tratamiento del espacio escénico, convirtiendo tanto las estancias del convento en donde se desarrolla la mayor parte de la acción, como aquellas secuencias en donde su discurrir se expresa en exteriores siempre nocturnos, en auténticos protagonistas del relato.

Nos situamos en la localidad inglesa de Norwich, donde una noche se viven sus siempre temidas riadas. Sus lugareños intentan salvaguardarse de la fuerza del agua, refugiándose en un convento que al mismo tiempo sirve de hospital para sus vecinos. La intensidad de las lluvias llegará al paroxismo al conocerse que una presa cercana se ha desplomado, provocando unas graves inundaciones. Entre las personas que acuden a refugiarse en el recinto religioso – hospitalario, se encuentra la inesperada visita de la joven Valerie Carns (Ann Blyth), acompañada por una atenta vigilante y un inspector. La muchacha se encuentra condenada a muerte por el envenenamiento de su hermano, y esa misma noche debía ejecutarse la sentencia. Sin embargo, la magnitud de la inundación -que provocará el corte de la línea telefónica-, incomunicará a todos los refugiados, incluso a esta condenada, que en el primer momento se mostrará arisca y descreída, coso si de esta manera intentara desafiar la implacable condena que sobre ella se establece de manera casi asfixiante. Por fortuna para ella –aunque en un primer momento no sepa agradecerlo-, se encontrará desde el primer momento con el apoyo y la simpatía que le manifestará la hermana Mary Bonaventure (una impecable y sutil Claudette Colbert). La religiosa se caracteriza por una personalidad segura e influyente, de elegantes maneras, que provocará no pocos recelos entre algunas de sus compañeras. En realidad, alberga en su interior el drama aún latente de no haber podido evitar el suicidio de una hermana suya. Será una mancha en su alma que supondrá la base oculta para mostrarse en todo momento atenta a asumir cualquier responsabilidad. Esa seguridad en sí misma, es la que le permitirá intuir que Valerie en realidad es inocente del crimen que se le acusa. Por ello, y aún contradiciendo las indicaciones de su superiora (la magnífica y recurrente Gladys Cooper), no dudará en dar rienda suelta a sus instintos, llegando a acudir en barca a Norwich junto al deformado y siempre menospreciado ayudante de las religiosas –Willie (Michael Pate)-, trayendo hasta el convento al amante de la encausada.

Partamos de reconocer que el argumento de THUNDER ON THE HILL – transformado en guión para la pantalla por Oscar Saul y Andrew Holt- no es precisamente un prodigio de originalidad. Sin embargo, y aún reconociendo que su texto sobrelleva no pocos estereotipos y lugares comunes, es en realidad en la estilizada puesta en escena que le brinda su realizador, donde la película se convierte en una especie de ballet sombrío, desplegando una extraordinaria agilidad en el manejo de todo tipo de elementos cinematográficos –grúas, encuadres elaborados- y consiguiendo con ello que el espectador se sienta como una especie de voyeur dentro de una escenografía de interiores de un edificio centenario, interesándose por vivir y sentir todo aquello que se desarrolla en sus diferentes estancias y espacios. Esa capacidad para situar su escenografía como elemento primordial, incluso superando el devenir de sus personajes, no puede decirse que ahogue el entrelazado de relaciones que se establece entre ellos. La acción se focalizará sin duda en los dos roles femeninos antes señalados, incidiendo en la progresiva angustia vivida por la condenada, que se decidirá a asumir su auténtica condición de inocencia y, por otra parte, la convicción marcada por la religiosa, empeñada en utilizar todos los medios para intentar demostrar la inocencia de esta, aún a costa de perder su prestigio en la institución religiosa de la que forma parte. En realidad, de manera inconsciente, Bonaventure busca exorcizar ese pasado que le atormenta, de la misma manera que la condenada desea liberarse de un pasado turbio que sin pretenderlo le llevó a ser condenada.

Pero es que además de los elementos que se entrelazan en su galería humana –atención a esa religiosa enfermera, siempre rival y decidida a desprestigiar a la protagonista-, el film de Sirk destaca en el uso de una escenografía que se encontraba muy cercana al cine de terror, aunque su desarrollo contemporáneo –y la magnífica fotografía de William Daniels ayuda no poco a aventurar dicha sensación- contribuya a acentuar esa sensación de fantasmagoría sobre la que se sustentan los cimientos más singulares del relato. Los recorridos por escaleras angostas, la presencia de arcos casi góticos, el constante recurso a rayos de tormenta, la inquietante presencia de ese Willie, que podría ser perfectamente una actualización de cualquier título de terror firmado en los años treinta… Una sensación que se extenderá en los pocos instantes en los que la acción se abra a exteriores nocturnos, como el viaje en barca de Bonaventure con Willie con objeto de llevar al convento al novio de Valerie; el descenso por la escalera que lleva a la barca que se encuentra en plenas aguas… En definitiva, parece que THUNDER ON… es un film de terror que, por momentos, se niega a serlo, y precisamente en esa mezcolanza de subgéneros y tramas, encuentra la singularidad y valía de su resultado. Los recorridos por esos antiguos recovecos del convento, esa ventana que se abre furtivamente mientras Valerie se encuentra en un recinto y Bonaventure se sitúa en un espacio contiguo, el crepitar de los rayos, o la catarsis que se manifiesta en la secuencia en la que el asesino desea desembarazarse de la entrometida monja –que parece preludiar algunos aspectos de otro film de Hitchcock –VERTIGO (Vértigo. De entre los muertos, 1958)-, son elementos suficientes para dotar de interés a esta insólita y atractiva producción, alejada por completo de ese Sirk posterior, caracterizado por su virtuosismo y belleza formal y, por el contrario, más cercano a su producción anterior. Nada malo hay en ello, cuando ya había brindado al cine USA, títulos atractivos como A SCANDAL IN PARIS (Escándalo en París, 1945) o la previa SUMMER STORM  (Extraña confesión, 1944). Poco después de esta película, el alemán se consolidaría como uno de los más populares y valiosos especialistas del melodrama del cine norteamericano en la década de los cincuenta.

Calificación: 3

3 comentarios

Leonor Sánchez Gómez -

Extraordinaria película que te mantiene en vilo de principio a fin. Desarrolla temas interesantes como la fe, el remordimiento, la falsa culpabilidad, la duda, el amor que arrastra al crimen. Magnífica interpretación de Claudette Colberty también de Ann Blyt

-

Nunca es tarde si la dicha es buena, mi querida amiga, jajaja. Por cierto,
el cuadernillo que se incluye dentro lo escribí yo.

Un beso.

El 11 de octubre de 2011 10:17, Blogia <
thecinema.2011100801....@email.blogia.net

Hildy Johnson -

... la tuve en mis manos hace nada. Me apetece muchísimo. Es el próximo dvd que va a caer en mis manos. Y más ahora que te he leído. Aunque ya soy una incondicional de Douglas Sirk.
Besos
Hildy