THEY RODE WEST (1954, Phil Karlson) [Rumbo al Oeste]
La versatilidad –y eficacia- que desprende la filmografía de Phil Karlson, tuvo también su marco propicio incluso en el periodo de su obra por el que es más recordado –sus títulos policiacos-. Cierto es que al socaire de estos se encuentran exponentes de otros géneros de notable valía, pero a fin de cuentas el nervio vector de lo mejor de su cine se centra en conflictos tensos y violentos, que si bien tuvieron su marco de expresión más adecuado en el noir, también lograron imbricar algunas poderosas muestras del género bélico o el western. De este último género es THEY RODE WEST (1954) –jamás estrenado en nuestro país, aunque emitido en pases televisivos con el poco original título de RUMBO AL OESTE-, propuesta como una modesta aunque moderadamente atractiva producción, que engrosa la implicación de la Columbia dentro del cine del Oeste. Lo importante de su enunciado, más allá de su directa inclinación dentro de una ya abierta tendencia dentro del género hacia la temática pro india, es la singularidad que presenta su base argumental, en la que destaca la participación del habitual guionista fordiano, Frank S. Nugent –compartiendo los créditos con DeVallon Scott-. En teoría, la película de Karlson –de la que nunca se desprende esa condición de ser un producto más o menos de serie, dentro del lote que el estudio de Harry Cohn dedicaba al western-, se centra en la circunstancia que se produce cuando el viejo y poco dotado doctor de un fuerte de la caballería, deja morir a uno de los oficiales al no saber efectuar una operación, cuando un indio lo hiere con una flecha en una pierna. Informado el estado mayor de esta carencia –que parece se trata de algo que viene de tiempo atrás con otros incapacitados galenos-, de forma imprevista el recinto militar recibirá la visita de un joven, educado y bien parecido dr. Allen Seward (el muy atractivo Robert Francis, un buen galán, que murió pocos meses después en un trágico accidente de avioneta). Tras esa apariencia que contrasta de forma rotunda con la que ofrecen el conjunto del personal del destacamento, al tiempo que agradar a las escasa féminas que lo pueblan –especialmente la sobrina del coronel Ethan Walkers (Onslow Stevens); Laurie (Donna Rees)-, Seward se encontrará un panorama desolador para ejercer la medicina. La enfermería se encuentra en un estado lamentable, los utillajes de operaciones están oxidados, y carecen de medicinas adecuadas. Poco a poco logrará que el recinto se vaya adecuando a sus cometidos, pero en su entrega absoluta a la profesión a la que sirve, el doctor recién llegado no dejará de impresionarse cuando inspeccione las reservas indias de los kiowas. En ellas detectará la extensión de la fiebre malaria, debido sobre todo a estar instalados sus recintos en tierras bajas. Pese a sus requerimientos no logrará hacer convencer s sus superiores de la necesidad del cambo, forzando desobedecer las órdenes militares que le rodean, ayudando a los indios residentes en estas reservas –ayudado de manera especial por la fascinación que le ofrece la mestiza Manyi-ten (May Wynn). Sin él pretenderlo, la tensión que Seward ha provocado entre sus superiores se trasladará en el seno de las tribus indias, produciéndose la unión de los kiowas –de costumbres más pacíficas- con otras más violentas, y con ello levantando a todos ellos en contra del destacamento atrincherado en el fortín. Pese a la grave situación, el joven logrará interceder ante los responsables de los kiowas, haciéndoles ver la necesidad de la paz, aunque un incidente de última hora ponga en peligro ese deseado equilibrio.
No cabe duda que THEY RODE WEST se inserta en el ya señalado marco de producción casi serial, que de todos modos proporcionó al cine del Oeste títulos quizá no inolvidables pero en su conjunto sumamente agradables. Este es uno de ellos, pese a que ciertos tópicos emanen de su argumento, y Karlson se vea forzado a trasladarlos a la pantalla sin lograr subvertir los mismos; simplemente tenía que atender a su condición de eficaz narrador asalariado del estudio. Es por ello que junto a la tópica presencia de dos candidatas al amor del apuesto doctor –Lauire y Manyi-ten-, la conclusión le haga reunirse con la primera de ellas-, dándose la mano este perfil convencional con una resolución vibrante de todas las secuencias de acción –los tiroteos de acoso de los indios al fuerte; las cabalgadas, en especial aquella que acosa a Seward y uno de sus superiores, resuelta con admirable sentido de la tensión-. Junto a ello no puede faltar esa visión sensible de la problemática india, sin por ello omitir la dualidad que se plantea en ese colectivo relegado por los blancos en la lejana creación de los Estados Unidos. Y es que THEY RODE WEST está rodeada de dualidades. A la ya señalada de las dos pretendientes del teniente, y esa contraposición entre dos modelos de pensamiento entre los propios indios, subyace sobre todo el gran tema del film, que a mi modo de ver representa la lucha de un hombre civilizado por conectar con un modo de vida que –a tenor de lo que su figura representa-, ya se encuentra a punto de ser fruto del pasado. Cierto es que la película no incide en la medida que permitía ese planteamiento, y esa eclosión de dos mundos; uno que tarde o temprano se impondrá, representado en la cultura y la educación, y otro en las armas, la lucha y la confrontación, es quizá una oportunidad perdida para que esta modesta pero eficaz propuesta hubiera logrado un mayor grado de contundencia. Quizá sea pedir demasiado a un producto que puede demostrar sus cualidades dentro de unos márgenes bastante limitados, pero no por ello deja de resultar interesante anotar dicha percepción.
Ya en un terreno secundario, no dejará de ponerse en tela de juicio el machismo nada soterrado de los soldados que viven la cotidianeidad de su labores, mirando con notable desprecio los buenos modales esgrimidos por Seward, y en el fondo envidiando el magnético atractivo que desprende no solo su aspecto físico, sino precisamente esa ausencia de rudeza. THEY RODE WEST no deja de aportar aspectos de índole humorística, como la complicidad establecida entre el joven doctor y su veterano ayudante –hilarante el momento en el que el segundo contempla la apostura que luce el primero al vestir el traje de oficial por vez primera-. Incluso llegando a introducir en sus momentos más cruciales un grado de desolación compartida, cuando el mando ordena a los soldados que se encuentran enfermos de malaria, que pese a su extrema situación hagan ademán de luchar para evitar que los indios adviertan sus debilidades. Aspectos como este, o la llegada a la puerta del fuerte del regimiento totalmente diezmado, son algunos de los instantes más valiosos de esta estimable propuesta, que si bien en algunos términos queda escorada en los caminos más conocidos del género, cierto es que esgrime cierta originalidad a la hora de abordar un elemento poco tratado en cine del Oeste –la necesidad de una higiene y unas mínimas condiciones médicas-, bajo la cual expone, aunque sea con demasiada timidez, ese contraste de mundos que, tarde o temprano, transformaría las costumbres del conjunto de la nación americana en su periodo de formación.
Calificación: 2’5
1 comentario
Jesus Garrido -