PILLARS OF THE SKY (1956, George Marshall) [Las columnas del cielo]
Es probable que George Marshall pueda ser considerado uno de los realizadores más impersonales del cine norteamericano en las décadas de los cuarenta y cincuenta. Decenas y decenas de títulos extienden su filmografía incluso hasta finales de los sesenta, abarcando su producción la práctica totalidad de los géneros codificados. En cualquier caso, es manifiesta impersonalidad no le ha impedido mostrar su competencia en no pocas ocasiones, e incluso dar como fruto títulos más o menos remarcables –citaré siempre bajo mis gustos personales-, insertos dentro del western –THE SHEEPMAN (Furia en el valle, 1958)- o la comedia –HOOK, LINE AND SINKER (Pescador pescado, 1969)-. Es probable que sean estas las dos vertientes que frecuentó, especialmente en el segundo de los géneros citados, donde rodó títulos al servicio de cómicos tan dispares como Jerry Lewis y Dean Martin o Bob Hope. Dentro de esta ausencia absoluta de estilo, podemos erigir sin duda alguna PILLARS OF THE SKY (1956) –jamás estrenada comercialmente en nuestro país, aunque editada en DVD con el título LAS COLUMNAS DEL CIELO-, una discreta producción de la Universal International, centrada en el seguimiento de una temática ya bastante utilizada en el universo del cine del Oeste; la temática pro india. Sin embargo, si de algo se puede caracterizar un relato que, en última instancia, no aporta mucho al grueso de un género que en aquellos años se encontraba quizá en sus mejores momentos de madurez, es en la introducción de un matiz argumental poco frecuentado en el mismo; la influencia de la integración del cristianismo.
La acción se inicia en el Oregón de la segunda mitad del siglo XIX. Allí desarrolla su tarea como superior de la policía india el sargento Emmett Bell (Jeff Chandler), un hombre conocedor de la singularidad de su misión, y al mismo tiempo molesto para sus superiores. Esa capacidad para conocer e incluso sortear esa difícil frontera existente entre las reservas otorgadas a las tribus indias, y los deseos de las autoridades militares de sobrepasarlas y sortear las condiciones del tratado, con la intención de realizar edificaciones y fortines en zonas que en principio estaban reservadas para los indios. Esta circunstancia provocará el enfrentamiento entre las distintas tribus, que no lograrán apaciguar la intercesión de Emmett. Ni siquiera lo logrará el respeto que estas tribus mantienen por el doctor Joseph Holden (Ward Bond), un pastor que ha logrado introducir entre ellos los valores del cristianismo, e incluso convirtiendo a muchos de ellos. A esta tensa situación se unirá el rescate de dos mujeres rehenes de los indios, entre las que se encontrará la joven Calla (Dorothy Malone), antigua pretendiente de Bell, aunque actualmente casada con el capitán Tom Gaxton (Keith Andes). La unión de ambas circunstancias permitirá otorgar un matiz dramático suplementario, en la competitividad e incluso la manifiesta hostilidad que se establecerá entre Bill y Gaxton, aunque ambos se dirijan a los mismos objetivos, contrarrestando las acciones de los indios. La situación se tornará insostenible, siendo las tribus indias las que en todo momento lleven la ventaja, hasta llegar a un punto insostenible en el que los representantes militares estadounidenses se encuentren en una situación crítica, provocada por las decisiones equivocadas e irresponsables de sus mandos.
No puede decirse que el conjunto de PILLARS OF THE SKY vaya a pasar un lugar en las antologías del cine del Oeste. Se trata de una discreta producción, que acusa en demasía su dependencia en el uso del CinemaScope, contribuyendo dicha apuesta estética a proporcionar a buena parte de su metraje de un cierto estatismo en la configuración de sus secuencias –sobre todo aquellas en las que se encuentran presentes en el encuadre diversos actores-, mientras que por otro lado tampoco esta elección de formato logra que el mismo sea aprovechado en el uso de paisajes y secuencias exteriores. La incardinación de los dos elementos argumentales que centran la película, puede decirse que en los dos primeros tercios del film no alcanza en la película más que un grado de interés basado en lo convencional. Es decir, que a la película le cuesta “arrancar”, para encontrar en su discurrir al menos los elementos necesarios que le permitan un tramo final revestido de cierta tensión e incluso cierta singularidad, elevando las magras cotas de interés hasta entonces albergadas. Llegados a este punto, dos son los elementos que en última instancia ofrecen al film de Marshall ese menguado interés. Uno de ellos es el conjunto de formas visuales con las que se expresa el conflicto de Calla, una vez esta ha sido rescatada, reviviendo en ella el secreto amor que siempre ha mantenido con Emmett. Todo este reencuentro, planificado además en planos medios, romperá con la monotonía visual previa mostrada en la pantalla. Uniendo a ello la fuerza que se desprende de la provocadora sensualidad de la Malone, es a partir de esos encuentros nocturnos con su antiguo y auténtico amante, cuando la película despierta de manera notable en su interés, coincidiendo todo ello con el estrechamiento de la amenaza india. Será en ese largo episodio, en el que se activará la astucia de los primeros y los esfuerzos del sargento y sus ayudantes para contrarrestar la ventaja de estos –que causarán constantes estragos entre las fuerza gubernamentales-, donde se pondrá de manifiesto el rasgo más atractivo de la propuesta; esa ya señalada importancia que las tribus otorgarán a su aceptación y práctica del cristianismo. Una nueva adopción que, de manera paradójica, servirá como un elemento de superior riesgo para los gubernamentales –los indios no solían atacar por la noche según sus antiguas costumbres espirituales-, mientras que el cristianismo les brindará la oportunidad de hacerlo, poniendo con ello en especial peligro a los acorralados hombres de las fuerzas militares. Estos se atrincherarán en la iglesia edificada, a la cual los indios intentarán incendiar mediante el disparo de flechas. Solo el sacrificio y la inmolación de Holden –como revisitada encarnación de Cristo-, servirá para que la furia irremisible de las tribus indias remita, reuniéndose en sus últimos planos junto a los militares gubernamentales dentro del casi destruido templo, en donde asistirán a unas palabras de ese sargento que siempre advirtió la deriva a la que podían llevar las decisiones de su ejército, apelando a la importancia del mensaje cristiano de paz y entendimiento.
Sin duda una conclusión un tanto correosa, pero cierto es que en pocas ocasiones el western integró en sus imágenes esa implicación cristiana, máxime planteándola incluso en uno de sus momentos más críticos, como elemento que facilitaría el ataque de los –justificadamente- iracundos representantes de las tribus. En definitiva, proporcionando a un título discreto como PILLARS OF THE SKY, al menos el marchamo de albergar cierta originalidad en su planteamiento.
Calificación: 2
6 comentarios
Carlos Díaz Maroto -
:D
Juan Carlos Vizcaíno -
¡No os peleéis! Yo creo que películas simpáticas y modestas como las que ocupan estas líneas, con el paso del tiempo siempre se ven con agrado, y como exponentes de un tipo de cine perdido para siempre.
Saludos a ambos.
Juan Carlos
Duke -
Carlos Díaz Maroto -
Me gustaría que aparecieran en dvd los westerns que dirigió Jack Arnold, de los cuales creo que Vizcaíno ha hablado...
Alfredo Alonso -
Alfredo Alonso
http://cineyarte.blogia.com
Carlos Díaz Maroto -