Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

36 HOURS (1965, George Seaton) 36 horas

36 HOURS (1965, George Seaton) 36 horas

36 HOURS (36 horas, 1965. George Seaton) ofrece singularidad y al propio tiempo brinda su inclusión del terreno del thriller político, tan en boga en el cine norteamericano de la mitad de los años sesenta. Pero junto a estos dos rasgos contrapuestos, la película de Seaton desprende un casi delicioso aroma de anacronismo, que en última instancia se me antoja como su atractivo más perdurable. Esa sensación de contemplar una película que ya en el momento de su rodaje aparecía como un producto demodé es la que le proporciona –unido a unas maneras bastante eficaces en la realización, y un planteamiento dramático más o menos insólito-, ese atractivo que le permite aparecer ante nuestros días con un nada desdeñable grado de interés. Centrando su argumento en los prolegómenos del desembarco de Normandía, en sus primeros compases se detendrá en mostrar la actuación de las fuerzas de espionaje norteamericanas. A partir de dicho prolegómeno, el film de Seaton pronto cobrará un extraño giro, con el secuestro en Lisboa del mayor Jefferson Pike (James Gardner), quien será trasladado hasta una zona residencial que simulará actuar como hospital norteamericano. Es decir, al secuestrado se le convencerá el haber sufrido una considerable amnesia, despertándose en 1950 –seis años después del que él recuerda-, recibiendo ayuda psicológica por parte del personal de la institución –el mayor Walter Gerber (Rod Taylor)- y siendo asistido en todo momento por la joven Anna Hedler (Eve Marie Saint). La primera singularidad de 36 HOURS, reside en mostrar al espectador desde el primer momento la sofisticada farsa montada en torno a Pike organizada en todo momento por Gerber. Dejando de lado el seguimiento del suspense, la historia original de Roald Dahl, llevada a guión cinematográfico por el propio Seaton –más ducho siempre en esta vertiente que en la de director-, deviene como una especie de juego de calculada ambigüedad, a partir del cual el interés se centra en las relaciones establecidas en los tres personajes principales citados –el secuestrado, el psiquiatra que desea culminar con éxito el plan experimental y lograr los datos que desea de nuestro involuntariamente retenido protagonista y, finalmente, la joven Anna, traumatizada por haber sido víctima de los campos de concentración, y que se ha sometido a los designios de este grupo de nazis, que han decidido auspiciar una cuidada puesta en escena, destinada a hacer creer al secuestrado que está viviendo seis años después de la fecha real, e intentar sacar de él las informaciones manteníidas sobre dicho desembarco.

La primera sorpresa que proviene del planteamiento dramático del film de Seaton, reside en su huída deliberada del componente de suspense que podría proporcionar articular la ficción desde la mirada de Pike, haciendo partícipe al espectador de la sorprendente situación vivida por su protagonista. En su oposición, dicha dramatización se inserta por un claro contexto psicológico, más acertado en unos momentos, en otros dominado por cierto esquematismo, pero siempre provisto por ese encanto al que antes aludía, centrado en un cierto regusto camp, de cine añejo, inserto dentro de un contexto de producción del que emerge con una extraña sensación de desfase. Seaton se preocupará por mantener una estructura de “cajas chinas”, en la que nunca se sabe si lo que está sucediendo demuestra la verdad de sus personajes, o entre ellos se sigue proyectando ese concepto de impostura. Pero al mismo tiempo su narrativa será por completo tradicional, procurando un juego adecuado del encuadre, relacionando a sus personajes en la planificación, mostrando un ajustado uso de la pantalla ancha, y contando con la magnífica prestación de Philip Lathrop como operador de fotografía, y un inusual y atractivo Dimitri Tiomkin al frente de una banda sonora totalmente opuesta a lo que podría caracterizar su andadura precedente. A partir de dichas premisas, abandonando por completo cualquier tentación por efectismos visuales tan en boga en aquellos años –utilizados en tantos y tantos exponentes de este subgénero-. 36 HOURS se desarrolla con un relativo interés dentro de un contexto de ambientación bastante similar al de otras producciones de la Metro Goldwyn Mayer de la época –que va desde THE HAUNTING (1963, Robert Wise) hasta THE HILL (1965, Sydney Lumet), ambas de superior calado al título que comentamos-, centrada en un ajustado juego de actores, un argumento atractivo dentro de sus limitaciones, y un sentido de la progresión lo suficientemente dosificado, para permitir valorar de forma positiva su resultado, más de cuatro décadas después de su realización. Ese gusto por el detalle, por la expresión de los actores –el instante en el que Pike descubre que todo lo que vive es una farsa, el posterior saludo del guardia supuestamente americano que se encuentra en la puerta del hospital, sus confesiones con Gerber, estableciéndose entre ambos una cierta complicidad que irá acrecentándose hasta llegar a los compases finales del relato, el momento en el que la anciana que cuida al pastor descubre con ese anillo que porta, la complicidad con los fugados-, es el que a fin de cuentas ofrece los aspectos más atractivos de una ficción que demostraba la querencia de Seaton por ficciones desarrolladas en el contexto de la II Guerra Mundial –existe el referente de THE COUNTERFEIT TRAITOR (Espía por mandato, 1962) y la muy lejana THE BIG LIFT (Sitiados, 1950)-, y en el que cabe reprochar el retrato excesivamente maniqueo que se describe de Otto Schack (Werner Peters), arquetipo del nazi-villano de la función, que contrasta de manera lastimosa con la credibilidad expresada por el trío protagonista. Lo mismo cabe oponer de ese brusco corte de montaje que se contempla tras retornar Pike junto a Anna cuando ratifica el engaño a que ha sido sometido –parece que la serenidad y el ritmo sostenido que hasta entonces ha seguido el relato se interrumpa de forma crispada- y, en definitiva, la ausencia de tensión que adquiere tanto el proceso de huída de la pareja, o la rendición que asume Gerber. En realidad, quizá lo que de verdad importara a los responsables del film, fue la plasmación de un cuento cruel de supervivencia y redención, en el que una mujer que ha perdido su dignidad en la estancia en los campos de concentración nazi intenta encontrarla a partir de una oportunidad insólita para ella, o en la que un civilizado científico nazi intentará redimirse aportando sus conocimientos  a la posteridad aún a costa de su vida. Un relato que no apura hasta el fondo sus posibilidades, pero no por ello deja de resultar atractivo en esa visión de la desesperación humana, evidenciando incluso la fragilidad en las convicciones de los fieles vasallos sometidos por el nazismo, que en el fondo han seguido el juego por miedo y conveniencia. Será algo que mostrará el episodio final en el que los viejos vigilantes de la zona fronteriza no dudarán en liquidar a Schack, permitiendo además una fugaz presencia del ya veteranísimo Sig Ruman. Será la secuencia previa a la despedida provisional de Anna y Pike, permitiendo que vuelva a emerger en ella ese sentimiento escondido tras la contemplación de tanto horror, representado en la simpleza de sus lágrimas.

En definitiva, 36 HOURS es una película sencilla, eficaz, a la que cabe reprochar que no ofrezca lo que promete su premisa, pero que revela la moderada eficacia que siempre demostró este concienzudo guionista metido a moderado director que fue George Seaton.

Calificación: 2’5

0 comentarios