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CINEMA DE PERRA GORDA

OPERATION CROSSBOW (1965, Michael Anderson) Operación Crossbow

OPERATION CROSSBOW (1965, Michael Anderson) Operación Crossbow

Cuando Carlo Ponti produce OPERATION CROSSBOW (Operación Crossbow, 1965) el cine europeo está decidiendo contraatacar las grandes superproducciones norteamericanas  y, más aún si cabe, responder con métodos tradicionales un concepto de gran espectáculo que la propia evolución del hecho cinematográfico estaba dejando poco menos que anacrónicos. Es por ello que resulta comprensible que un drama bélico como este y tantos otros, en el momento de su estreno fueran recibidos con un casi total desdén por parte de la crítica de la época. Cuando aún nos encontrábamos en unos tiempos en los que se proyectaban obras avanzadas de grandes realizadores, cuando las corrientes vanguardistas surgidas en Europa seguían poseyendo cierto apogeo, era hasta cierto punto previsible que una propuesta de estas características, puesta en marcha con un claro objetivo comercial y sin otra ambición que su legitima  explotación en la taquillas, sonara a anticuada y cosechara el rechazo de la crítica del momento. No era de extrañar además, estando firmada por un artesano británico, capaz de productos competentes pero nunca demasiado inspirados, pero también de mediocridades de grueso calado, la película pronto recibiera un rápido olvido. Pero sucede que la historia del cine sigue su curso, y lo que décadas atrás bien pudiera ser considerado rechazable, la propia y no muy afortunada evolución del lenguaje fílmico –unido a ciertas virtudes que en su momento no se supieron o quisieron encontrar en sus imágenes-, son las que permiten que cerca de medio siglo después de su realización, OPERATION CROSSBOW emerja con un moderado interés, como un producto en el que la degradación del lenguaje del cine comercial nos permite apreciar en una mayor medida el esmero y la dedicación que ofrecían propuestas de este calado, que pese a estar basadas en estereotipos más o menos fáciles de detectar, uno puede apreciar el esfuerzo de un buen trabajo profesional, y degustar una narrativa clásica en la que por fortuna se ausenta la hipertrofia de planos sucedidos casi como una ametralladora en los últimos tiempos, aunque con una clara intención comercial, podemos atisbar en esta discreta pero no desdeñable propuesta.

Estamos situados en la Gran Bretaña del último año del III Reich, el Primer Ministro británico Winston Churchill (Patrick Wymark), encarga a Duncan Sandys (Richard Johnson) la responsabilidad y reclutamiento de una serie de voluntarios que puedan infiltrarse entre los ingenieros que se encuentran en terreno francés colaborando con los alemanes para el perfeccionamiento de una bomba destinada a desviar el ya casi inevitable derrocamiento del nazismo. La misión, de alta complejidad, se centrará en la elección de una serie de voluntarios que destaquen por facetas como el conocimiento de idiomas, así como en aspectos técnicos en los que van a lograr infiltrarse. En ellas suplantarán a colaboracionistas desaparecidos o muertos, siendo conscientes de que sus vidas se encuentran en juego, pero también sabiendo que con su sacrificio se puede dar el pistoletazo de cierre a uno de los regímenes más monstruosos de la historia moderna. Y esta selección se encontrará capitaneada por el arrogante teniente John Curtis (George Peppard, en los mejores momentos de una carrera prematuramente truncada), Robert Henshaw (un Tom Courtenay ya alejado de los fulgores del Free Cinema) y Phil Bradley (Jeremy Kemp), el más cercano por su tipología física al estereotipo alemán. Ambos lograrán aterrizar en tierras francesas, hospedándose en una pensión que se encuentra comandada por contactos británicos, que ayudarán a los voluntarios en el cumplimiento inicial de su misión; poder infiltrarse dentro del personal de la base subterránea que se encuentra ubicada cerca de dicha población, y en donde los ocupantes nazis se encuentran avanzados en su proyecto de encontrar una nueva y destructiva arma. Pero para desgracia de ambos, dicha infiltración no será tan facil como se vislumbraba en sus inicios, en parte por la traición efectuada por un falso colaborador británico en realidad adicto al Reich –Bamford (Anthony Quayle)-, y en parte por la inesperada aparición de Nora, la esposa del auténtico oficial alemán que suplanta Curtis –un papel que encarnará por Sophia Loren en una aparición de escasa entidad y, sobre todo, duración-. En el primero de los casos tendrá consecuencias trágicas para Henshaw –quien en los postreros instantes de su vida demostrará un extraordinario valor, hasta el momento poco acorde con su timorata personalidad-, y en el segundo aunque no llegará a poner en apuros a Nora, en un momento determinado tendrá que ser sacrificada para no poner en riesgo la importancia colectiva de la misión.

En realidad, lo que cuenta OPERATION CROSSBOW no difiere en demasía de otras propuestas de similares características, puestos en marcha en la década de los sesenta; el relato de una misión heroica realizada por personas anónimas, con cuyo sacrificio la historia ha llegado hasta nuestros días enalteciendo con ello los valores de la libertad. Pero, si más no, el film de Anderson goza de un notable sentido del ritmo –es de destacar el montaje ofrecido por Ernest Walter, que combina algunos instantes en donde destaca lo abrupto de su presencia, con otros en donde el uso de la elipsis se integra con notable pertinencia-. Junto a ello, no cabe duda que la experta mano de Duilio Coletti y Vittoriano Petrilli en el dominio de estos temas y en calidad de argumentistas, tiene un peso de singular calado a la hora de dotar de una especial credibilidad un marco bélico en el que sobresalen las aventuras de un grupo de hombres, sin que en ningún momento olvide el espectador la importancia que estas tuvieron, ni el riesgo que el pueblo británico vivió en esas horas cruciales –y en ello, las escenas de bombardeos, en las que se incorporan planos documentales, tienen una especial pertinencia-. Cierto es que el film de Anderson puede parecer algo formulario e incluso tópico a la hora de plantearse como drama bélico, pero ¿Creen Vds. que hemos ganado con el paso de los años? Me atrevo a afirmar que la respuestas sería negativa, y es precisamente el discurrir de estas décadas, las que han permitido que una propuesta convencional en su momento, hoy nos aparezca con una patina de frescura y credibilidad que quizá no tuvo en el momento de su estreno. Ese sentido del ritmo, de la inmediatez, esa frialdad con la que es narrado un sacrificio humano ofrecido a la colectividad, esa apuesta por un ideales, el preciso uno de un cast en el que casi nadie sobra y falta –hagamos excepción de la poco adecuada Loren, pero el marido pagaba-, son elementos suficientes para que dentro de las convenciones del relato, este se nos aparezca ágil y casi centelleante. En definitiva, y pese a sus limitaciones, se puede decir que esta modesta propuesta bélica –sin poder situarla entre las más valiosas de aquella época, con referentes de mayor calado como ANZIO (la batalla de Anzio, 1968, Edward Dmytryk), TOO LATE THE HERO (Comando en el mar de China, 1970. Robert Aldrich)….- ha logrado superar la barrera del paso del tiempo con un nada menguado sentido de la inmediatez.

Calificación: 2

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