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CINEMA DE PERRA GORDA

GATTACA (1997, Andrew Niccol) Gattaca

GATTACA (1997, Andrew Niccol) Gattaca

Recuerdo que la primera referencia sobre GATTACA (1997, Andrew Niccol), recibida en un momento en que mi afición al cine se encontraba casi en la cuerda floja, provino de un joven compañero de trabajo, iniciásndose entonces un culto que quince años después de su realización, esta excelente opera prima de Andrew Niccol –al que ya conocíamos por su magnífico y lamentablemente revelador guión para THE TRUMAN SHOW (El show de Truman, llevado a la pantalla de manera casi paralela en el tiempo por Peter Weir)- está considerada por no pocos especialistas y aficionados –entre los que me encuentro- como uno de los grandes exponentes de la ciencia-ficción fílmica de las últimas décadas. Recuerdo el fuerte impacto e incluso la emoción que me produjo su primer visionado –no dejo de reconocer que sus imágenes finales me conmovieron hasta la lágrima-, por lo que al revisar creo que por tercera vez esta película, tenía miedo a que el placer que me proporcionó la misma menguara de forma considerable. Por fortuna no ha sido así. GATTACA sigue transmitiéndome el mismo grado de satisfacciones. Quizá menos emoción, pero del mismo modo algunos aspectos que en un primer visionado pudieron quedarme confusos o a mi parecer escasamente integrados, en esta ocasión me han parecido de mucha menor pertinencia. Es el extraño juego de las grandes películas, y la variación que como espectador podemos formularnos ante ellas, y con cuya percepción es cuando realmente consideramos que una producción realmente adquiere ante nuestra mirada la vitola del clásico. Bajo mi punto de vista el film de Andrew Niccol –que posteriormente ha desarrollado una escueta pero interesante filmografía, siempre escorando su cine a facetas aleatorias de la ciencia-ficción y, ante todo, formulando en su cine una visión desencantada del inmediato futuro que nos espera-, ofrece una serie de condicionantes que, en su incardinación, permiten el logro de esta producción ejemplar, que poco a poco se fue ganando el aprecio de público y crítica aunque, justo es reconocerlo, nunca sorteando el mito –a mi modo de ver un tanto cuestionable- alcanzado por un título como BLADE RUNNER (1981, Ridley Scott) –a la que considero supera en cualidades, por más que su enunciado temático sea bien diferente-.

Una de las grandes cualidades de GATTACA, es la de haber logrado un competente acabado industrial a partir de una producción que apenas superó los treinta y cinco millones de dólares –que no llegaron a ser cubiertos en su pobre carrera comercial-, permitió un diseño de producción admirable, imaginativo, en el que la utilización de coches o edificaciones antiguas o de aspecto retro, fueron revertidas como rasgos de ese futuro no demasiado lejano que preconiza el primer rótulo del film, al que acompañan un par de citas, una de ellas procedente de la biblia. A partir de su punto de partida, la película nos narra la historia de superación del joven Vincent Freeman (Ethan Hawke), uno de los denominados “no validos” dentro de un mundo que ha establecido una especie de fascismo –al estilo de la raza aria alemana-, asumido sin rechistar por parte de una población que en todo momento demuestra su abulia y sentido alienante –la frialdad e inexpresividad de los rostros parece adherirse como un elemento más de la extrañamente elegante y fascinante dirección artística del film. Freeman logró evadirse de la condición de nacido por deseo de sus padres, al ser calificado como probable para una muerte siendo joven debido a un fallo con el corazón, que ha decidido desafiar la condición que le ha impuesto esa sociedad a la que han marcado sus padres, quienes años después tuvieron otro hijo –Anton-, dentro de los cánones imperantes. Freeman buscará un objetivo para articular su deseo; integrarse dentro de la estación espacial GATTACA. Y para ello contará con la ayuda de un joven amargado a partir de sufrir una serie de desengaños que le llevaron a un intento de suicidio, tras el cual quedó paralítico de sus dos piernas. Este es Jerome Morrow (Jude Law, en su primer rol en USA), quien ofrecerá a Vincent su propia esencia corporal para ir, de manera paulatina, convirtiéndose en una extensión de su propia personalidad. Para ello, le cederá muestras de sangre, orina, incluso restos corporales, al tiempo que logrará modificar el limitado aspecto físico de Vincent, para acercarlo al de Jerome –lo que comportará incluso una dolorosa operación para alargarse las piernas e igualarse en estatura sobre la persona a la que va a suplantar en su personalidad.

Todo ello quedará reflejado en el flash-back que describirá como ha llegado Vincent a convertirse en Jerome, iniciado cuando se descubra un cadáver por asesinato en el laboratorio, y tras la ingeniosa secuencia de los títulos de crédito, en la que veremos una serie de elementos que luego descubriremos es la manera con la que el protagonista elimina con un cepillo las muestras que emergen sobre su cuerpo. Ni que decir tiene que la introducción de ese flash-back, unido por la fuerza que le proporciona la maravillosa banda sonora de Michael Nyman –uno de los elementos más memorables del film-, permite que el espectador adquiera en pocos minutos la necesaria información para adentrarse en el drama que vivirá Vincent / Jerome a partir de la investigación que se producirá con el asesinato del director del centro por medio de un teclado de ordenador –detalle genial-, cuando se encuentra a escasos días para ser unos elegidos para tripular un viaje a la estela de Tritón. El bloque central del film se centra en una crónica de esos días en los que la policía estará casi pisándole los talones por haber dejado un pelo cerca del cadáver, que ha sido tomado como pista por parte de la policía, sin que ello signifique que nuestro protagonista haya tenido nada que ver en el mismo. Dentro de ese flanco temporal, GATTACA despliega sus mejores armas a la hora de describir una sociedad en la que parece no haber lugar para los sentimientos, en esos rostros que deambulan mecánicamente, como si ejercieran una actualización de los obreros de METRÓPOLIS (Metropolis, 1927. Fritz Lang), dentro de una sociedad que denota comodidad pero al mismo tiempo sumisión a un poder que apenas se muestra, pero en todo momento se intuye. A través de las magníficas composiciones horizontales descritas por el director, la película sabe introducirse en ese mundo mecanizado pero en apariencia inmaculado que ofrecen no solo los rincones de la estación espacial. Lo desprende la propìa vivienda del auténtico Jerome, o los lugares de lujo donde los ciudadanos cenan cómodamente, que percibimos se encuentran muy lejanos a la cotidianenidad de una población que nunca contemplaremos.

Pero junto a esa descripción física, GATTACA acierta plenamente al describir esa galería de seres que protagonizarán su ficción. Seres todos ellos insatisfechos, que intentan buscar la ayuda de otros para sentirse realizados en sus proyectos e ilusiones. Es algo que podrá manifestarse en la relación de Vincent y el auténtico Jerome –que desea ver en este aquello que él mismo no pudo ser-, en el incipiente romance que se manifiesta entre el primero e Irenne (Uma Thurman) –esta en principio intimidada por el hecho de que nuestro protagonista sea un auténtico “valido”; no conoce la impostura de su falsificación de personalidad- o, en definitiva, en el reencuentro que se produce entre Vincent y su joven hermano Anton (Loren Dean), convertido en uno de los investigadores del asesinato –que más tarde se resolverá con facilidad, como si en realidad este no tuviera más importancia que la determinada por Niccol para focalizar el drama vivido por su protagonista. En la relación entre todos ellos se percibirán elementos que denotan la voluntad de luchar en un contexto carente de sentimientos. Sin forzar las tintas, atendiendo siempre a una estética impecablemente resulta, Andrew Niccol nos describe un mundo frío e impersonal –será algo que ya esgrimiría en su ya señalado guión de THE TRUMAN SHOW- y seguirá mostrando en su posterior y breve andadura como realizador. Será una apuesta que quizá tenga su climax en el último desafío que se formularán los dos hermanos, luchando en una casi interminable y terrible lucha de natación en pleno mar abierto –maravillosa secuencia-, en la que por segunda vez Vincent venderá a su hermano menor –anteriormente siempre triunfante, demostrando su condición de “valido” o engendrado genéticamente según unas recetas preestablecidas-. La lucha de la perseverancia y los designios de la naturaleza contra los avances casi indiscriminados de la ciencia, encaminados a borrar la unicidad del individuo, tendrán en este fragmento una terrible incidencia, subrayada por la tremenda respuesta de nuestro protagonista, cuando su hermano le pregunta como ha podido vencerle: “Nunca me reservo fuerzas para el regreso”.

Provista de un sentido del tempo que en ocasiones aparece como operístico, de una conjunción de elementos de producción perfectamente delineados, de un cast impecable –nunca ha estado mejor en pantalla Ethan Hawke, extrayendo su atractivo como si fuera un elemento más del diseño de producción del film-, y de un sentido de la progresión admirable, que concluirá en unos minutos finales absolutamente portentosos, conmovedores, dominados por un preciso sentido del ritmo, y un montaje que permite que sus imágenes fluyan con la intensidad y la belleza cinematográfica de quien ha logrado una propuesta magnífica, memorable, punteada de manera insuperable por el fondo sonoro de Nyman. Cuando ha pasado ya el tiempo suficiente desde que se estrenara, creo que solo otra película cercana podría parangonarse con ella –y en este caso incluso superarla-. Me refiero a ARTIFICIAL INTELLIGENCE: AI (A. I, Inteligencia artificial, 2001. Steven Spielberg), considerando ambas como sendos logros que incluir en mi particular galería de las diez propuestas más valiosas de la ciencia-ficción en el cine, y una de las obras más perdurables del cine norteamericano en la década de los noventa.

Calificación: 4

5 comentarios

Juan Carlos Vizcaíno -

Me alegro mucho que mi comentario te haya incitado a descubrir esta película, y suscribo totalmente tus palabras. Un abrazo.

westerner -

Fascinante película que he descubierto recientemente gracias a tu blog.Tambien comparto contigo mi pasión por INTELIGENCIA ARTIFICIAL que considero la obra maestra de Spielberg junto a MINORITY REPORT. Espero que en el futuro alcancen el estatus de clásico que merecen y que se le atribuyó a otras mucho menos interesantes como ET o TIBURÓN.

Juan Carlos Vizcaíno -

Hola tocayo. Muchas gracias por tus palabras y por esta curiosa coincidencia. Me alegro comprobar que este blog haya tenido y tenga algunos seguidores y te haya servido de algo, y ni que decir tiene que te animo a seguir en la andadura del tuyo, que te prometo ir visitando periódicamente -ya he leído tu comentario de GATTACA, por cierto-. Un abrazo desde Alicante.

José Miguel García -

Hola, Juan Carlos! Veo que el mismo día (aunque tú con unas horas de antelación) hemos publicado los dos un artículo sobre esta maravillosa película. Te pongo un enlace para que te animes a pasarte por mi blog, que lleva una modesta andadura de tres o cuatro meses. No es por peloteo, pero tu página ha sido uno de mis modelos. Llevo frecuentándola un par de años, y he descubierto más de una joya (sobre todo del cine de serie B de Hollywood) que recomendabas.

Un abrazo, y el enlace es el siguiente:
http://lamanodelextranjero.wordpress.com/2012/12/02/gattaca-no-hay-gen-para-el-espiritu-humano/

antonio nahud júnior -

um filme cult.

O Falcão Maltês