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CINEMA DE PERRA GORDA

WISE BLOOD (1979, John Huston) Sangre sabia

WISE BLOOD (1979, John Huston) Sangre sabia

Recuerdo con no poca lejanía, el relativo alborozo con que se recibió en su momento en España el estreno de WISE BLOOD (Sangre sabia, 1979). Eran tiempos en los que el nombre de su realizador -John Huston-, pesaba mucho entre la crítica y la afición de nuestro país, al tiempo que de sus manos aparecía una película bastante inclasificable, dentro del devenir cercano de una filmografía que se había centrado quizá en demasía en el encargo puro y duro –es algo que con posterioridad volvería a reiterar, combinándolo con títulos; digámoslo así- más “dignos” de su talento. Hoy día, más de treinta años después, cuando el”caso Huston” sigue siendo un enigma sin resolver, rememorar WISE BLOOD –que personalmente era uno de los escasos títulos suyos que no había visionado-, nos vuelve a traer a colación la figura de un cineasta controvertido, al que personalmente no colgaría la aureola de auteur, pero al que debo no pocos placeres cinematográficas, centrados fundamentalmente en el periodo que contemplaba el denominado Hollywood clásico –es decir,- hasta finales de la década de los cincuenta. No quiere ello decir que con posterioridad su obra no albergara títulos de interés, pero con sinceridad ninguno de ellos se encuentra a la altura de lo mejor de una filmografía expuesta en las décadas de los cuarenta y cincuenta.

Dicho esto, lo primero que cabe señalar al enfrentarse a un título como WISE BLOOD, es destacar precisamente su singularidad. Adaptado de una –al parecer, magnífica novela de la escritora Mary Flannery O’Connor-, es indudable que el veterano cineasta vio en ella la posibilidad, en suma, de replantear una nueva reedición –en otro ámbito y circunstancias divergentes-, de lo que ya había expuesto una década antes en la magnífica MOBY DICK (1956) –una de las cimas de su cine-. En esta ocasión, con un presupuesto mínimo, centrándose en los parámetros cercanos que podrían adelantarse al cine independiente, nos ofrece una película en la que, ante todo, destaca su aspecto iconoclasta, proponiendo una extraña mezcla en la que, ante todo, se destila la incultura de un contexto rural, en el que se desarrollará la acción. Ya desde esos propios títulos de crédito en blanco y negro, sazonados de rótulos en los que con faltas ortográficas se recurre a la presencia divina –hasta el nombre del realizador figurará como Jhon Huston-, muy pronto el director nos introduce en un marco donde el componente represivo de la religión, se erige casi como un elemento detonante que impida el progreso de una sociedad que parece no desear superar uno de los elementos que más han contribuído a forjar una sociedad puritana, reaccionaria, e incluso violenta hasta grados extremos.

En dicho contexto se introducirá a Hazle Motes (impecable Brad Dourif), un joven soldado que regresará a su lugar de origen, no sin haber podido olvidar el pasado represivo que le proporcionó su abuelo, un predicador intransigente. A partir de la llegada a un contexto en el que ha llegado el progreso superficial –se aprecian nuevas carreteras- pero se mantiene intacta la mentalidad retrógrada de sus habitantes, este decidirá rebelarse contra todo lo que le ha sido imbuido desde pequeño, ejerciendo como abanderado de la denominada “Iglesia de Cristo sin Cristo”. Es decir, una religión que ponga en práctica el ateísmo e impida cualquier tipo de represión en el comportamiento humano, venga esta de donde venga. Hospedado en casa de una mujer de mediana edad, seguirá a otro falso predicador ciego, con cuya hija llegará a mantener una cierta relación, hasta que descubra la superchería de su padre –que en realidad no es ciego-, y estando constantemente acompañado por el joven y atolondrado Enoch (Dan Shor ¿Qué fue de este magnífico actor?), quien no cejará en sus intentos, junto con otros personajes secundarios, para que forje esa extraña y nihilista nueva religión, hasta que la propia puesta en práctica de la misma se vuelva en contra de su propia existencia, que día a día se tornará más errática, exteriorizando una personalidad atormentada que impedirá que nada ni nadie le ayude a superarla.

Antes lo señalaba, WISE BLOOD es, ante todo, un film inclasificable, como en los años sesenta lo pudiera ser MORGAN, A SUITABLE CASE FOR TREATMENT (Morgan, un caso cínico, 1966. Karel Reisz) –y no hago esta analogía por el hecho de que en ambos films la presencia de gorilas tenga una especial importancia-. Se trata de un film realizado a contracorriente, que de antemano ha de contar con la simpatía del espectador, al contemplar como un realizador tan veterano como Huston –tenía entonces setenta y tres años de edad- se embarcaba en un proyecto de pequeñas proporciones económicas –incluso un reparto carente de rostros conocidos pero de impecables resultados-, en el que combina casi de un plano a otro momentos e instantes en los que el patetismo se da de la mano con lo surrealista e incluso con lo abiertamente cómico. Ayudado por la extraordinaria fotografía en color de Gerry Fisher, una de las virtudes de la película es la triste fisicidad que se nos transmite ante todo de los húmedos exteriores de una zona envejecida y deteriorada, en la que casi podemos oler su húmedo aroma a decadencia, y que tendrá su no menos sombrío contrapunto en esas secuencias de interiores, casi propias de una película de terror –ante todo centradas en la mansión de la anciana y solitaria dueña de la casa donde se hospeda Motes-. En torno a esa triste ambientación, es indudable que la aportación del gran Alex North ayuda en buena medida a servir a los propósitos de Huston de alternar esos contrapuntos tragicómicos que brinda esta crónica, en la que importa mucho más lo que se nos transmite que la historia narrada –en realidad bastante nimia-. Una película en la que incluso se descuida y abandona el devenir de no pocos de sus personajes secundarios –Enoch, el falso predicador ciego…-, en beneficio de la impresión, o transmitir al espectador una extraña sensación de tristeza irrenunciable, que se encuentra ante todo inserta en la mente de su protagonista, pero que el veterano realizador logra –no sin ciertas irregularidades-, transmitir a la pantalla. Es por ello, que sin ser un título redondo, no se puede negar en él su capacidad de riesgo y, en última instancia, una dolorosa sensación de soledad compartida, entre el ya desahuciado protagonista, cuando después de abandonar la vivienda de su casera –que le ha ofrecido casarse con él para compartir ambos su soledad, y de la que él ha huido-, es rescatado por la policía y, en una hermosa y terrible grúa de retroceso, nos deja entrever el inevitable final de su andadura vital, sin que las constantes llamadas de esa ama de llaves que pretendía sublimar con él una existencia gris, ya de nada sirvan. Conmovedora conclusión, para una película que merece no solo ser tenida en cuenta dentro de la filmografía de Huston –aunque no se trate de una de sus mejores obras-, sino que propone una de las realizaciones más singulares producidas en el seno del cine norteamericano de finales de la década de los setenta.

Calificación: 3

2 comentarios

Juan Carlos Vizcaíno -

Lo mismo te digo querido Teo, y que el cine al menos siga permitiéndonos soñar, en un mundo en donde cada vez el sueño tiene menos cabida. Un abrazo muy grande

Teo Calderón -

Bueno, disculpa que me cuele al final de tu aportativa reseña en torno a "WISE BLOOD" (para mí, la película más rara de Huston) y utilice el hueco para desearte unos felices días hasta despedir este 2012, esperando que el nuevo año que se nos viene encima no nos hunda a muchos definitivamente en la miseria (la económica y la moral).
Mientras, un abrazo.