Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

THE ROARING ROAD (1919, James Cruze) Batiendo el récord

THE ROARING ROAD (1919, James Cruze) Batiendo el récord

En unos tiempos donde bucear siquiera sea mínimamente el pasado cinematográfico, parece ser un deporte que practicamos cuatro gatos, lo cierto es que cuando se plantea quien fue la primera gran estrella masculina del cine norteamericano, trasladando dicho enunciado a su vertiente como receptores del público femenino, siempre se cita la figura de Rodolfo Valentino. Sin embargo, reiteradamente se omite la previa que instauró el estupendo galán que fue Wallace Reid. Iniciado en el cine realizando gran cantidad de cortos, fue empujado por su estudio de siempre –la Paramount-, para que protagonizara una considerable sucesión de títulos, en los que transmitió ante la pantalla un personaje alegre, dinámico, deportivo y jovial, que le hicieron ser receptor del fervor de auténticas legiones de féminas. Un accidente sufrido en un rodaje le llevó a la adicción a la morfina, lo cual contribuyó a un prematuro deterioro físico y a una inesperada muerte en 1923, privando a la pantalla una figura que sin duda hubiera seguido dando mucho de sí, y casi planteándose como un precedente de lo que muy poco tiempo después ofrecería Harold Lloyd en una vertiente más cómica –y con gafas-. La figura de Reid planteó en el Hollywood de aquellos tiempos toda una campaña en contra del uso de drogas –aunque en el caso de la víctima estas no se consumieran más que como remedio a una mala curación- pero, sobre todo, con el paso de tantas décadas, ha ido posibilitando un injusto olvido, ya que contemplar cualquiera de los títulos en los que se encontrara en su reparto, nos trae la imagen de un intérprete carismático y dotado de una frescura inusual en el cine de aquellas dos primeras décadas del siglo XX. Caracterizado por esa amplísima filmografía –los rodajes rápidos se sucedían uno tras otro, contribuyendo ello a su desgraciado fallecimiento-, una parte de dichos títulos fueron dirigidos por James Cruze –el autor de la emblemática y posterior THE COVERED WAGON (La caravana de Oregón, 1923)-, quien dentro de la citada Paramount se encargó de elaborar numerosos vehículos para el lucimiento de la encantadora estrella. Eran todos ellos films que apenas alcanzaban la hora de duración, y en los que junto a su agilidad narrativa, y a transmitir en sus imágenes esa jovialidad característica de su máxima estrella, formularan ya un determinado sentido de la composición cinematográfica.

En buena medida, THE ROARING ROAD (Batiendo el récord, 1919. James Cruze) responde a dicho enunciado, describiéndonos la figura del joven e impetuoso Walter Thomas Toodles Walden (Reid). Este es el más exitoso encargado de ventas de la firma automovilística que encabeza J. D. –denominado “El Oso” (Theodore Roberts); una sobreimpresión nos describirá gráficamente la rudeza de su carácter al comparárnoslo literalmente con uno de dichos animales-. J. D. preside Marco Motors, y se encuentra deseoso de alcanzar el record que le permita triunfar por tercera ocasión consecutiva un gran premio automovilístico. Sin embargo, sus esperanzas quedarán frustradas al caer al agua los vehículos que tenía preparados para la competición. Lo que desconoce el magnate, es que por un lado Toodles está enamorado de su hija Dorothy (Ann Little), mientras que en su interior anhela dejar una profesión para la que está facultado por su simpatía natural, pero en la que no se encuentra a gusto, ya que lo que realmente desea es ser piloto. Como podrá suponer muy pronto el espectador, el ulterior metraje de THE ROARING ROAD, no será más que la plasmación del deseo del joven protagonista para poder llevar a efecto su deseo, al tiempo que sobrepasar ampliamente un récord que prestigiaría aún más la firma encabezada por J. D. y, finalmente, conseguir la aprobación de este para casarse con su hija. Ni que decir tiene que no cabe esperar más de esta película de poco menos de sesenta minutos de duración, destinada sobre todo para servir como vehículo estelar a un Reid que, sin embargo, no se prodiga en exceso en el conjunto del metraje, pero pese a cuyas ausencias en el plano percibimos que su carisma logra envolver el conjunto de la película. Una producción en la que se combina sentido del humor y de la competición, en la que sus elementos narrativos devienen tan simples como eficaces, y a la que cabría oponer ante todo un excesivo abuso de los intertítulos –cierto, nos encontramos en 1919, pero ya entonces se habían formulado esfuerzos en dicha faceta-.

Lo cierto es que la recuperación de THE ROARING ROAD, permite por un lado comprobar el buen pulso y al mismo tiempo la simpleza desplegada por Jamez Cruze –que a lo largo de su andadura como director filmó más de setenta películas, hasta finales de la década de los años treinta- y sirve, ante todo, para recordar a la primera gran estrella masculina que brindó el cine norteamericano. Un Wallace Reid que sin duda aún hubiera podido dar mucho de si de no haber mediado esas tristes circunstancias brindadas por la propia configuración de un Hollywood acaparador, y que aún casi un siglo después, desprende el carisma y la autenticidad de su personalidad fílmica. Unos rasgos muy diferentes al exotismo y la sensualidad del mencionado Valentino, pero sin duda mucho más cercanos a lo que podría definir el cine USA, y que prolongaron bastantes años después intérpretes como pudiera ser un James Stewart en su juventud. Habiendo podido contemplarlo en algunos títulos de época firmados previamente por Cecil B. De Mille, lo cierto es que la prematura desaparición de Wallace Reid, nos privó de la madurez de un intérprete versátil y, ante todo, revestido de una insólita frescura para el cine de su tiempo. Dentro de dicho ámbito, las peripecias que conforman el entramado de THE ROARING ROAD, no son más que el aún grato engranaje que sirviera como nuevo vehículo para su figura.

Calificación: 2

0 comentarios