THE CHAPMAN REPORT (1963, George Cukor) Confidencias de mujer
Inserta en la filmografía de George Cukor entre LET’S MAKE LOVE (El multimillonario, 1960) y la oscarizada MY FAIR LADY (Mi bella dama, 1964) –y sería justo señalar que entre la primera de ellas y el film que nos ocupa, se encuentra el inacabado SOMETHING’S GOT TO GIVE (1962) la última película en la que intervino Marylyn Monroe-, lo cierto es que THE CHAPMAN REPORT (Confidencias de mujer, 1963) sigue apareciendo desde el momento de su estreno como un auténtico corpúsculo molesto, introducido en el periodo de la obra cukoriana desarrollada en los años sesenta. Parece que muy pocos se han molestado en valorar y mirar lo que proponen sus imágenes, más allá de ese envoltorio supuestamente escandaloso que pudiera provocar en su momento, sin duda el que más ha envejecido de cuantos conforman su enunciado. Y es que, en efecto, es más que probable que la base dramática de la novela de Irving Wallace, suponga el eslabón más endeble de esta producción de un ya veterano Darryl F. Zanuck –acompañado por su hijo Richard-, centrada en las supuestas investigaciones del doctor George C. Chapman (Andrew Duggan), en torno a la importancia de la actividad sexual de la mujer –en este caso la norteamericana-, hasta entonces sepultada bajo el axioma de la obligada relación amorosa. De manera un tanto risible, esa nueva concepción será motivo de escándalo cuando el experto en materia sexual se disponga a realizar una encuesta a diferentes representantes femeninas, deteniéndose el film en la confesión de cuatro de ellas, que serán sobre las que se sostendrán de forma intercalada el nudo argumental y la esencia del mismo. Los personajes elegidos serán Kathleen Barclay (Jane Fonda), una mujer de vida acomodada, caracterizada por una frigidez que le impedirá disfrutar de su vida matrimonial. Por otro lado encontraremos a Naomí Shields, amiga de esta, y perfecto ejemplo de mujer ninfómana y de personalidad autodestructiva. Oponiéndose a ellas en mentalidad encontraremos a Sarah Garnell (Shelley Winters), una mujer casada, a punto de entrar en una mediana edad, y que tiene como amante a un “gigoló” –Fred Linden (Ray Danton)- que la somete con sutileza. Cerrará el cuarteo de protagonistas la extravagante Teresa Harnish (Glynis Johns), casada y caracterizada por una posición social más que acomodada, pero a la que perderá su pasión por un apuesto jugador de rugby –Ed Kraski (Ty Hardin)-.
Será este será el entramado de base sobre el que Cukor trabajará en un film que sufrió en el momento de su estreno no pocos contratiempos a la hora de intentar rebajar su supuesto alcance escandaloso. En buena medida, era ese el objetivo que se marcaron los productores, a la hora de lanzar uno más de los títulos más o menos polémicos que proliferaron en aquellos inicios de los sesenta, buena parte de las cuales han envejecido de manera irremediable, dejando entrever entre ellos la fragilidad que se albergaba bajo sus aparentes novedosas costuras. Pero por el contrario –y hay que reconocer que quizá seamos pocos los que sostenemos dicha afirmación-, en esta ocasión sucede todo lo contrario. Y es que sin considerar que nos encontremos ante un logro absoluto –la obra de Cukor, preciso es reconocerlo, no se encuentra pródiga en ellos, aunque en la misma se inserten bastantes films llenos de interés-, THE CHAPMAN REPORT no solo no me parece un título indigno de su artífice, sino que aún reconociendo el cierto alcance de su irregularidad –a la que quizá no fuera ajena la reducción a la que fue sometida en la mesa de montaje-, en él se adelantan temas que bastantes años después el propio director volvería a retomar con mayor libertad. En definitiva, que no concibo la tan valorada RICH AND FAMOUS (Ricas y famosas, 1981), sin la previa existencia de esta película.
Cierto es que para saber valorarla en su auténtica intensidad, y al contrario que otros títulos de aparente semejanza, debemos dejar de lado la supuesta importancia de su premisa argumental. Obviar el supuesto escándalo que provoca la puesta en marcha de esta encuesta –que encontrará su oposición en la figura del veterano Dr. Jonas (el siempre magnífico Henry Daniell), empeñado en una visión de raíz moralista que liga indefectiblemente sexo y amor, y que intentará boicotear el estudio-, y centrarse en los logros que Cukor brinda en el tratamiento cinematográfico de sus protagonistas femeninas. Llegados a este punto, hay un elemento que a mi modo de ver impide que la película alcance esa homogeneidad que está a punto de rozar en buena parte del metraje. Me refiero, por supuesto, al tono burlesco presente en el episodio protagonizado por Glynis Johns y Ty Hardin –por más que la imagen de esta en bikini sentada en la arena de la playa mirando con lascivia las piernas desnudas del musculoso jugador de béisbol se haya erigido como imagen icónica del film-. Cierto es que funciona como comedia en sí misma, y sobre todo permite destrozar la imagen de ese espantoso falso “duro” de Hollywood. Sin embargo, la inclusión de estas secuencias chirrían con la severidad e intimismo que adquiere el tratamiento de las otras tres protagonistas femeninas.
Y es ya entrado en ese terreno donde Cukor afila sus armas, logrando en el tratamiento de todas ellas una intensidad pocas veces vistas en su cine. Lo pondrá en práctica en planos largos –algunos de casi insoportable dureza, como los que planificará en torno a la magnífica Jane Fonda, durante su primera entrevista junto a Paul Radford (Efrén Zimbalist Jr.)-. El director ofrecerá una descripción autenticamernte aterradora de ese ser casi sin salvación posible, encarnado por una sensacional Claire Bloom –a la que ya desde su primera secuencia, con la aparición de un joven Chad Everett como repartidor de leche, observaremos su inestablidad emocional y mal disimulado apetito sexual-, y que no dudará en someterse al dictado de un despreciable joven casado vecino de ella –Wash Dillon (Corey Allen)-, hasta que en un instante de suprema depresión, ponga fin a su vida –en uno de los instantes más hermosos y al mismo tiempo dolorosos del cine de su autor. Por su parte, Sarah aportará ese término medio de esposa insatisfecha. Su marido, el bonachón de Frank (excelente Harold J. Stone), solo está pendiente de ver el fútbol por la televisión, creyendo a pies juntillas las actividades que le comenta su esposa, en cierta medida por la ausencia de auténtico amor entre ambos. El desengaño final que esta vivirá en torno a ese amante que en realidad se ha reído de ella cuando ha decidido abandonar a su marido, en realidad ejercerá de catarsis para una conclusión conmovedora, en la que la rendición de los esposos ante un futuro quizá dominado por la rutina, puede que también se encuentre impregnado a partir de ese momento de una auténtica sinceridad y comprensión hasta entonces carente entre ellos.
La brillantez de THE CHAPMAN REPORT por tanto, no debe buscarse en su caduco envoltorio, quizá en su momento motivo de escándalo, o de una mirada en el fondo morbosa por parte de las mujeres de la American Middle Class de aquellos años. Hay que vislumbrarla en la manera con la que Cukor trata a sus principales roles femeninos. En la sinceridad que emanan de sus reacciones, en la manera con la que se trabaja sobre la iluminación, el uso de las sombras, los fundidos en negro. En definitiva, en el tratamiento de una dramaturgia que, hoy y ahora, es sinónimo de buen cine, y que entre aspectos olvidables, se encuentra consistentemente sedimentada en su metraje. De tal forma, contemplar de manera desprejuiciada esta película, creo que supone acercarse como en pocas ocasiones al universo de este tan irregular como en ocasiones apasionante cineasta.
Calificación: 3
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