LOVE ME TONIGHT (1932, Rouben Mamoulian) Ámame esta noche
Aquel que contemple LOVE ME TONIGHT (Ámame esta noche, 1932) sin haber visto ninguno de los tres largometrajes previos que había rodado hasta entonces Rouben Mamoulian, es probable que se sorprenda más de lo que, ya de por sí, propone esta película. Y es que, sin recurrir a dichos referentes, nos encontramos ante una comedia musical que desde sus primeros instantes, destaca por su capacidad de inventiva formal. Pero ello sería un marchamo en la andadura previa de su realizador, que emana de su debut en APPLAUSE (Aplauso, 1929) –lo señalo por referencias, ya que no la he podido contemplar-, y tanto en CITY STREETS (Las calles de la ciudad, 1931) como DR. JEKYLL AND MR. HYDE (El hombre y el monstruo, 1931), ambas destacan por su declarada modernidad narrativa, centrada en la constante búsqueda de invenciones formales. Es por ello, que LOVE ME TONIGHT prolonga dicha inquietud, dentro de un terreno mucho más espinoso para lograr un resultado perdurable: el temible de las operetas musicales. Por fortuna, y como antes señalaba, desde sus primeros instantes, el film de Mamoulian se describe ensimismado con la experimentación de la técnica, proponiéndonos con unos divertidos modos el laborioso despertar en la capital parisina. Lo articulará mediante una concatenación de ruidos que van sumándose según van sonando unas campanadas, hasta lograr trasladar al espectador, con una sorprendente sensación de frescura, el amanecer y crepitar de la gran ciudad, centrándose en la sastrería de la que es propietario Maurice (un Maurice Chevalier realmente divertido), quien prolongará ese inicio lleno de contagiosa musicalidad con la primera de sus canciones. De entrada, será este el procedimiento con el cual el realizador introducirá buena parte de las mismas y elementos propiamente musicales del film, aportando con ello un alcance de modernidad sin duda más valioso que el propuesto por no pocos musicales de Hollywood de años posteriores.
Para Mamoulian, la introducción de las canciones será un soporte que servirá en al menos un par de episodios para engarzar una serie de situaciones, que de otra manera sin duda hubieran tenido una compleja evolución narrativa. En definitiva, que de un elemento que supuso un lastre en no pocas producciones, en esta ocasión se asume como eje narrativo de primer orden. Pero vayamos a la sencilla anécdota argumental que propone esta producción de la Paramount, que por un lado se centra en el seguimiento de Maurice al Vizconde Gilbert de Varèze (Charles Ruggles), un moroso impenitente que ha llevado prácticamente en la ruina al sastre al deberle sesenta mil francos en vestuario, dejando a este por su parte en deuda con todos sus proveedores. Por su parte, en el castillo de la Princesa Jeannette (Jeannette MacDonald) –donde se encontrará como invitado Varèze-, esta se encuentra absolutamente desolada ante la perspectiva de tener que casarse con un aristócrata de avanzada edad con el que no demuestra ningún afecto. La querencia de su tutor, el Conde de Savignac (Cecil Aubrey Smith), a la hora de mantener sangre noble en la descendencia de Jeannette, limitará los posibles candidatos –además del señalado cargante pretendiente-, ¡a uno de más de ochenta años y otro de doce! La casualidad permitirá el primer e inesperado encuentro entre la princesa y Maurice en pleno campo, estableciéndose entre ellos una soterrada hostilidad. Una vez el sastre llegue al inmenso castillo –es magnífica la utilización que se ofrece del diseño de producción en los interiores, en donde se apuesta magníficamente la profundidad de campo de los mismos-, se hará pasar por un noble, integrándose casi a pesar suyo en las anticuadas costumbres de sus moradores, aunque logrando poco a poco granjearse la simpatía de buena parte de los mismos. El elemento de comedia de LOVE ME TONIGHT está revestido de notable frescura, prolongando el sendero abierto por el estudio por las producciones firmadas por Ernst Lubistch, aunque es evidente que Mamoulian intenta –y estimo que logra- preservar un grado de personalidad propia en esta película que destaca por su ritmo ligero y prácticamente sin baches, que se mantiene con un considerable grado de frescura más de ocho décadas después de ser filmada, en el que el trazado de sus personajes secundarios –el trío de señoronas que parecen ejercer de jueces de todo lo que sucede en el interior del castillo-; el papel de los criados –atención al instante en que estos son mostrados en contrapicado cuando Maurice abandona el palacio una vez descubre su condición de sastre-. Y es que, tal y como señalaba en esta aseveración, encontramos en esta aparentemente intrascendente opereta, un ejemplar uso del lenguaje cinematográfico. Ejemplo de ello lo tendremos no solo a la hora de proponer las angulaciones de cámara en función de las situaciones vividas por sus personajes, sino incluso en ese grado de locura que imprime a algunos de sus instantes, como en la larga y coral entonación de la canción en la que todos se quejan de haber descubierto la fraudulenta y “deshonesta” profesión del hasta entonces supuesto Baron Courtelin –así se denominó Maurice al introducirse en el mismo-, que llevarán incluso a hacer cantar hasta a los relieves de los antepasados de la familia –un instante delirante-.
Y junto a ello, hay dos aspectos que me gustaría señalar, avalando esa búsqueda yo creo que incansable, que guió los primeros pasos de la andadura cinematográfica de Maolulioan –y en líneas generales con notables resultados-. Uno de ellos es la ocasional utilización del zoom, elemento sorprendente en una producción de inicios de los años treinta, mientras que por otro lado, un deliberado acelerado de imagen –como si en él se rememorara con cierta nostalgia el no muy lejano slapstck silente-, nos describirá la deliberada huída a que es sometido Maurice por parte del salvaje caballo que le ha proporcionado la hasta entonces distante princesa. Pero más sorprendente aún será la inclusión de una secuencia utilizando el ralent”, justificada por la petición que el rendido protagonista –al que se verá de aspecto destrozado, aunque el director haya utilizado la elipsis para evitar mostrar el choque recibido-, solicitará a los nobles, para que regresen de la cacería con tranquilidad. Con ser sorprendente, no sería la primera vez en la que la cámara lenta se utilizaría en el ámbito cinematográfico, recordando la borrachera colectiva vivida por los protagonistas de la divertida comedia silente de Gregory La Cava FEEL MY PULSE (Tómeme el pulso, doctor, 1928). Sea como fuere, y admitiendo la un tanto abrupta y convencional resolución de la misma, no cabe duda que LOVE ME TONIGHT permanece llena de frescura, sin desmerecer en demasía entre la valiosa –aunque no demasiado extensa- producción de este tan interesante como desconcertante y versátil Rouben Mamoulian.
Calificación: 3
4 comentarios
feaito -
Carlos -
Un saludo desde http://www.muchcine.com/
westerner -
jorge trejo -