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CINEMA DE PERRA GORDA

BELLE STARR (1941, Irving Cummings)

BELLE STARR (1941, Irving Cummings)

Un título como BELLE STARR (1941), es la ejemplificación plena de que los parámetros de un estudio en la edad dorada de Hollywood, pueden dar como fruto un resultado tan discreto como solvente, situándose muy por encima de las posibilidades esgrimidas por un realizador de escaso fuste, en este caso Irving Cummings. Artífice de no pocos musicales de los que he huido sin recato, y también de un título del que conservo un recuerdo tan ingrato como MY GAL SAL (Mi chica favorita, 1942) –precisamente rodada tras el que nos ocupa-, solo lo recuerdo como objeto de un inesperado –y moderado- atractivo la comedia que dio como conclusión a su filmografía –DOUBLE DYNAMITE (Don dólar, 1951)-. Es por ello que nos encontramos ante un western en el que se detectan desde el primer momento, los rasgos de estilo que forjaron las apuestas del género en la 20th Century Fox. Prolongando una estela iniciada con JESSE JAMES (Tierra de audaces, 1939. Henry King) –en la que al parecer intervino el propio Cummings sin estar acreditado-, y prolongada en las dos aportaciones de Lang en dicho estudio –THE RETURN OF FRANK JAMES (La venganza de Frank James, 1940) y WESTERN UNION (Espíritu de conquista, 1941) –también protagonizada por Randolph Scott-, o la posterior CANYON PASSAGE (Tierra generosa, 1946. Jacques Tourneur). de entrada asistimos a un título caracterizado por una ajustada duración de poco más de ochenta minutos, que prolonga la estela de los referentes señalados, a la hora de apostar por la incorporación de ese primitivo Technicolor, que con el paso de los años ha otorgado una singular patina pictórica a estas muestras del cine del Oeste. En esta ocasión son tres los responsables destinados a esta parcela, en una película que probablemente se gestó a partir del éxito logrado apenas dos años antes con GONE WITH THE WIND (Lo que el viento se llevó, 1939. Víctor Fleming).

BELLE STARR nos reencuentra con las postrimerías de la consolidación del Estado de la Unión, tras una cruenta guerra civil que no ha logrado disipar los recelos de los derrotados habitantes del Sur de los Estados Unidos. Una de ellas será la joven Belle (una Gene Tierney pre-Laura), hermana de Ed (John Shepperd), soldado sudista que regresa al hogar asumiendo con dignidad dicha derrota. Será una actitud que su hermana no compartirá, albergando en su interior un sincero sentimiento de pérdida de lo que para ella han sido sus señas de identidad. Este sentimiento crecerá cuando se encuentre con el capitán sudista Sam Starr (Randolph Scott), con quien la joven simpatizará desde el primer momento, aún sabiendo que este se encuentra perseguido por las autoridades militares, ya que encabeza un colectivo rebelde en lucha tardía contra una realidad que se impone ante la población. En realidad, el film de Cummings tiene sus dos elementos vectores en la revisitación de esa sociedad aún fracturada que conformaba los primeros pasos de la Unión –el tema que el éxito del film producido por Selznick puso nuevamente de moda-, y por otro lado la sutil relación triangular que se establecerá en la doble atracción que sobre Belle mantendrán por un lado Starr, y por otro el pacífico pero implacable Mayor Thomas Crail (Dana Andrews), quien no dudará en cumplir las estrictas normas militares, incendiando la mansión de Belle, al comprobar que esta ha acogido a Sam. En medio de ambas vertientes, la película se beneficia del estupendo y al mismo tiempo entrañable y ya señalado diseño de producción característico de la Fox dentro del terreno del western, unido al interés que presenta el guión puesto en marcha por el especialista en el estudio Lamar Trotti, a partir de una historia del siempre turbulento Niven Busch. Podríamos señalar en un ejercicio de interpretación que quizá Trotti se encargara de la vertiente historicista, mientras que el segundo potenciara más la vertiente de ese triángulo que, con todo, siempre quedará plasmado de una manera sutil.

Con ser interesante todo ello, lo cierto es que BELLE STARR logra componer una visión de conjunto bastante equilibrada de los contrastes y conflictos emanados entre sudistas y nordistas, introduciendo en el relato personajes que existieron en aquellos tiempos, como las citas a Quantrell y su bandidaje camuflado bajo el servicio al Sur, o los hermanos Cole, que de manera indirecta serán los causantes de la decepción final de Belle por su pasión hacia el Sur. Y es quizá en la capacidad de recrear el retrato de una joven bella y confusa, sincera en sus ideales, donde se encuentra el máximo atractivo de un film que se inicia con fuerza –esa secuencia inicial delante de las ruinas de la mansión incendiada, que da pie al flash-back que se extiende a buena parte del film, pero va perdiendo fuelle según se va desarrollando. Cierto es que su metraje se engloba dentro de la vertiente Americana que el estudio de Zanuck practicó tanto en propuestas en color, como en otras filmadas en blanco y negro. Lo cierto es que esa evolución que irá desprendiéndose de la inicialmente frágil personalidad del personaje que encarna con su encanto habitual Gene Tierney, está perfectamente recreada en un relato de ajustada duración, del que se desprenden algunas secuencias incluso divertidas –la manera con la que Sam Starr es rescatado de la cárcel-, pero que poco a poco va desprendiendo una sensación de carencia de complejidad en su trazado, diluyéndose dentro de un tono de extraña complacencia, que quizá inicialmente se planteara dentro de un rasgo elegíaco, pero al que quizá la falta de una mayor capacitación de Cummings, impide llegar hasta el aprovechamiento de sus posibilidades. Pese a dichas limitaciones, lo cierto es que BELLE STARR aparece finalmente como una película tan fácil de contemplar, como pronto envuelta en la nebulosa del olvido.

Calificación: 2

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