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CINEMA DE PERRA GORDA

TUMBLEWEED (1953, Nathan Juran) [Sombras en el rancho]

TUMBLEWEED (1953, Nathan Juran) [Sombras en el rancho]

A raíz de su condición como “el soldado más condecorado de Estados Unidos”, en plena juventud y provisto de un atractivo físico de carácter aniñado, Audie Murphy pronto fue captado por Hollywood, debutando en una interesante aportación de John Huston, que conoció en el momento de su estreno una sonada polémica. No pocos aficionados conocen THE RED BADGE OF COURAGE (1951), en la que Huston proponía, a través de la novela de Stephen Crane, una interesante digresión sobre la relatividad y escasa frontera existente entre el valor y la cobardía. Al nivel que nos ocupa, supuso el inicio de la carrera del jovencísimo Murphy, quien a partir de entonces se convirtió en una estrella juvenil de la serie B del western –su primera incursión fue el entrañable THE CIMARRON KID (1952, Budd Boetticher), protagonizando en ese mismo año el bastante atractivo THE DUEL AT SILVER CREEK (1952, Don Siegel). En todas estas películas su personaje protagonista era presentado como un muchacho provisto de nobles ideales, valiente y gallardo, pero al mismo tiempo vulnerable y objeto de las insidias de un Oeste lleno de corruptelas. Con cierta herencia del serial a la hora de ser considerado el “chico” de todas estas películas, TUMBLEWEED (1953, Nathan Juran) –nunca estrenada en la gran pantalla en España, y editada en DVD bajo el título de SOMBRAS EN EL RANCHO-, propone uno de dichos exponentes, erigiéndose como un ejemplo de dicha serie B, tan apreciable en sus resultados como evidente en sus límites. Producida por la Universal International, con una cuidada fotografía en color del gran Russel Metty, cabría destacar en ella de antemano la producción de Ross Hunter –algo insólito en un hombre de cine más inclinado al melodrama-, y contando en las tareas como montador del brillante Virgil Vogel –artífice de algunas interesantes cintas de ciencia-ficción-.

De entrada, TUMBLEWEED podría ser definida en la imitación de sus virtudes, en el aspecto positivo al encontrarnos con un relato que se degusta con relativa placidez en esa ajustada duración de menos de ochenta minutos, permitiendo que su ritmo apenas decaiga. Por el contrario, hay algo que impide que su conjunto brille a mayor altura; el hecho constatable de intentar introducir en su metraje demasiados elementos pertenecientes a diferentes corrientes del género, sin que su acumulación encuentre esa densidad y equilibrio propio de las mejores muestras de dicha tendencia. Es más que probable que no eran esas las intenciones de este producto dirigido por el competente pero desigual Nathan Juran, destinado ante todo para el lucimiento –y al mismo tiempo las limitaciones- del joven Murphy. Este interpreta en la película a Jim Harvey, un valiente jinete que es encargado de conducir una caravana por un terreno agreste, esquivando en ella el acoso de los indios. Sin embargo, y contra sus intenciones –e incluso planteando un itinerario alternativo, más agreste-, su elección no impedirá el ataque de estos, que fulminarán a los hombres que formaban la caravana –las dos mujeres serán salvadas al ser ocultadas por Jim-. Mientras, este en un intento desesperado intentará negociar con el jefe de la tribu, no logrando más que ser atado y evitando la masacre. A su regreso a la localidad será recibido con hostilidad por sus moradores –e incluso por las dos mujeres que fueron salvadas por él-, viendo en él a un cobarde y estando a punto de ser linchado. Solo las buenas maneras del sheriff Murchoree (Chill Wills), pese al rechazo que le produce personalmente su convencimiento de la cobardía y anuencia de Jim con los indios, su condición como hombre de la ley le llevará a prisión, con el solo deseo de salvarlo de morir ahorcado por los ciudadanos soliviantados. El acoso que va viviendo rodeado en las instalaciones de la Ley, solo le servirá de salir de allí con la llegada de Tigre (Eugene Iglesias), ese joven indio al que salvó la vida en la secuencia inicial del relato, que matará al guardián de la prisión para devolver al muchacho esa vida que casi se le va a escapar de forma injusta. A partir de la huída de Harvey, este recurrirá a la ayuda de un viejo ranchero, viviendo no pocas azarosas aventuras, y encontrando en la distancia en Laura (Lori Nelson), aquella joven que salvó la vida pero que dudaba del valor de Jim, a una mujer que poco a poco irá añorando a ese muchacho que desde el primer momento llamó la atención en ella, aunque esté a punto de casarse con el joven y poderoso Nick Buckley (Roy Roberts).

Dentro de ese ya señalado e impecable ritmo que imprime a la película una agradable sensación, encontramos en la misma de nuevo esa descripción del personaje encarnado por Murphy como un ser valeroso que encontrará la incomprensión de su entorno. La cámara se encargará de explotar la fotogenia y el supuesto atractivo del intérprete –no olvidemos la presencia de Hunter como productor, siempre pródigo en destacar ese lado erótico de sus estrellas masculinas-. Por su parte, se introducirán apuntes en torno a una relativa dignificación de los indios –algo que el western instauró a partir de BROKEN ARROW (Flecha rota, 1950. Delmer Daves), aunque en realidad se planteara con mayor hondura en la excelente  DEVILS’S DOORWAY (La puerta del diablo, 1950. Anthony Mann)-, no dudará en aprovechar en determinados parajes lo agreste de sus exteriores –con especial mención al que describe el ascenso por una garganta del caballo que porta Murphy-. Y al mismo tiempo, introducirá con no demasiada convicción, aspectos ya vistos en otros exponentes del género como YELLOW SKY (Cielo amarillo, 1948. William A. Wellman), destacando el recorrido tanto del protagonista como de sus perseguidores por un desierto de cal, en el que todos ellos se encontrarán a punto de perecer –atención al brillante fragmento en el que el mismo caballo salvará al protagonista de morir de sed mediante su intuición-. En ese compendio de elementos ya utilizados en otras muestras del género previas y de mayor calado, no se encontrará ausente un elemento de intriga, al descubrir el joven proscrito que alguno de los ciudadanos ha estado aliado con los indios, y tiene oscuros intereses para hacerse con terrenos por alta cualificación en la obtención de plata. Por otro lado, intentará el encuentro con Águila –el padre de Tigre y lider de la tribu india- delante de sus perseguidores, para que con su testimonio quede indemne su reputación ante el colectivo que con tanta facilidad ha repudiado a este miembro de su sociedad. En aquellos años, no eran pocos los exponentes del género que expresaban mediante dicha circunstancia quizá una soterrada crítica al maccathismo vigente –del cual su máxima expresión sería el magnífico SILVER LODE (Filón de Plata, 195  . Allan Dwan), y cabría destacar, para finalizar, el apoyo brindado por el veterano ranchero al que acudirá casi como último extremo, sin que sepa que en el pasado, este vivió y sufrió una circunstancia parecida a nuestro protagonista, siendo acusado de un hecho que no cometió. Esa defensa de la justicia, se erigirá, en última instancia, como el auténtico hilo vector de este apreciable TUMBLEWEED, una demostración más de la eficacia del cine de corto presupuesto en los grandes estudios, al que la ausencia de una mayor hondura, no nos puede privar de su modesto placer como muestra de simple cine de esparcimiento en los inicios de los cincuenta, como apuesta clara por la figura de este tan limitado como simpático Audie Murphy.

Calificación: 2’5

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