HEAT (1972, Paul Morrissey) Caliente
Puede decirse que con HEAT (Caliente, 1972) Paul Morrissey cierra una especie de trilogía que se inició cuatro años antes con FLESH (Carne, 1968), prolongándose con TRASH (Basura, 1970) Cierto es que antes y después de ambos se erigieron otros títulos que engloban el hecho de contar con el protagonismo del joven Joe Dallesandro, aunque no es menos perceptible que es en estos tres exponentes, donde se ofrecen sendas miradas complementarias, ligadas al underground cinematográfico, describiendo facetas centradas en ese “otro lado” de la sociedad urbana norteamericana. En esta ocasión, nos encontramos visitando la trastienda de un determinado hábitat cinematográfico, ya que en esencia nos detenemos en la contemplación de una reducida galería de seres. De auténticos fracasados que giran en torno al pequeño mundo de la pantalla, y que casi podríamos definir como auténticos losers insertos dentro de un contexto de aparente lujo y comodidad. La realidad nos presenta a un conjunto de seres que en el fondo se encuentran insertos en ese otro lado de una supuesta fama, que en algún momento de sus vidas parecen haber rozado, pero que en realidad se les ha escapado, bien por que no la han alcanzado o, en su defecto, han perdido el tren de la misma. En no pocos foros, se señala a HEAT como una visón más o menos humorística del SUNSET BOULEVARD (El crepúsculo de los dioses, 1950) de Billy Wilder.
Así pues, nos encontramos con la propietaria de unos apartamentos, caracterizada por no solo tener un chirriante aspecto exterior, sino ante todo poseer una personalidad abiertamente detestable –de nuevo la misoginia siempre presente en el cine de Morrissey-. Esta por un lado recibirá y alquilará un apartamento al joven y atractivo Joel David (Joe Dallesandro), una antigua estrella infantil de una serie de westerns, que intenta iniciar una carrera como cantante. Pero al mismo tiempo, la casera no cejará en fustigar a la joven Jessica Todd (Andrea Feldman), la hija de una olvidada estrella de cine –Sally (Sylvia Miles, la inolvidable Cass de MIDNIGHT COWBOY (Cowboy de Medianoche, 1969. John Schlesinger))-. Esta se encuentra con un niño y de manera repentina se ha ligado a una amiga que es lesbiana, provocando la ira de su madre. En el interior del marco dominado por una decadencia envuelta en baños de piscina y un sol casi omnipresente, poco a poco Joel irá desplegando su innegable atractivo y el indolente carácter e impasibilidad que define su personalidad, para ir obteniendo favores y hacerse sin pretenderlo el dueño del entorno que le rodea. Algo que tendrá una especial significación al marcharse a vivir a la amplia, antigua y decadente mansión en la que vive Sally, fruto de la cesión de uno de sus cuatro maridos, y en la que deambula dentro de un recinto de cerca de cuarenta habitaciones que en realidad apenas puede mantener.
A partir de la descripción de personajes, establecida a modo de viñetas insertas de modo abrupto, lo cierto es que el eje central del film gira en torno a la mirada que Joey establece sobre ellos, a la hora de ir medrando en sus intereses y utilizar de forma siempre relajada sus encantos para ir alcanzando esos objetivos de fama y celebridad que su aspecto de entrada le tendrían que facilitar. Y en ello, su inclinación hacia Sally ejercerá de bastión fundamental, proporcionándole ciertas entrevistas que podrían abrirle ciertas puertas pero que, en realidad no solo no servirán de nada, sino que al mismo tiempo supondrán la triste constatación de la decrepitud marcada en la propia artífice de los encuentros. Por su parte, esta consentirá que su hija y su nieto vivan en la mansión, sirviendo tal circunstancia como auténtico detonante para que el atractivo joven se sirva en su doble juego con madre e hija, aunque no dude en despreciar en ocasiones a Jessica, sin que ello evite en ocasiones jugar sexualmente con ella –resulta impagable a este respecto el episodio en que utiliza su bota para excitarla estando él sentado en el comedor y la muchacha en el suelo gozando con la situación y no dudando en dejar a su hijo suelto hasta la inesperada llegada de la madre-. HEAT no dudará en mostrar episodios demoledores en su propia y aparente relajación, como el de la cena con un representante y un reportero de cotilleos, en el que el primero constata el hecho de que Sally no tiene ya ningún futuro en Hollywood, y las actitudes de Joey no parecen tener opción en sus deseos –resulta atractivo el contraste entre las miradas inexpresivas y al mismo tiempo frustrantes de este, con el fragor con el que su amante intenta hacer ver las supuestas cualidades de su protegido-. Sin duda el otro episodio característico de esa “incorrección política” de la que hacen gala algunos momentos del film, es el reencuentro de Sally con su último marido, que actualmente tiene un amante masculino actor de tres al cuarto, que no dudará en practicarle una felación a un Joey que no opondrá resistencia, si con ello encuentra algún sendero para proseguir sus objetivos, y ante la mirada cómplice de Jessica, quien todo aquello que pueda mostrar una humillación para su madre verá siempre con buenos ojos.
En cualquier caso, lo cierto es que pese a ese inicio –en el que se muestra en los títulos de crédito a Joey entre basureros, y que lo liga con su actitud en los dos referentes anteriores-, lo cierto es que HEAT supone a mi juicio un cierto paso atrás en la desinhibición que mostraron dichos títulos. Centrándonos ya tan solo en el personaje de Dallesandro, de este no se mostrarán desnudos frontales, aparece de alguna manera domesticada su condición de revulsivo en torno a la acción del metraje que fueron rasgos característicos en los dos títulos que le precedieron, se le llegará a plasmar bien vestido –el traje que le ha comprado su amante y protectora Sally- y, en cierto modo, ese aspecto algo más –por así decirlo- “pulido”, resta atractivo al conjunto, al compararlo con FLESH y TRASH. Sin embargo, pese a esa sensación de fin de ciclo –aunque suene demasiado ampulosa la expresión-, el film de Morrissey culminará de forma rugosa y cínicamente desoladora, con la despedida de Joey y Sally, dirigiéndose ambos una serie de improperios, tan certeros en su disparo como humillantes en su recepción, que no dejarán de adquirir su rasgo de lucidez. Lo cierto es que en este metraje, en su extraño sentido del humor, en su atonía narrativa, y en su perfilado extrañamente divertido, HEAT dejaba bien a las claras que suponía el canto del cisne de un reducido conjunto de títulos, que dentro de sus clamorosas carencias, nadie puede negar aportaron al cine de su tiempo una mirada disolvente e incluso iconoclasta.
Clasificación: 2
0 comentarios