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CINEMA DE PERRA GORDA

THE MUMMY'S GHOST (1944, Reginald Le Borg)

THE MUMMY'S GHOST (1944, Reginald Le Borg)

En 1942 se iniciaba una pequeña franquicia dentro del seno de la serie B de la Universal, en la que la mitología de la momia –instaurada en dicha productora en el atractivo film de Karl Freund protagonizado por Boris Karloff en 1932- era retomada en la figura del mediocre Lon Chaney Jr. Eran tiempos en los que los cocktails de monstruos y las producciones de bajo presupuesto y escasa entidad eran moneda corriente en la producción del cine de terror en una productora mítica para el mismo en años precedentes. Era en el ya mencionado 1942 cuando Harold Young filmaba THE MUMMY’S TOMB, que en realidad suponía un cercano remake –en pobre- del referente de Freund. Dentro de una producción de rápidos rodajes y mediocres resultados, destinados al complemento de programas dobles y consumo rápido. Así pues, un par de años después dicho personaje, el de la momia Kharis, era retomado en una producción de poco más de sesenta minutos de duración, bajo la dirección del siempre singular y extraño Reginald Le Borg. Su resultado no sobrepasa la barrera de la grisura y mediocridad, pero lo cierto es que tampoco resulta inferior en sus menguadas cualidades al de otras producciones del estudio en dicho género, que por unas causas u otras gozan de mayor predicamento.

THE MUMMY’S GHOST (1944) se inicia con una secuencia desarrollada en pleno Egipto –que es mostrado con unas atractivas imágenes de textura extrañamente inquietante, rememorándonos el pasado de esa momia que miles de años atrás era ese Kharis (Lon Chaney) enamorado de la princesa Ananka, y castigado por violentar la voluntad de los dioses. Vuelto a tiempo presente, el viejo sumo sacerdote de la secta que sobrelleva el misterio –Andoheb, el juez de Arkan (encarnado por George Zucco)- envía hasta Estados Unidos a uno de sus seguidores –Yousef Bey (John Carradine)-, al objeto de localizar a la joven que se ha reencarnado en la princesa, para con ello preservar los deseos de Kharis. Este acometerá sus deseos, logrando para ello resucitar a la momia recurriendo a la utilización de las célebres nueve hojas de tana, recogidas de una especie vegetal inexistente, y con cuya recurrencia podrán devolver a la vida a ese ser que ha llevado siglos muerto y envuelto su cuerpo bajo el viejo y polvoriento sudario. A partir de ese momento, el film de Le Borg discurre por unos senderos previsibles, pero justo es reconocer que dentro de su bajo perfil permite algunos elementos que de entrada sobrepasan algo que se encuentran hasta en las producciones menos relevantes de dicho periodo en este género; el logro de una atmósfera más o menos inquietante mediante la fotografía en blanco y negro que era marca de la casa. A partir de dichas premisas, y mediante la escueta duración del film, se nos describe el descubrimiento progresivo de la joven Amina (Ramsay Ames, también intérprete de Kharis). Esta poco a poco irá percibiendo de manera inconsciente ese pasado que le atenaza, y que se irá manifestando de forma inquietante, al tiempo que se produzcan los habituales crímenes cometidos por Kharis –asumiendo de manera sorprendente, por lo simplista, el elemento sobrenatural casi como si se tratara de una simple crónica criminal-, en los que dejará la impronta de ese moho en cuantas personas estrangule a su paso. El estatismo de las previsibles víctimas –acentuado en la continuación que tuvo la trama con THE MUMMY’S CURSE- en esta ocasión resulta más o menos digerible, y relativamente atractiva resulta la utilización de determinados escenarios, como aquel situado frente a una imponente escalera, que servirá como refugio de Kharis, y desde cuya cima se desplomará Yousef Bey en uno de los instantes percutantes de la ficción.

Sin embargo, si por algo merece ser recordada esta película de cortos vuelos, es por la fuerza irresistible que expresan sus imágenes finales, cuando Kharis logra portar en sus brazos a una inconsciente Amina hacia las profundidades de ese pantano a la que le obligan los perseguidores de una batida que sigue al resucitado, que se va insertando en el interior de sus aguas, mientras la joven se va convirtiendo en la legendaria princesa, envejeciendo antes de hundirse progresivamente en las mismas y desaparecer de la función. Una secuencia que merece figurar por derecho propio en un lugar destacado dentro del magro balance esgrimido por las propuestas fantastique de la Universal dentro de unas mitologías que en la década precedente marcaron un eje de referencia para un género que exaltaron y practicaron hasta límites insospechados.

Calificación: 1’5

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