SINK THE BISMARCK! (1960, Lewis Gilbert) ¡Hundid el Bismarck!
Háganme caso en un curioso enunciado que creo nunca me ha fallado. Cuando contemplen un film británico que se inicie con el anagrama de la 20th Century Fox, esté formulado en blanco y negro y disponga de formato panorámico, no dejen de contemplar esa película. Es sinónimo de calidad contrastada. Serían varios los ejemplos a señalar, pero es algo que ratifica el visionado de SINK THE BISMARCK! (¡Hundid el Bismarck!, 1960), en una de las que quizá sea mejores obras de otro de los competentes profesionales que tuvo el excelente cine inglés a partir de la década de los cincuenta; Lewis Gilbert. Quien años después fuera otro de los directores que forjaran capítulos de la serie Bond, o llegados los ochenta dirigieran una comedia en su momento tan celebrada como EDUCATING RITA (Educando a Rita, 1983) –que nunca he podido ver-, ya en estos años en los que el Free Cinema o la obra de Losey se había adueñado del cine “de prestigio”, y Hammer Films copaba el interés de las masas de espectadores ingleses, dejaba de nuevo a las claras que la introspección psicológica ha sido desde siempre una de las señas de identidad del cine británico, estén enclavadas sus obras dentro del género que fueran.
En este caso nos insertamos en el cine bélico –marco en el que se desarrollaron muchos de dichos exponentes-, a partir de la inauguración por los nazis del poderoso acorazado Bismarck en 1939. Dos años después las islas se encuentran en la practica rodeadas de territorios y países invadidos por el III Reich, y sus habitantes asisten atemorizados a una ofensiva en la que parece que nada puede resistir a la superioridad alemana. Nos encontramos en 1941, y el objetivo de la armada se centra en intentar contrarrestar dicha circunstancia. Para ello se encomienda la llegada al mando del austero capitán Shepard (un magnífico Kenneth More), quien desde el primer momento destacará por hacer valer un estricto seguimiento de la normativa militar. El film de Gilbert destaca desde el primer momento por la capacidad para describir en leves pinceladas la galería humana que poblará el relato. Será algo que por lógica se describirá en el entorno humano que rodeará a Shepard en el bunker en donde se ha aposentado, situado a sesenta metros bajo tierra en el edificio militar situado en un Londres atrincherado. Desde allí se seguirán las diferentes iniciativas encaminadas a intentar eliminar al acorzado alemán, para con ello intentar coartar sus intentos de invasión por mar. El capitán tendrá como cercana ayudante a la joven militar Anne Davis (la estupenda Dana Wynter) y a superiores y personal a su mando, desplegando una estrategia que en un primer momento será adversa a las intenciones británicas –el demoledor alcance del Bismarck eliminará de manera rotunda una serie de buques ingleses-, aunque poco a poco el acorralamiento del acorazado alemán vaya alcanzando un crescendo que culmine en la definitiva destrucción de un objetivo militar que el propio Churchill ha marcado como prioritario –tal y como atestiguará la llamada que se mostrará en off, tras el primer gran ataque de los alemanes por medio-.
La gran virtud del film de Golbert –del que intuyo se encuentran otros títulos de interés en la primera mitad de su obra-, reside de un lado en la capacidad que alberga a la hora de plasmar las intenciones y objetivos del mando alemán que tripula y se responsabiliza de las acciones del Bismark. En este aspecto concreto, el mando del mismo describirá una extraña sensación de vanidad interna, llegando incluso a vislumbrar una serie de reacciones por parte del Reich. La riqueza de matices que se aplica en este aspecto, contrastará con la sobriedad que definirán las acciones y decisiones británicas. Algo que incluso se llegará a mantener cuando se describan las secuencias de combate, destacando la contundencia con la que el acorazado nazi destruya diversos buques británicos, desplegando una ferocidad pocas veces contemplada en la pantalla.
Sin embargo, dentro de un radio de acción en el que la creciente espiral de tensión se expresará en un marco casi claustrofóbico, la película marcará un especial grado de interés al ir mostrando las causas que han motivado la frialdad y sequedad de Shepard. Esa incipiente relación de confianza mantenida con Anne, le permitirá relatarle la terrible circunstancia que motivó la muerte de su mujer, o el temor que tendrá al tener a su hijo en aviación. Precisamente ello en un momento dado lo llevará al frente y a desaparecer en uno de los vuelos. Será a partir de dicha circunstancia, cuando el imperturbable capitán deje mostrar esas emociones hasta entonces ocultas de manera deliberada. Anne percibirá entonces al ser humano que se encuentra dentro del militar inflexible, e intentará en vano ayudarle. Precisamente en torno a dicha inflexión dramática se establecerán los momentos más valiosos del film, como la dolorosa resignación del capitán al enterarse por teléfono de la desaparición de su hijo en un vuelo o, de manera especial, el instante en el que una llamada posterior le transmita la buena nueva de saber que su hijo se encuentra a salvo. En ese momento la emoción del militar llegará a su punto más alto, pero evitando que puedan contemplarle se introducirá en un cuarto, desde donde su callada ayudante lo podrá contemplar mirando un espejo –detalle admirable de planificación-, mientras este exterioriza con pudor y en la intimidad sus lágrimas.
Al margen de esos instantes dominados por una contención combinada por su extrema emotividad, el film de Gilbert destaca por la precisión de su planificación, el interés que en todo momento despierta el devenir de sus personajes –y vuelvo a resaltar la importancia psicológica que se brinda al mando alemán del acorazado, incluso trasladándoles la escasa importancia que Hitler ha brindado a su esfuerzo a través de sus comunicados-, y la precisa combinación de secuencias de combate –espectaculares pero al mismo tiempo caracterizadas por su contundencia y sobriedad-, con aquellas desarrolladas en el interior del alto mando, donde las decisiones encaminadas a derrotar al acorazado, van siempre acompañadas por esas miradas, gestos y decisiones que permiten otorgar veracidad al conjunto. Todo ello, en un subterráneo donde sus seres perderán la noción del tiempo, hasta que el logro del objetivo permitida por un lado emerger a Shepard y Anne a la superficie, contemplando ambos como lo que creían noche era en realidad amanecer. Una sutil metáfora de dos seres solitarios a los que un contexto de guerra, ha permitido de manera paradójica unir en un hipotético futuro.
Calificación: 3
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