FLOODS OF FEAR (1959, Charles Crichton) Oleadas de terror
Poco a poco, y según voy accediendo a su no demasiado amplia filmografía, me estoy dando cuenta que en Charles Crichton se da cita uno de los realizadores más desconcertantes del cine británico. Desconcertante en la medida de encontrarnos en su obra, por un lado una amplia producción televisiva que en muchos momentos se entronca con la vertiente más comercial. Y en su aspecto estrictamente fílmico, presenciar una filmografía que se divide en dos parcelas opuestas, que a lo largo del tiempo se van entrecruzando de manera aleatoria, sin que ello vaya en menoscabo en su interés, en la capacidad descriptiva de su cine, en el cuidado del trazado de sus personajes, su integración en los marcos en los que se desarrollan sus historias, o la densidad que se manifiesta en ellas. Así pues, podemos encontrar la entrañable THE TITFIELD THUNDERBOLT (Los apuros de un pequeño tren, 1953) tras la magnífica HUNTED (1952), o el título que comentamos –FLOODS OF FEAR (Oleadas de terror, 1959)-, inmediatamente antes de la satírica THE BATLE OF THE SEXES (1959). Y lo mejor de todo, es que en ambas vertientes Crichton se mueve con similar desenvoltura, habiendo legado un menos una decena de títulos caracterizados por su especial interés, entre los que se encuentra esta extraña producción británica que se desarrolla en ámbito americano, aunque fuera rodada en los estudios Pinewood.
Más allá de su innegable interés –que a mi modo de ver sitúa su resultado entre los más valiosos de su cine-, quizá la mayor singularidad que ofrece la película, a poco que prestemos atención a su visionado, es la extraña mixtura que brinda de producción inglesa que al mismo tiempo ofrece un esfuerzo por incardinarse en su ambientación americana. Más allá de la inclusión en el reparto de Howard Keel como protagonista –en la que quizá sea la performance más perdurable de su carrera-, sus imágenes iniciales, formando un breve pero impactante documental sobre los deshielos de las montañas, irá acompañada por una voz en off que nos relata la consecuencia de un terrible temporal que muy pronto provocará el desplome de una presa en la que morirán numerosos presos que se encontraban reforzando la misma. Estos primeros minutos nos introducen de inmediato en una dinámica de tensión, al tiempo que servirán para presentarnos a Murphy (John Crawford), quien en la parte final del relato nos desvelará su naturaleza despreciable –en su primera aparición ya mostrará su egoísmo e insolidaridad a la hora de ayudar a las autoridades en las tareas de rescate-.
La fuerza de la naturaleza quedará resaltada en su pavorosa magnitud, mediante la extraordinaria fotografía en blanco y negro de Christopher Challis, imbuyendo al conjunto del metraje de una extraña aura claustrofóbica, más allá de encontrarnos ante una película que desarrolla buena parte de sus escenas en exteriores. Muy pronto la adaptación del propio Crichton de la novela de John y Ward Hawkins, se centrará en la figura del vigoroso Donovan (Keel), quien al comprobar a nado como va creciente el nivel de las aguas, rescatará por un lado a una joven que se encuentra atrincherada encima de un coche, y a la que llevará a su casa. Ella es Elizabeth Matthews (magnífica Anne Heywood), trasladándola entre las aguas hasta la misma, que se encuentra inundada y casi aislada de manera fantasmal. Pronto Donovan rescatará a Peebles (Cyril Cusack), que enseguida comprobaremos se trata de un compañero preso, de intenciones nada claras, así como Sharkey (Harry H. Corbett), uno de los guardianes, exhausto y herido, a quien el convicto también rescatará pese a los consejos en sentido contrario marcados por el cada vez más siniestro Peebles. A partir de ese momento, Crichton logra introducir un drama psicológico a cuatro bandas, a partir de las características de sus respectivos personajes, teniendo como fondo la incesante crecida de las aguas, los intentos de Donovan por huir de la cada vez más aislada casa, los de desvalijar de Peebles y los de Sharkey por intentar reducir a los dos presos, mientras que Elizabeth será el elemento que contemple ante todo la extraña nobleza esgrimida por Donovan –hasta que intuya que realmente no es el asesino por el que fue condenado-, llegando incluso a sentirse atraída por él-. Todo ello comportará una admirable primera mitad, en la que la conjunción de la fuerza exterior del agua y su repercusión en una vivienda daca vez más anegada, el juego de comportamientos de sus personajes de cara a la supervivencia, al tiempo que la observación y las relaciones que unos mantienen con otros, marcarán por un lado que el guardia de la prisión logre escapar en la plataforma que Donovan había preparado, concluyendo con la espectacular secuencia del derrumbe del caserón, de la cual a duras penas lograrán sobrevivir los tres roles restantes. Hasta que llegue ese momento, el juego de cámara de Crichton se revelará magnífico, sabiendo extraer toda la densidad y la fuerza psicológica del enfrentamiento de unos seres por completo opuestos, pero que en todo momento se nos aparecen creíbles, al tiempo que vivimos un largo fragmento caracterizado por esa aura claustrofóbica, huyendo por completo de moralismos –en algunos momentos la película me recordaba THE DESPERATE HOURS (Horas desesperadas, 1955) de William Wyler-, e insertándose de manera acusada por el sendero de la abstracción. Por el relato físico y sin más ataduras que su inserción en los vértices del drama psicológico.
A partir del instante en el que Donovan deje a Peebles en una orilla, de donde podrá sobrevivir en solitario, FLOODS OF FEAR incidirá –quizá en el fragmento menos brillante de sus ajustados ochenta minutos de duración- en la creciente relación marcada entre los dos protagonistas. Por un lado un preso que cumple condena por un crimen que no cometió y que solo piensa en vengarse contra quien en realidad ejecutó tal crimen, y por otro una mujer de la que se presume una personalidad introvertida y ávida de ofrecer una sensualidad hasta entonces quizá reprimida –la historia nos señala que es soltera y vive junto a su padre, un médico vocacional que se encuentra ayudando a los heridos de la inundación-.
Poco a poco la acción irá adentrándose, mientras el cerco de las autoridades contra Donovan y Peebles –alentado por el señuelo que les ha proporcionado Sharky-, van cercando un entramado en el que a dicha aura psicológica, irá incorporándose una textura bastante cercana al noir, del cual por momentos la película se hace deudora, hasta confluir en una apuesta por esa segunda oportunidad de cara a un condenado, que ha encontrado en Elizabeth ese elemento humano catalizador que, unido al exterior que describen esas pavorosas inundaciones que incluso seguirán una vez concluya el relato. Mientras tanto, su metraje no dejará de proporcionarnos terribles momentos en off –el asesinato por parte de Peebles de un hombre que le había rescatado en una barca- o que son mostrados en toda su crudeza –la pelea del recluso contra Murphy, caracterizada por esa furia que ambos mantienen interiormente-. Donovan como venganza por quien le acusó de un crimen que no cometió, y este último por ver peligrar su seguridad económica y de poder.
Las mejores virtudes de ese cineasta que fue Charles Crichton, se dan cita en esta una de sus mejores muestras del cineasta –por así decirlo- “sombrío”, junto a la mencionada HUNTED y la apenas conocida THE THIRD SECRET (El tercer secreto, 1964), reveladoras ambas de sus capacidades en un ámbito menos conocido, y que quizá ensayara en la célebre y colectiva DEAD OF NIGHT (Al morir la noche, 1945. Varios).
Calificación: 3’5
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