Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

SEALED CARGO (1951, Alfred L. Werker) [Cargamento blindado]

SEALED CARGO (1951, Alfred L. Werker) [Cargamento blindado]

El visionado, más de medio siglo después de su realización, de una película como SEALED CARGO (1951. Alfred L. Werker), de entrada podría hacernos pensar que nos encontramos ante un film anacrónico. Ahí es nada, producir en 1951 un film de aventuras marinas basado en su alcance antinazi en el seno de la R.K.O. –uno de los estudios que con mayor combatividad incidió en dicha vertiente-, nos permite asistir a un producto que podríamos definir casi anclado en el pasado. Todo ello, hasta el punto que la propia configuración y textura de sus imágenes, nos aparecen como un implícito homenaje a las célebres producciones de Val Lewton en dicho estudio mediada la década anterior. En este sentido, el magnífico film de Alfred L. Werker aparece años después, con la contundencia de la que se ausentaba THE GHOST SHIP (1943), aquel entrañable pero insuficiente film de Mark Robson producido por Lewton, que intentaba –y lo conseguía de manera intermitente- crear una atmósfera angustiosa, en torno a los devaneos de un capitán de barco acosado por una creciente locura.

A partir de dicha base, Werker en uno de sus mejores trabajos –estoy seguro que un seguimiento de su filmografía proporcionaría no pocos exponentes de similares calidades al que comentamos-, nos describe con muy pocos elementos, el ambiente de dureza que rodea el universo de  Pat Bannon (el siempre magnífico Dana Andrews), patrón de un pequeño buque –el Daniel West-, que tendrá que asumir la presencia de personal para llegar hasta las costar del ártico, en pleno combate de la II Guerra Mundial. Ante la carencia de hombres disponibles, tendrá que admitir a un danés que no le ofrece demasiada confianza, así como de manera inesperada y con renuencia a la joven Margaret Malean (Carla Balenda), que desea reencontrarse con su padre en la pequeña localidad costera a la que se dirige el navío. Muy pronto la cámara de Werker, unida a la impronta visual ofrecida por el operador de fotografía George E. Diskant, brinda al espectador la textura de una atmósfera opresiva que se adueña de una película que, sobre todo en su primera parte, adquiere una tonalidad casi fantasmagórica. Lo transmitirá en un impecable sentido del crescendo dramático, que irá adquiriendo fuerza a partir de crecientes dudas. Vacilaciones ante las que Bannon entenderá que entre sus tripulación se encuentra un colaboracionista nazi, y alcanzará su punto de inflexión a partir del bombardeo que contemplarán y estarán a punto de sufrir en carne propia, en medio del peligro de una noche cerrada. De pronto se encontrarán con la imponente y casi aterradora presencia de un buque de grandes proporciones, al que contemplarán con un aspecto casi espectral, al parecer consecuencia del bombardeo sufrido y el fruto de una tormenta. Sin embargo, la oportuna presencia de esas cubiertas ametralladas que esconden pequeños botes en buen estado, ofrecerán la señal de que algo no es lo que parece. Ni siquiera la creciente impresión de que nos encontramos ante un ámbito siniestro y casi inexplicable –la carencia de personal humano, la sensación opresiva que para Bannon supone adentrarse en sus dependencias-. Todo ello brindará un fragmento de admirable presteza, que tendrá un supuesto indicio de clarificación con el encuentro, en estado catatónico, del Capitán Skalder (Claude Rains). Será el primer punto de contacto ente ambos responsables de buques, accediendo el rescatado que sea el Daniel West quien remolque la imponente presencia del buque naufragado, descrito en un enorme plano general que llega a impresionar.

A partir de ese momento, y con la llegada a la población de ambas embarcaciones, de forma paulatina se irá instalando en el entorno de Bannon la sospecha de que algo oculto se esconde en torno a ese Skalter de aparentes buenas maneras. Una visita de nuestro protagonista al buque varado en costa, nos brindará la casi sobrecogedora muestra –lindante con el fantastique-, de encubrir en sus bodegas, tras una serie de bidones con vinos de marca, un recinto de grandes dimensiones y moderna tecnología, en el que se encuentra camuflada una enorme cantidad de armamento. Un episodio de admirable precisión, que permitirá al relato un giro de ciento ochenta grados. El grado de propuesta tardía de carácter antinazi cobrará un creciente protagonismo en un relato que, como antes señalaba, adquirirá toda su fuerza en la expresión de una atmósfera casi desasosegadora. Densidad descrita en un retrato de personajes provisto de la suficiente espesura y ambigüedad, y una progresión dramática impecable, hasta el punto de discurrir su metraje de manera casi arrebatada, en medio de una peripecia intensa, basada ante todo en lo sugerido y en la amenaza latente, antes que en una acción propiamente dicha.

SEALED CARGO deviene a partir de dichas premisas, un título que nunca baja la guardia en su atractivo como propuesta de género de aventuras, que encierra en sus costuras la huella de aquellos célebres títulos antinazi, y al mismo tiempo la impronta de esa atmósfera tenebrosa, oscura y siniestra, que caracterizara buena parte de su cine en la década precedente. Esa herencia de las producciones de Val Lewton, la presencia de un Claude Rains que de nuevo al amparo de la R.K.O. –recordemos la magnifica NOTORIOUS (Encadenados, 1946 Alfred Hitchcock)- asumía el rol de un nazi, en esta ocasión carente de la más mínima humanidad, confluye en una magnífica película, a la que la referencia al periodo dorado del estudio, no es más que la evocación de su estupendo resultado, en el que contribuirá no poco su casi apasionante fragmento final.

Calificación: 3’5

0 comentarios