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CINEMA DE PERRA GORDA

THE WAGONS ROLL AT NIGHT (1941, Ray Enright) [El circo sangriento]

THE WAGONS ROLL AT NIGHT (1941, Ray Enright) [El circo sangriento]

¿Se acuerdan del sketch Dynamite Fists, que conformaba la primera mitad de la entrañable y olvidada MOVIE MOVIE (1978, Stanley Donen)? En aquella mirada entrañable se representaba todo un espíritu de producción, en títulos de rodaje rápido, que en definitiva aparecían como pequeños exponentes “de aprendizaje”, en los cuales un personaje de joven edad, se veía imbuido en un contexto inesperado, gracias a la propuesta que le formulaba el destino, dirimido por un demiurgo que veía en dicha confluencia no solo un beneficio económico sino, en un segundo término, más latente, la posibilidad de una prolongación existencial. Fueron todos ellos producciones de rodaje rápido, que tuvieron quizá su especial adscripción al mundo del boxeo –el ejemplo de KID GALAHAD (1937, Michael Curtiz) deviene paradigmático--, pero que se extendió en numerosas variantes, que cautivaron los públicos ansiosos, en las pantallas de la segunda mitad de la década de los treinta, y primeros cuarenta.

THE WAGONS ROLL AT NIGHT (1941, Ray Enright) aparece de manera pertinente como uno de dichos ejemplos. Quizá de los más tardíos, agrupando en su enunciado lo más perdurable y al mismo tiempo lo más periclitado de un modo de producción, que popularizó una de las más efectivas majors de Hollywood; la Warner Bros. El film de Enright queda ambientado en el contexto del paupérrimo circo que comanda Nick Coster (Humphrey Bogart). Inserto en una dinámica en donde predomina la pìcaresca, con unas atracciones desgastadas que en poco atraen al público, la inesperada fuga de uno de los leones que conforman el número del alcoholizado domador Hoffman (Sig Ruman), llevará al felino hasta la tienda en la que se encuentra como dependiente el joven Matt Varney (Eddie Albert). La inesperada acción de este para dominar al animal, llamarán la atención de Coster, quien invitará a Varney a formar parte del personal del circo, aprovechándose de su popularidad, e intentando este de manera paulatina conocer los entresijos de la faceta de domador, al tiempo que ir perdiendo el miedo en dichos números. De manera paulatina a esa creciente confianza, una de las crisis de Hoffman con el alcohol, llevarán a Varney a sustituirle en su número, logrando hacerlo con gran éxito, provocando el despido del viejo domador, el intento de venganza de este, su enfrentamiento con Varney y su muerte accidental. Consecuencias todas ellas que obligarán al muchacho a huir y ser refugiado en casa de la hermana de Nick. Será un nuevo ámbito, en donde la joven Mary (Joan Leslie), se acercará al sensible protagonista. Dicho acercamiento enfurecerá a su hermano, que no dudará en plantear una venganza contra este, pero al mismo tiempo provocará un enorme dolor en la fiel compañera de Nick –Flo Lorraine (Sylvia Sydney)-, secreta enamorada de Matt desde la primera vez que lo contempló.

Así pues, THE WAGONS ROLL AT NIGHT ofrece otra de esas combinaciones de melodrama triangular, relato dominado por un inapelable ritmo, propuesta de género, mirada realista a un determinado ámbito y crónica de la redención de un personaje dominado por la astucia y ciertos bajos instintos. Todo ello es batido en una hipotética coctelera, describiendo su desarrollo en el contexto de un circo decrépito, mostrado con efectividad en sus primeros pasajes –apenas unos apuntes acrecentados con leves proclamas y un atinado montaje-, sin que ello nos deje el extraño resabio de haber desaprovechado la ocasión de plasmar la entraña de un mundo dominado por lo sombrío, como sí lo habrían exteriorizado con anterioridad no pocas obras firmadas por Tod Browing, o años después mostrarían exponentes como NIGHTMARE ALLEY (El callejón de las almas perdidas, 1947. Edmund Goulding), o incluso la vilipendiada y magnifica MAN ON A TIGHTROPE (Fugitivos del terror rojo, 1953. Elia Kazan). En su defecto, y pese al tono realista consustancial a las producciones del estudio, la película del competente aunque nunca demasiado inspirado Enright, ofrece una mirada en torno al mundo circense, en la que el atisbo de decadencia, jamás sobrepasa la barrera de lo pintoresco, o el referente para un contexto melodramático.

Será una demostración más de una fórmula de probada efectividad y, si más no, solvencia fílmica, pese a que en la película se eche de menos no ya la presencia de una superior densidad a su conjunto, sino simplemente el hecho de que el mismo ofrezca una determinada unidad. Lo cierto es que casi en todo momento se tiene la sensación de asistir a un título compuesto de descartes. De entrada, la blandura del joven Eddie Albert –cierto es que ni de mayor fue nunca gran cosa-, no ayuda en nada a sentir empatía con su rol dominado por la inocencia. A partir de dicha carencia, se percibe en demasía el recurso al montaje, que si bien en ciertos momentos permite que aflore ese ritmo consustancial a las producciones del estudio, en más ocasiones de las deseables, aparece para disimular las carencias dramáticas de su conjunto. O quizá la pincelada melodramática existente entre Varney y la hermana de Nick no deje de aparecer algo relamida y carente de auténtica fuerza. Queda, eso sí, ese contexto realista que rodea el mundo de la profesión circense, la más que competente tipología de secundarios –ese carterista que aparece en los primeros compases del film-, o la agresividad y contraste de su tono fotográfico, la fuerza que se percibe en la encerrona que Nick brinda a Matt, convenciéndolo para que ejerza de domador junto con el león asesino –impagable el primer plano sobre Bogart, contemplando el espectador el instinto homicida que anida en su mente-. No obstante, si algo perdura en el espectador tras visionar esta tan previsible como liviana THE WAGONS ROLL AT NIGHT, es poder saborear la fuerza y sensibilidad esgrimida por Sylvia Sidney, en su rol de compañera de Nick y secreta enamorada de Matt. Sus miradas, su constante apoyo, el alma en suma con el que desarrolla un rol sacrificado en su capacidad de decisión, pero grande en su manera de influir a la hora de ofrecer el camino recto en aquellos que le rodean, brinda las mayores cuotas de autenticidad de esta pequeña pero aceptable película de la Warner, exponente de unos modos de producción que legaron frutos superiores, aunque no por ello en este caso dejaron de ofrecer una menguada cuota de validez.

Calificación: 2

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