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CINEMA DE PERRA GORDA

THE GIRL MOST LIKELY (1958, Mitchell Leisen) Eligiendo novio

THE GIRL MOST LIKELY (1958, Mitchell Leisen) Eligiendo novio

Cuando en su momento pude contemplar THE MATING SEASON (Casado y con dos suegras, 1951), ya comenté que en la figura de Mitchell Leisen se estableció uno de los eslabones perdidos, a la hora de poner en práctica esa renovación en la comedia americana, que tuvo su timbre de gloria a partir de la segunda mitad de dicha década. No cabe duda que su influjo, el de George Cukor, y el de otros cineastas y guionistas, propició el que sigue siendo el último periodo glorioso de un género canónico para Hollywood. Es algo que se percibe ya con claridad en THE GIRL MOST LIKELY (Eligiendo novio, 1958), una película que alberga circunstancias externas de especial significación. Por un lado, fue la última que salió de la RKO, y al mis mismo tiempo fue rodada en 1956, aunque se estrenó dos años después, en buen medida debido a esta traumática circunstancia de producción. Fue un periodo seminal en la andadura de este magnífico realizador, al que el paso del tiempo está otorgando la importancia que en su momento le fue negada, y esa cierta irregularidad puede que afecte al conjunto de esta película, pero no le impide que su contemplación esté revestida de no pocos placeres.

Remake de una discreta comedia de Garson Kanin, de la que nunca entenderé su pretendido prestigio en USA –TOM, DICK AND HARRY (1941)-, THE GIRL MOST LIKELY en realidad brinda en su sencilla base argumental, la andadura de una muchacha –Doodie (Jane Powell)- a la hora de decidir el que será su hipotético marido. Empleada en una oficina bancaria, en realidad pretende encontrar a un futurible esposo adinerado que solucione su existencia obrera, o las limitaciones económicas que mantiene su familia. Es por ello que se mostrará reservada cuando su amigo Buzz (Tommy Noonan) le plantee matrimonio. Ella en realidad se dejará ilusionar ante la posibilidad de entablar relación con el millonario Neil Patterson Jr., y un equívoco le haga creer que es este, el que en realidad es un mecánico. Se trata del atractivo e idealista Pete (Clif Robertson), con quien Doodie llegará a encontrar una extraña afinidad, aunque le frene su ajustada situación personal. Una nueva inesperada situación, pondrá en contacto a la muchacha con el auténtico Patterson (encarnado por Keith Andes), propiciándose entre ambos finalmente una relación basada en la sincera diversión, y que les llevará hasta Tijuana en una noche loca. Tras el elemento festivo, llegará el momento en que Doodie tenga que decidir su futuro sentimental, eligiendo finalmente al millonario. Sin embargo, poco antes de celebrarse la ceremonia en alta mar, el verdadero sentimiento que anida en su alma, será el que le señale el verdadero sentido de su futuro sentimental.

No se puede negar que el film de Leisen deviene bastante previsible, e incluso que su planteamiento argumental en realidad resulta endeble. No es, sin embargo, la intención que Leisen propone en la película, en una sucesión de estallidos emocionales, utilizando para ello las características que en aquellos años ya iba definiendo la nueva comedia americana. Es decir, un uso destacado del color, o la musicalización y sofisticación de su argumento y puesta en escena. Viendo THE GIRL MOST LIKELY, uno parece remontarse a títulos firmados en aquellos o posteriores años por Frank Tashlin, Richard Quine –MY SISTER EILEEN (Mi hermana Elena, 1955)- o Stanley Donen –DAMN YANKEES! (1957) y THE PAJAMA GAME (1958), ambas codirigidas, al parecer solo de manera simbólica,  por el veterano George Abbott. Si en algunos de aquelos títulos se contaba con la presencia del renovador Bob Fosse como coreógrafo de sus números musicales, en esta es el no menos relevante Gower Champion quien coreografía algunos de ellos. Y es en esa simbiosis de melodrama, comedia y musical, donde Leisen logra introducir con facilidad esa elegancia innata de su planificación. Lo expresará a través de planos largos en los que el canejo de la grúa deviene indispensable para insuflar naturalidad a las secuencias desarrolladas en el interior de la casa familiar de Doddie, que se resuelven de entrada con la presencia de esa “cuarta pared” teatral, que Leisen sublima con su atinada planificación –un poco al modo de lo que Donen & Abbott procedieron en las secuencias de la vivienda de la anciana que acoge a Joe Hardy, en DAMN YANKEES!-. No le faltará tampoco el elemento casi ligado al slapstick, en el personaje de la compañera y amiga de Doddie –Marge (Kaye Ballard)-, impagable su reacción cuando su amiga le señala la propuesta de matrimonio de Buzz. Esa sensación de cercanía con el comic y el cartoon, tan ligado al universo del ya citado Tashlin, es asumido por Leisen con fuerza, no solo en el cromatismo general que se extiende a la propuesta –algo bastante extraño en las producciones de la RKO-, sino que tiene su máxima expresión en sus números musicales. Desde el primero de ellos, descrito sobre un fuerte rojo como telón de fondo, sobre el que Doddie y Buzz realizan una fantasía musical sobre altísimas escaleras, o el más leiseniano, iniciado a la orilla de la costa, en el que el realizador logra describir una de esas fantasías o fugas visuales tan consustanciales a su estilo. Esa querencia por el color chillón, aparecerá en esos rojos sensuales que expresarán y describirán la excitación del amor, y que parecen preludiar los tan denostados –no por mi- filtros del Joshua Logan de SOUTH PACIFIC (Al sur del pacífico, 1957).

Así pues, dentro de un ámbito bastante previsible, en el que se destila una mirada amable pero al mismo tiempo irónica sobre el American Way of Life, con la presencia de algún marino que parece escapado de ON THE TOWN (Un día en Nueva York, 1949. Stanley Donen & Gene Kelly) –aquí también dirimimos la presencia de tres jóvenes-, o la debilidad en algún momento de mostrar algún extra masculino con el torso desnudo. Con ese feeling tan inherente a esa nueva comedia que aparecía heredada del musical, la presencia de divertidos números como el que se desarrolla en Tijuana, o comprobar la adecuación de Jane Powell en este ámbito cinematográfico –trabajó previamente en tres ocasiones a las órdenes de Stanley Donen, y ese mismo año se retiró de la gran pantalla-, aportando en esta ocasión esa necesaria mezcla de ingenuidad y melancolía. Todo ello en una comedia musical, que pese saber casi desde sus primeros fotogramas como se va desarrollar, ello no impide disfrutar en ella un considerable encanto.

Calificación: 2’5

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