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CINEMA DE PERRA GORDA

FIGHTER SQUADRON (1948, Raoul Walsh) [Escuadrón de combate]

FIGHTER SQUADRON (1948, Raoul Walsh)  [Escuadrón de combate]

Aunque al hablar de los cineastas del Hollywood clásico, en términos de una autoría más o menos perceptible, no es menos cierto que cuando Raoul Walsh realiza FIGHTER SQUADRON (1948) –ESCUADRÓN DE COMBATE en su edición digital en España-, se percibe una cierta sensación de desorientación. El conocido realizador había dejado atrás un periodo sombrío, en donde atractivos exponentes del cine antinazi, se combinaban con rotundos exponentes del western como al excepcional PURSUED (1947). Es decir, nos encontrados en un pequeño contexto de transición, donde se esconde esta pequeña y escasamente referenciada propuesta de Walsh; en una filmografía tan extensa como la suya, aparecen en no pocas ocasiones, títulos que escapan a toda clasificación, al tiempo que no dejan de suponer –como el resto de su obra- productos de estudio. No me cabe duda que FIGHTER SQUADRON es uno de ellos, e intuyo que su presencia aparece condicionada por dos factores de fácil percepción. El primero, servir de soporte a la experimentación con el Warnercolor, faceta en la que destacará el aporte de un notable cromatismo que, en no pocas ocasiones, se eleva sobre la simpleza de su soporte argumental, contando para ello con la ayuda de la experta técnica en la materia Natalie Kalmus, e intuyo que realzando la labor de iluminación, asumida por Sid Hickox y Wilfred M. Cline. A este respecto, sobre todo el espectador de la época, no dudo que se sentiría especialmente sorprendido por la fuerza pictórica de unas imágenes, en aquellos tiempos aún mayoritariamente expresadas en blanco y negro. Junto ello, el gran valor documental del film de Walsh, reside en la incorporación de verdaderas escenas de combate aéreo, siendo las mismas paradójicamente, la parte del león de una curiosa historia de combate contra el régimen nazi, desde tierras inglesas, en las vísperas del desembarco aliado estadounidense.

Así pues, nos encontramos con una curiosa mixtura de relato de amistad viril, que tantos y tantos exponentes desarrolló en el cine norteamericano, planteando sotto voce un cierto dilema, en torno al respeto a la disciplina militar, en contraposición a la posibilidad de plantear en la ejecución de sus misiones, el aporte de un cierto grado de creatividad, intuición, individualismo e imaginación, en este caso puesto de manifiesto, a la hora de sorprender al ejército aéreo nazi, que se encuentra –la acción se describe en 1944-, en el inicio de su deseado declive. Todo combinado con una extraña apuesta en la presencia de elementos de comedia, que si por un lado se encuentran presente con cierta irregularidad, no es menos cierto que en su conjunto proporciona ese plus de singularidad, de un conjunto más o menos apreciable, que se aleja sin embargo de los grandes exponentes de su cine. La película se iniciará con el retorno de uno de los grupos de aviadores, que vuelven a su base tras una azarosa misión. De la misma, se habrá quedado rezagado el mayor Ed Hardin (Edmond O’Brien), poniendo en peligro su vida y, sobre todo, subvirtiendo las rigurosas órdenes recibidas. Será el momento de acercarnos al ámbito del colectivo, en el que destacará el carisma desplegado por el atractivo capitán Hamilton (Robert Stack), siempre empeñado en cepillar sus lustrosas botas de la suerte –curiosamente, muchos años después, Stack protagonizaba un rol de piloto en THE TARNISHED ANGLES (Ángeles sin brillo, 1957. Douglas Sirk), donde ese componente fetichista de las botas también tenía notable importancia-. Serán los vértices más visibles de un colectivo dinámico, que sobre todo debido a la fuerza de Hardin, articulará un alcance conflictivo, encontrando incluso apoyo por parte del veterano general McCready (Henry Hull), aunque al mismo tiempo perciba la hostilidad del general Gilbert (Shepherd Strudwick).

Será todo ello, el marco de acción de una película, cuya base dramática aparece sometida a las dos premisas señaladas inicialmente, y a nivel narrativo, se contrapone en el tratamiento de ese colectivo imbuido en la amistad –de lejanos ecos hawksianos-, por donde se introduce de manera intermitente esa dualidad en torno al respeto al rígido código militar o, en su defecto, el aporte colectivo de su manejo en tiempo de guerra. Será un conjunto, en el que Walsh se mueve con notable destreza, a la hora de ofrecer un retrato colectivo en el que predomine el dramatismo, tenga una importante presencia ese aura de camaradería, al tiempo que todo ello quede envuelto por una cámara dinámica y precisa, con la que el ya veterano realizador logra imbuir de vida propia, una peripecia argumental que en sí misma aparece dominada por lo convencional. Es quizá por ello, que esa subtrama ligada a la comedia, por medio de ese por momentos molesto personaje del soporte militar, que utiliza los gatos como elemento disuasorio en su beneficio, o la llegada de un joven piloto –Shorty (Jack Larson)-, tan dispuesto al combate, como bisoño a la hora de llevar a cabo su rodaje en contienda aérea, o en secuencias que imbrican con acierto el aporte dramático y el de comedia, como en la secuencia en la que Hamilton busca su triunfo en una partida de dados –calzado con sus botas de la suerte-, mientras se sufre un bombardeo, que a este le impedirá alcanzar el triunfo que tenía en su mano. Llegados a este punto, es cierto que FIGHTER SQUADRON plantea un atractivo contraste de personajes, en la relación de amistad –y ocasionalmente rivalidad-, establecida entre Hardin y Hamilton, que culminará de manera trágica. O en el drama interior vivido por el primero, debatiéndose en la incomodidad de asumir un papel de mando, ajeno a su propia condición como combatiente.

Sea como fuere, el film de Walsh destaca antes que nada por la destreza con la que este articula la cámara, siempre presente para lograr extraer el mayor aporte dramático a unas situaciones estereotipadas, que incluso en aquel momento ya se encontraban al margen de la actualidad –la película se articula como un homenaje a su decidida actuación en aquel momento-. Destaca, como no podía ser de otra manera, en el original cromatismo que se expresa, sobre todo, en las secuencias exteriores, rodadas en las pistas de aterrizaje aliada. Pero destaca sobre todo, es el acierto con el que se montan e intercalan, las secuencias de combates aéreos reales y, sobre todo, ese bombardeo a objetivos militares alemanes, que aparece con extraordinaria crudeza en pantalla, escenificando con esas imágenes brutales, imbuidas de atronadora realidad, ese momento fundamental para la conclusión de la contienda mundial.

Por último, y a título anecdótico, señalar que en FIGHTER SQUADRON se produjo el debut de Rock Hudson, con el que Walsh tuvo una enorme paciencia, apareciendo como uno más de los ocasionales figurantes voluntarios de la aviación. Desde luego, le quedaba mucho al neófito, para desarrollar el carisma que supo extraer de él Douglas Sirk.

Calificación: 2’5

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