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CINEMA DE PERRA GORDA

COME LIVE WITH ME (1941, Clarence Brown) No puedo vivir sin ti

COME LIVE WITH ME (1941, Clarence Brown) No puedo vivir sin ti

Dos son los elementos primordiales, que vienen a la mente, tras contemplar COME LIVE WITH ME (No puedo vivir sin ti, 1941). En primer lugar, ratificar la versatilidad de su director, el magnífico Clarence Brown, que sabe incardinarse en el terreno de la Screewall Comedy, aportando en su propuesta la serenidad de su estilo contemplativo. Por otro lado, es de especial interés insertar esta comedia romántica, dentro del giro que el genero vendría asumiendo con la llegada de la década de los cuarenta, tamizando en cierto modo el rasgo Screewall, y proponiendo en su lugar un cierto predominio romántico, hasta cierto punto elegíaco, que podríamos vislumbrar en la obra de George Cukor y, sobre todo, el cada día más legitimado Mitchell Leisen. A partir de estas premisas, aparece esta extraña producción de Metro Goldwyn Mayer –estudio en el que Brown fue uno de sus hombres más respetados. Una comedia que plantea sus instantes más ligeros en el inicio de la película, describiendo la singular situación de ese matrimonio de relación abierta que representan Barton (Ian Hunter) y Diana Kendrick (Verree Deasdale). El primero es un editor que encuentra siempre en su mujer el consejo oportuno, a la hora de decidir que publicaciones auspiciar y, en líneas generales, asumir cualquier decisión vital. Pero lo que muy pronto sabremos, es que Diana tiene un amante, que cuenta con el beneplácito de su marido. Pero lo que ella no sabe… es que su esposo vive la misma situación, representado en la inmigrante austriaca Johnny (Heddy Lamarr), que se ha convertido en su apoyo sentimental. Todo este ámbito descriptivo de situaciones, será establecido por Brown con un notable dinamismo, utilizando para ello un fondo sonoro que acentúa su elemento de comedia, y acercándonos por la franqueza con la que es descrito, al periodo Precode, en títulos tan inolvidables para el género, como DESIGN FOR LIVING (Una mujer para dos, 1933. Ernst Lubitsch). Será el mismo tiempo, el preludio a un inesperado giro argumental y, con él, a una variación en su tonalidad, al aparecer Johhny, en una delicada secuencia en la que Burton le regalará la pequeña muñeca de una bailarina que funciona a cuerda, sirviendo la misma para introducir a su personaje –oportunamente realzado y aparecido en escena-. El interludio romántico, aportará un matiz dramático, al descubrir su condición de inmigrante ilegítima, brindándole al amable agente que va en su busca, el plazo de una semana para que intente buscar soluciones, siendo la principal de ellas poder casarse con algún ciudadano americano. Una solución que no podrá encontrar en su amante, quedando para ella un incierto futuro. De nuevo, en esta película dominada por sus giros y por la delicadeza de su tono, se describirá de manera magnífica, por medio de ese plano de los pies de Johnny caminando por la calle en la noche, y topándose con los extendidos del que pronto descubriremos es Bill Smith (James Stewart). Es decir, la estructura narrativa de COME LIVE WITH SE ME traslada a otros dos personajes diferentes a los que la han iniciado. Será sin duda un oportuno planteamiento, e inusual en el cine de su tiempo.

Sin embargo, lo más valioso, lo más perdurable del film de Brown –como no podía ser de otra manera, viniendo de un cineasta por lo general dominado por la sutileza de su pintura de caracteres-, será la manera con la que este insuflará a sus criaturas, de una extraña humanidad. Y ello es, a mi modo de ver, la verdadera esencia de esta brillantez comedia romántica, en la que sus cuatro principales personajes se dirimen en sentimientos compartidos. Por un lado, el veterano Barton se debatirá entre el profundo conocimiento que se establece con su esposa, una mujer mundana con la que mantiene una estrecha confianza. Por parte de Johnny inicialmente se planteará el deseo de sellar su cariño con su amante, mientras que utilizará a Smith, al que muy pronto descubrirá en su casi total ausencia de recursos, casándose con él. Mientras tanto, este último muy pronto caerá rendido ante ella, superando su condición de escritor sin fortuna, haciendo valer su extremo sentido de dignidad –le devolverá a Johnny el escaso dinero que le ha ido entregando semanalmente-, e intentará revertir el deseo de esta de divorciarse de él, cuando Barton se decida a pedir el divorcio a su esposa.

Toda una conjunción de elementos de enredo, una mirada bastante adulta en tono a las relaciones humanas y, ante todo, un profundo conocimiento de la personalidad humana, con la que Clarence Brown sabrá trascender el brillante guión de Patterson McNutt, desarrollando la historia inicial de Virginia Van Upp. Y lo hará sobre todo apostando por secuencias de marcado alcance intimista. Secuencias que se establecerán ya en la inicial, que nos describe la relación del matrimonio Kendrick. El episodio en el que un mendigo –el en esta ocasión estupendo Donald Meek-, servirá en cierto modo de enlace entre Johnny y Bill. En todas las secuencias que se describirán en los que muy pronto se convertirán en esposos. O en episodios tan divertidos como el que se desarrolla en el despacho del editor, teniendo delante de sí a Bill, que le ha enviado la novela en la que se relata la circunstancia de su relación oculta, delante de su esposa, que ha sido realmente quien ha destacado el original enviado por Bill. Será esta una secuencia modélica, en la que la planificación, la dirección de actores y el juego con el doble sentido, la acercará a los mejores modelos establecidos por el género, permitiendo que Diana intuya y perciba la realidad de la relación oculta que este le ha mantenido hasta entonces. COME LIVE WITH ME se enriquecerá con el gusto por el detalle propuesto por Brown –esa querencia por los espejos como elemento confesional-, que incluso servirá para poner en primer plano fugas cómicas, centradas sobre todo en el reflejo caricaturesco que se brinda de la imagen de Bill.

Potenciada por una excelente dirección de actores, que subraya la ingenuidad de Hunter, la sutileza de la Deasdale, y la química que se ofrece entre una bellísima Heddy Lamarr y un encantador James Stewart, COMO LIVE WITH ME adquiere una tonalidad más romántica e íntima, a partir de la llegada de la pareja, a la casa rural en la que vive con tranquilidad la abuela de Bill –será una condición impuesta por este a Johnny, para acceder a la petición de divorcio que ella le plantea-. La veterana pariente, exteriorizará con placidez una mirada reflexiva en torno a la propia existencia, que se extiende a las paredes por medio de esos refranes erigidos como apólogos morales, que la anciana cuelga a modo de cuadros. No me cabe la menor duda, que los responsables de la película, tomaron nota del espléndido resultado que Mitchell Leisen había demostrado en REMEMBER THE NIGHT (Recuerdo de una noche, 1940), con la que mantiene esa ruptura en el tono de comedia, para introducirse en un ámbito melodramático. Será una parte final, en la que Brown acertará al jugar con la propia disposición de esos refranes enmarcados, con la propia disposición del interior de la vivienda –especialmente las dos habitaciones separadas en las que dormirán Lamarr y Stewart-, utilizando de nuevo la fuerza dramática del espejo, o la presencia de una linterna como elemento dinamizador. Es probable que la película concluya quizá de manera apresurada –aunque no por ello deje de resultar ingeniosa, incorporando de nuevo uno de los refranes, para que la pareja definitivamente reconciliada-, opte por dejar de lado la ficción que representa. Una agudeza final, dentro de una obra regocijante en sus mejores momentos, que ratifica el talento, de uno de los grandes realizadores ocultos de Hollywood; Clarence Brown.

Calificación: 3

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