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CINEMA DE PERRA GORDA

THE TRAIL OF ’98 (1928, Clarence Brown) La senda del 98

THE TRAIL OF ’98 (1928, Clarence Brown) La senda del 98

Nos encontramos en 1928, año de extraordinaria importancia en el arte cinematográfico, ya que la aparición del sonoro, transformará por completo -y no para bien, precisamente-, su propia existencia. Al mismo tiempo, casi como si fuera un cénit del periodo silente, ese mismo año se estrenaron, algunas de las cimas de dicho ciclo, varias de las cuales siguen emergiendo, como vértices absolutos del arte cinematográfico. Como se puede deducir, las circunstancias favorecieron la intención del rodaje de grandes títulos, algunos de los cuales, sin embargo, el paso del tiempo ocultó, quizá porque las ambiciones no se correspondieron con sus resultados -sean estos críticos o comerciales-. Pero sucede que lo que hace más de nueve décadas, se observó o se recibió de una manera, en nuestros días se puede valorar de otra completamente opuesta.

Es el ejemplo que proporciona, bajo mi punto de vista, THE TRAIL OF ’98 (La senda del 98, 1928), ambiciosa producción de Clarence Brown, situada ésta en el periodo de mayor fulgor de su carrera. Una película rodada de nuevo en el estudio que describió el conjunto de su obra -la Metro Goldwyn Mayer-, con la que deseaba plasmar la odisea existente, por un grupo numeroso de esperanzados ciudadanos de diversos estados norteamericanos, a la hora de acudir a la llamada del oro, entre los años 1897 / 98. Una aventura, centrada en la zona del Klondike en el Yukón. Será esta una sencilla premisa -el anuncio de la aparición de oro en aquella inhóspita zona-, a partir de la cual Brown nos irá presentando a una galería de seres, decididos en sublimar las limitaciones de sus vidas y, por ello, animados en embarcarse en esta apuesta tan peligrosa, como para ellos ilusionante.

Desde el primer momento, y aún con ello a costa de renunciar por completo a un estudio de personajes, esta película se dirime en una decidida apuesta por la descripción del proceso de llegada de esta masa de seres, a su deseado objetivo. Ya de entrada, unos breves flashes irán definiendo el marco de donde proceden los expedicionarios, trasladándose casi de inmediato, al buque que los traslada, desde San Francisco, al puerto de donde partirá la verdadera odisea de todos los decididos en la misma. Durante ese traslado, la cámara apenas se detendrá con un cierto desarrollo, en la joven pareja formada por Berna (Dolores del Río), que acude acompañada por su tío invidente, y el polizón Larry (el apergaminado Ralph Forbes). En el camarote de esta y su tío, se iniciará el romance entre ambos, que se prolongará cuando todos los pasajeros se dirijan al puerto de llegada, desde donde, en realidad, se iniciará la penosa expedición de todos los embarcados, teniendo que padecer largas distancias, pasando por  ríos y aguas situadas en los pies de valles, a la tremenda violencia de los aluds de nieve, la plaga de los mosquitos o, finalmente, la violencia de los rápidos del rio tras el deshielo.

Sin embargo, cuando todo parece que se ha resuelto para sus supervivientes, la llegada al Klondike no supondrá más que el inicio de una generalizada decepción, ya que, durante varios meses, se ha constatado la ausencia de oro, iniciándose poco a poco un éxodo en sus moradores. Pese a ello, los recién llegados perseverarán en sus cometidos, centrándose la acción en la interacción de la pareja protagonista, y la influencia negativa que en dicho contexto, ofrecerá el arrogante Locasto (que permite al gran Harry Carey, una inusual performance de villano), y que se centrará en su pugna, para conseguir poseer y dominar a Berna. Será algo que conseguirá en la ausencia de Larry, pero que al regreso de este -por fin convertido en enriquecido buscador de oro-, revertirá en un violento enfrentamiento entre ambos.

Es bastante perceptible que una limitación de THE TRAIL OF ’98, lo supone el escaso apego suscitado por Brown hacia sus personajes, que apenas poseen una mínima entidad, en el caso de la pareja de jóvenes, y el trío de buscadores, comandado por un tosco y grandullón hombre, al cual engaña con facilidad uno de sus dos socios. Aunque la crítica del momento ya reseñara dicha circunstancia, ante la fría acogida recibida en el momento de su estreno, lo cierto es que hay que tener en cuenta que la copia que hoy día podemos contemplar -sin posibilidad de poder ser visionada, de todos modos, durante décadas-, es la que optó la Metro para ser exhibida, incorporando elementos sonoros, y reduciendo su duración original de 127 minutos, a 87. Es más que probable que, dada dicha amputación, se quedara en la mesa de montaje, no pocas de las situaciones generadas por diversos de sus personajes. Y es que conviene señalarlo, tal y como nos narra la historiadora Carmen Guiralt, en el estupendo estudio monográfico sobre la obra de Brown editado en España -el único existente-, la película registró un rodaje muy accidentado, registrándose varios muertos durante dicho proceso, y quedando finalmente como el mayor desastre financiero del estudio, al perder 756.000 dólares, de aquellos lejanos tiempos.

Es cierto que, desde el momento de su estreno, THE TRAIL OF ’98 ha sufrido críticas desfavorables. Es más, la ya citada Carmen Guiralt, no dudaba en sumarse a dicha corriente. Por el contrario, y pese a dicha tendencia -me gustaría conocer la opinión de más analistas en la actualidad-, he de decir que me parece un título espléndido, por encima de esa señalada circunstancia, debida a la amputación de casi 40 minutos de su metraje. Su trazado, asume una circunstancia común al mejor cine silente; la capacidad que las películas de ese periodo mantenían, para sostener en un solo plano, la quintaesencia del conjunto del relato. Es decir, que soportaron mejor que en periodos posteriores, la amputación de partes de su metraje. Por eso, la estructura de la película, queda adornada de la mayor cualidad del cine mudo; su fisicidad, y la capacidad que alberga, con un siempre plano, de expresar el máximo de emociones.

De tal forma, Clarence Brown concibió esta epopeya, como un relato revestido de dureza, en el que más que el trazado de personajes, queda en primer plano ese esfuerzo colectivo. Esa lucha contra la adversidad, que definirá la aventura de estos seres, parte de los cuales perecerán por el camino. No se trata, por otra parte, de nada nuevo a este respecto, dentro del cine USA. Es más, en ello, uno no dejó de detectar cierta herencia del cine de Griffith -las concomitancias con el clímax de ORPHANS OF THE STORM (Las dos huerfanitas, 1921) aparece bastante clara-. Y la fuerza que proviene de esta película, reside en la intensidad y autenticidad con las que son descritas las penalidades sufridas por la numerosa expedición, sin faltar en ellas el toque de comedia -centrada esencialmente, en las andanzas y picarescas del trío de socios-, que aparecerán como subtrama en sus episodios. Es por ello, que el espectador sigue sintiendo, contemplando como los exhaustos peregrinos del oro, apenas puedes trasladarse por esos ríos y pantanos que aparecen como un auténtico suplicio. Nueve décadas después de su rodaje, uno aún se asombra de la veracidad que preside la secuencia del alud, todo un portento de puesta en escena, que a punto estuvo de costar varias vidas, o la dureza que desprende ese ascenso por una imponente montaña nevada. A ello le sucederá la fuerza que revisten los planos, que describen el deambular de las pobres balsas, por los veloces y peligrosos rápidos, del río que recoge el fruto del deshielo -apenas detecté un momento rodado con transparencias-.

Esa apuesta por la autenticidad en la plasmación de la fisicidad del relato, se prolongará una vez llegados al Klondike, especialmente durante los últimos minutos del relato. En ese tramo final, lo cierto es que contemplaremos pasajes deslumbrantes. Como el más bruto de los expedicionarios, destrozará literalmente, con una fuerza casi inhumana, la oficina de legalización de minas, para protestar contra los turbios manejos de Locasto. Este protagonizará, asimismo, un momento escalofriante, en su encuentro con Berna, decidiéndose a violarla, mientras la cámara efectúa un travelling frontal sobre la asustada muchacha, fundiendo en negro. Sin embargo, THE TRAIL OF ’98 asumirá una doble catarsis. La primera de ellas, asistir al tenso episodio, en el que el socio del yacimiento, huirá en plena tempestad, dejando a Larry enfermo en la tienda de campaña, en medio de la tempestad. Sin embargo, inadvertidamente, se habrá dejado esos 8 fósforos que le permitirían encender un fuego, comprobando con horror el hecho de morir en medio de la helada. La tensión del episodio aún irá en aumento, al caer el árbol en que se refugia y, aunque se resguarde en él, el plano general nos mostrará cómo se acercan peligrosos animales, dispuestos a devorarlo. Brown culminará la aterradora secuencia, con un primer plano de este sobrepasado, mientras se sobreimpresionan sus lejanos recuerdos a su familia, en los que le prometía volver con riqueza de estas tierras. La película de Clarence Brown, aún mostrará su definitivo climax, en esa brutal pelea, mantenida entre Locasto y Larry, dominada por un pasmoso sentido de la inmediatez, que culminará con el incendio de la edificación donde ambos se enfrentaron, casi como definitiva metáfora, de la imposibilidad de mantener un mundo, basado en la avaricia y la codicia.

Han pasado muchos años desde su rodaje. Por fortuna, THE TRAIL OF ’98 aparece llena de frescura y sinceridad, revelando por enésima ocasión, que en la figura de Clarence Brown, se encontró uno de los grandes de Hollywood. Hora es, de reconocerlo de manera reivindicativa y gozosa.

Calificación: 3’5

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