AMERICAN GANGSTER (2007, Ridley Scott) American Gangster
Aquellos que pierdan el tiempo leyendo ocasionalmente mis comentarios, conocerán de primera mano mi escepticismo en torno a la figura del británico Ridley Scott, capaz de conjugar en su ya amplia filmografía los modos del artesano más o menos competente, con unas formas visuales nunca alejadas del todo de su ascendencia publicitaria. Capaz de alternar títulos –no muchos- de más o menos merecido culto, otros increíblemente sobrevalorados –GLADIATOR (Idem, 2000)-, e incluso otros a mi juicio insufribles en su retórica –THE COUNSELOR (El consejero, 2013), probablemente la película suya que más me ha enervado-. Por el contrario, una propuesta tan vituperada como PROMETHEUS (Idem, 2012), me aparece inesperadamente como su título más perdurable –y es algo que me ha ocasionado discusiones con colegas, incapaces de asumir que la variedad de apreciaciones, es uno de los elementos más valiosos de la pasión cinematográfica-.
Dicho esto, un exponente como AMERICAN GANGSTER (Idem, 2007), aparece en cierto modo como un ejercicio paradigmático de las posibilidades y limitaciones consustanciales en el cine de Scott. A saber. De una parte, la intención manifiesta en la mayor parte de su filmografía, de no ceñirse a la narración más o menos competente de un proyecto, sino intentar volcar en ella, una nada oculta capa de pretenciosidad. Es decir, de intentar proponer una especie de exponente “definitivo”, a partir de la variante genérica elegida. Es algo que, guste más o menos su cine, ha venido caracterizando la mayor parte de sus películas, con independencia de que sus resultados resulten más o menos estimables. El ejemplo que comentamos no resulta una excepción, pretendiendo erigirse como una versión más o menos contemporánea, de aquellos títulos que forjaron una auténtica leyenda en el cine de gangsters durante la década de los setenta, con la singularidad de que el radio de acción de la película se inicia en 1968, prolongándose hasta mediada la década de los setenta. Todo ello tendrá dos focos de atracción. El principal se centrará en la figura de Frank Lucas (Denzel Washington), quien tras la repentina muerte de su mentor, decidirá articular el tráfico de droga desde Vietnam, precisamente cuando el conflicto de dicho país con EEUU, le permite tener allí un valioso contacto. El menor precio y mayor calidad de la droga importada, unido a los modos austeros de Lucas, poco a poco le harán ir alcanzando una preponderancia en el mercado. En su oposición, se encontrará la figura del joven policía Richie Roberts (Russell Crowe), caracterizado por su inusual honestidad, dentro de un cuerpo donde la corrupción campa por sus respetos, pero incapaz de llevar una vida estable con su esposa -de la que se separará-, de cumplir sus obligaciones como padre.
Basada en una historia real, en base a un artículo de Mark Jacobson, que sirvió como base para que Steve Zaillian elaborara su guión, de entrada hay que señalar que AMERICAN GANGSTER es una película impecablemente ambientada, sintiendo el espectador la textura visual e incluso los modos y costumbres de la época narrada. Una quizá abusiva presencia de imágenes televisivas, que sirven como acompañamiento y datación de la época en la que se inserta la acción. Pero, al mismo tiempo, y es algo que uno lanza casi como un juego, parece que Soctt propone en su película, a la que le cuesta un poco arrancar, una curiosa y no siempre afortunada combinación de referencia, de títulos tan diferentes como JFK (JFK (caso abierto), 1991. Oliver Stone), THE INSIDER (EL dilema, 1999. Michael Mann), BOOGIE NIGHTS(Idem, 1997, Paul Thomas Anderson). Todas ellas, obviamente, rodadas con anterioridad al film de Scott, y todas ellas también, dentro de sus respectivos ámbitos, superiores en cualidades a esta apreciable y por momentos valiosa producción, que funciona mucho mejor cuando se deja insertar en los derroteros de la narración pura y dura, antes que en la dependencia de un montaje que, en no pocas ocasiones, y es una opinión particular, impiden que sus imágenes tengan la adecuada densidad y temperatura emocional que en ocasiones, pide a gritos el relato. Esa puntual pero innecesaria recurrencia al ralenti, para subrayar ese mundo hedonista y kitsch de principios de los setenta. Esa querencia por una relativa abominación de su puesta en escena, en detrimento de una planificación más ajustada y serena, son elementos que impiden que AMERICAN GANGSTER emerja de una serie de limitaciones. Limitaciones que, a mi modo de ver, se plantean de forma muy clara, en el decalage que se suele producir, en líneas generales, entre las pretensiones del Scott realizador, y su verdadera dotación como cineasta. Para alguien acostumbrado a potentes diseños de producción, siempre he pensado que le vendría mucho mejor adquirir la serenidad del artesano –que cuando aparece en su obra, proporciona sus mejores elementos como cineasta-, que su querencia por ecos de ascendencia publicitaria –esa presencia de copos de nieve, tan artificiosa en su plasmación, su preponderancia de la mesa de montaje-, o la incapacidad por saber penetrar en esa mirada que, entre líneas, solo acierta a intuir el espectador, sobre un tiempo convulso para la sociedad USA, expresada en torno a dos “rebeldes con causa”, inmersos en contextos opuestos, que tendrán en ese encuentro final, quizá los pasajes más intensos y perdurables de la película. Es precisamente en ese sendero de conclusión, donde esos dos hombres coincidirán desde su antagonismo en el punto de partida, reconociendo en quien tiene enfrente, a alguien que ha podido luchar, oponiéndose a seres y organizaciones más poderosas. Será, sin duda, la medida de lo que habría podido ofrecer esta película, interesente e incluso intensa en sus pasajes más intimistas, que sin embargo, no olvida la recurrencia al sendero de una vulnerabilidad visual, que contra lo que podría proponerse en otros títulos que antes he señalado, no beneficia el alcance de una propuesta, por otra parte impecable en su diseño de producción, y que goza de un reparto magnífico, del que no puedo dejar de destacar el carisma y la hondura que Denzel Washington proporciona a ese Frank Lucas, al que en todo momento dota de una constante ambivalencia.
Calificación: 2’5
1 comentario
bilibin -
Riddley Scott se ha beneficiado, en ciert sentido, de empezar su carrera con dos grandes películas, Alien y Blade Runner, eso ha significado que se le ha seguido prestando atención a muchas de sus películas que de haber sido dirigidas por otro autor seguremante no hubieran merecido tanta. Como todos los directores que puedden dirigir mucho ha alcanzado una solvencia narrativa, narrar correctamente, su impronta "pretenciosa" a veces le pierde y aveces es más adecuada.
Cómo siempre gracias por el Blog y un cordial saludo.