WHERE THE SPIES ARE (1966, Val Guest) ¿Dónde están los espías?
En un paréntesis de su larga y fructífera unión con Hammer Films, y en plena corriente de títulos con temáticas de espionajes y agentes secretos -consecuencia del contexto de guerra fría, y el éxito de la serie Bond-, el británico Val Guest realiza WHERE THE SPIES ARE (¿Dónde están los espías?, 1966), asumiendo en el proceso las funciones de coproductor y coguionista. La película se basa en una novela de James Leasor, describiendo la alucinante odisea de Jason Love (David Niven), un ya maduro, soltero y acomodado médico, que por el azar de la aparente idoneidad marcada en el servicio secreto británico, será enviado hasta la peligrosa Beirut, al objeto de poder tener noticias de un agente hasta allí desplazado –‘K” Rosser (Cyril Cusack)-, del cual han dejado de tener noticias. Pese a la lógica renuencia inicial de Love, seducido por MacGuillivray (el ubicuo y siempre convincente John Le Messurier), quien le ha prometido un costoso e inencontrable modelo automovilístico -Love se un enorme aficionado a estos-, se embarcará en una aventura que creerá sencilla y casi fruto de un viaje de vacaciones, pero que no solo pondrá su vida en permanente peligro, sino que de forma paralela, y en apenas tres días, hará valer en él una personalidad valiente y combativa hasta entonces escondida, al tiempo que le hará vivir una efímera historia de amor de trágica conclusión.
No son pocas las producciones británicas que he contemplado de este subgénero, y he de decir que, pese a la irregularidad de sus resultados, casi ninguna me ha parecido desprovista de interés. Aunque en el momento de su estreno en España, el film de Guest pasó por completo desapercibido -hasta cierto punto es lógico, cuando estábamos en un ámbito donde el buen cine aún abundaba en las salas cinematográficas-, lo cierto es que nos encontramos con una más que apreciable drama de suspense con ascendencia irónica e incluso de comedia -aspecto este último que fue especialmente potenciado a nivel publicitario, y que probablemente fue el que motivó esa desapego en su momento-. WHERE THE SPIES ARE, se inicia además con unos interesantes títulos de crédito, y un tema musical que incide en esa deriva tragicómica de su metraje. Y en el desarrollo de su argumento, convivirá la anuencia de escenarios exóticos, la deriva de un ser sometido a su pesar, a una situación límite, una visión demoledora de la carencia de humanidad en las fuerzas gubernamentales, una obligada love story, y aderezando al conjunto algun set pièce. En no pocos momentos, la película traslada algunas premisas hitchockianas -la indeseada aventura de Love, no deja de evocar lejanamente algunos antihéroes, tan presentes en el cine del maestro británico, así como esa crueldad institucional, no deja de parecer heredada de la obra de Hitch, como algunos de sus episodios de acción -en no pocos momentos, parece que asistimos a una reedición, a pequeña escala, de NORTH BY NORWEST (Con la muerte en los talones, 1959).
Ello, por supuesto, no quiere decir que nos encontremos ante una película carente de valía. Antes lo reclamaba, sobre todo me parece especialmente atractiva, cuando su discurrir se inserta en un contexto sombrío. La utilización de la convulsa, arremolinada, caótica y llena de vida Beirut, marca probablemente uno de los elementos más interesantes de la propuesta de Guest. Y al contemplar como se desarrollan episodios caracterizados por su alcance bizarro, es cuando sus imágenes elevan considerablemente su interés -sucede un poco como en L’HOMME DE RIO (El hombre de Río, 1964. Philippe de Broca), aunque trasladándose a escenarios como Rio de Janeiro o Brasilia-. Será algo a lo que ayude la saturada fotografía del también hammeriano Arthur Grant, y que en algunos momentos lastrará la altisonante banda sonora de Mario Nascimbene. Esa tensión dramática inscrita en una escenografía natural, que potencia dicha circunstancia, la veremos ya en uno de los primeros instantes del film, cuando tras una disertación en la reunión de aprendizaje de nuevos agentes, la cámara se inserte en unas filmaciones que se muestran a los asistentes, y nos retrotraigan de forma ingeniosa, a la captura y asesinato, en medio de las ruinas de un templo, y casi como a un perro, a ese Rosser, cuya búsqueda aparecerá casi como el macguffin del relato. Este, antes de ser asesinado, intentará enviar a sus superiores un telegrama cifrado, que anunciaba el asesinato de un príncipe local, cuyas reservas petrolíferas son vitales para Inglaterra.
Mezcla de intereses, y utilización de seres humanos sin sentimiento alguno, WHERE THE SPIES ARE alterna pasajes dominados por la escasa convicción -la poca fuerza que alberga la explosión del avión, que en realidad destinado a eliminar al recién llegado espía-, con episodios llenos de verdadera garra, en los que incluso las pequeñas pinceladas irónicas, se insertan como oportuno contraste. Pienso fundamentalmente, en el magnífico y trepidante episodio en el que Love y ese descreído agente inglés con quien ha iniciado una cierta amistad -Parkington (un estupendo Nigel Davenport)-, se desplazarán hasta las afueras de Beirut, para redescubrir en un viejo garaje, el vehículo que transportó a Rosser hasta su asesinato. En medio de unos escenarios desolados, tan solo tamizado por unos lejanos cánticos, el suspense y un directo ataque hacia la pareja de recién llegados, por parte de los dos asesinos, conformará un episodio en el que el nihilismo más absoluto, irá acompañado por cierta aura disolvente, hasta el punto de parecer preludiar el asesinato de Gromek en TORN CURTAIN (Cortina rasgada, 1966), de Hitchcock, y estrenada muy pocos meses después. En la pelea entre ambas parejas, uno de ellos será inyectado por Love con Pentotal, mientras que antes de ello pinchará con un estilete a Parkington. Así pues, mientras este “cante” las circunstancias del crimen, el ya amigo de Love se irá desangrando y asumiendo su muerte, pese a los esfuerzos del médico por salvarlo. Unos instantes desoladores por su propio sentido del absurdo, que aglutinan lo mejor, lo más brillante de esta película.
WHERE THE SPIES ARE muestra su eficacia en sus giros, en sus secuencias de acción, en la atmósfera que describe del desamparo del viajero, e incluso en la terrible dureza de Josef (el inquietante Richard Maner), el jefe de inteligencia ruso, artífice de la persecución a los británicos, empeñado en saber el plan de Love, e incapaz de creer cuando este le dice la verdad en la inexistencia del mismo. Sin embargo, considero que, si algo no llega adquirir la necesaria fuerza en la película, es la relación de nuestro protagonista con Vikki (la estupenda y prematuramente desaparecida Françoise Dorléac, curiosamente presente también en la ya citada L’HOMME DE RIO). Una modelo que de manera paulatina irá enamorándose de un Love también ligado a ella, revelando su condición de espía doble, dentro de esa maraña de falsas lealtades que manifiesta esta profesión, y que finalmente sacrificará su vida por él. Probablemente, su escasa y poco trabajada presencia en la película -destaquemos sin embargo un instante de cierto dramatismo; cuando se entera de la explosión del avión, llorará en la penumbra de su apartamento en Roma-, sea la rémora más importante de una película que, pese a todo, era reveladora de un contexto cinematográfico, en donde la profesionalidad impedía exponentes desprovistos de atractivo. Eso sí, el instante final, en el que Love reniega de futuras nuevas experiencias como agente, debería haberse quedado en la sala de montaje.
Calificación: 2’5
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