THE WEAPON (1956, Val Guest) Amanecer incierto
Un contrapicado nuboso del cielo londinense inicia el recorrido de la notable THE WEAPON (Amanecer incierto, 1956. Val Guest), una de las numerosas aportaciones que el cine británico brindó, en su casi infalible combinación de film policíaco y drama psicológico. Una simbiosis que les proporcionó una magnífica serie de títulos, contando entre ellos con pequeñas variaciones y elementos, que enriquecían su propia singularidad. Es algo de lo que participa esta película del irregular pero en ocasiones brillante realizador que fue Val Guest –conocido por su implicación con Hammer Films-, en una producción en la que se cuenta con la implicación del productor –y en este caso argumentista y coguionista- Hal C. Chester; el responsable de los enfrentamientos con Jacques Toruneur en la magistral NIGHT OF THE DEMON (La noche del demonio, 1957). Es más, hay comentarios que señalan que incluso llegó a filmar algunas de sus secuencias -¿Quizá aquellas ubicadas en el climax, con la pelea entre Steve Cochran y el asesino, dominadas por una planificación más crispada y cortante que el resto del film?-. En cualquier caso, lo cierto es que nos encontramos con una película que a partir de su modestia funciona a varios niveles, todos ellos reconocibles en su propio sustrato dramático, y en las corrientes que albergaba con destreza el cine inglés de su tiempo.
THE WEAPON se inicia con el discurrir de unos niños en Aldersgate, uno de los barrios londinenses que aún muestran los restos de los bombardeos de la II Guerra Mundial. Por allí corretean en sus juegos, mientras uno de ellos –Erik (Jon Whiteley, el maravilloso protagonista de MOONFLEET (Los contrabandistas de Moonfleet, 1955) de Lang)- encuentra introducido en un ladrillo que ha logrado desgajar de la pared, una pistola, que sus compañeros de juegos desean que les entregue. Reacio a ello, la sacará del lugar donde ha estado oculta durante tanto tiempo, disparando accidentalmente contra uno de los muchachos, al que en apariencia dejará muerto. Será el inicio de toda una inesperada odisea, que no solo comportará la angustiosa huida del muchacho, sino la actualización de un crimen que durante esa década ha mantenido ligados a dos profesionales de rasgos bien diferentes. De un lado el veterano inspector Mackenzie (Herbert Marshall), y por otra parte el norteamericano Mark Andrews (Steve Cochran). El primero de ellos se rige con los modos habituales en Scotland Yard, mientras que Andrews es, en el fondo, un extraño en tierras inglesas, incapaz de asumir que no se encuentra en esa Norteamérica en donde los modos de actuación son más expeditivos –en realidad es un miembro del ejército en misión diplomática-. En medio de todo ello, asistiremos a la tribulación de la madre del pequeño –Elsa Jenner (una aquí muy eficaz Lizabeth Scott)-, joven viuda de un combatiente británico, que tiene que trabajar en una casa de comidas para salir adelante. Todo ello, desarrollado en el entorno de un Londres que es descrito con una espléndida y fría atmósfera –magnifica la labor del operador de fotografía Reginald H. Wyer-, brindando un extraño documental, sobre todo centrado en las correrías del pequeño Erik, huyendo del acoso de esa policía que cree le persigue por haber matado a uno de sus compañeros –en realidad el disparo lo dejó herido-. La visión de esa ciudad aún cicatrizada por la pasada contienda, de una sociedad caracterizada por su deshumanización, o la incipiente llegada del progreso, es uno de los elementos de interés de una película pródiga en ellos.
Otro es sin duda la mirada que ese propio pequeño, dominado por la psicología que le brinda la soledad de su situación familiar, ofrece ante un contexto que le sobrepasa y de repente adquirirá para él tintes de pesadilla. Bien es cierto que el cine inglés encontró en dicha vertiente un filón de enorme riqueza –con títulos que podrían ir de THE FALLEN IDOL (El ídolo caído, 1948. Carol Reed), a la excepcional SAMYY GOING SOUTH (Sammy, huída hacia el sur, 1963. Alexander Mackendrick)-, quizá con mayor acierto que en cualquier otra cinematografía. Sin embargo, la ascendencia y presencia del muchacho, por momentos nos evoca el Bobby Driscoll de la norteamericana THE WINDOW (La ventana, 1949. Ted Tetzlaff), en una película que en no pocos momentos aparece también como la oposición de dos mundos; el británico y el estadounidense. Una atractiva inflexión protagonizada por los dos investigadores protagonistas, en la que tendrá un creciente protagonismo la figura de Andrews –ayudado por la vigorosa interpretación que le brindará el magnífico y ambivalente Steve Cochran, siempre capaz de ofrecer la altanería y la vulnerabilidad en su mirada y lenguaje corporal-. La verdadera esencia del film de Guest se establece en la evolución que marcará la personalidad, hosca y chulesca, de ese hombre que pierde su tiempo dedicándolo a prácticas de tiro, incapaz de llorar según confesión propia, que en un momento dado decidirá aplicar unos métodos de actuación poco ortodoxos, a la hora de intentar alcanzar a ese niño, no por el muchacho propiamente dicho, si no por recuperar esa pistola y, con ello, solventar ese crimen de un compatriota suyo que ha quedado pendiente durante una década.
A partir de esa premisa, el sólido entramado dramático de THE WEAPON, nos permite comprobar como ese joven de casi nulos sentimientos irá humanizándose, en el ámbito aún sombrío y escasamente envolvente de un Londres oscuro y húmedo. Conforme pasen las horas y Erik no aparezca a los ojos de su madre, la película conocerá un momento de inflexión con la falsa alarma de la recuperación del cadáver de un niño que, inicialmente, la policía señala que podría ser el desaparecido. Mark acompañará a su madre a la identificación y, tras descartar dicha identidad, decidirá pedir permiso a Mackenzie, brindándole éste veinticuatro horas para localizar al pequeño a su modo. En ese marco temporal, Andrews se encontrará con una mujer que le podría proporcionar pistas en torno a su investigación, pero que de manera inesperada se convertirá en un auténtico punto de partida cara a un nuevo modo de entender la existencia. Es algo que le brindará el encuentro que mantendrá con Vivienne (Nicole Maurey), una joven encaminada a la madurez, desahogando su gris existencia en números de cabaret, que se desnudará emocionalmente ante el norteamericano, abriéndosele a este una nueva manera de contemplar la existencia. El furtivo asesinato de esta, iniciará una persecución –magnífico episodio, ejemplar en su planificación y el uso de luces y sombras- de Andrews en una planta eléctrica en la noche londinense, donde será agredido sin llegar a más consecuencias. Sin embargo, aparecerá como el detonante para facilitar ese cambio en la mirada de un joven hasta entonces hosco y sin sentimientos, por alguien capaz de sentir algo positivo por un ser como Elsa, con la que empezará a confraternizar.
En un relato dominado por las lineras convergentes de sus diversas subtramas, lo cierto es que THE WEAPON emerge como un atractivo drama de raíz existencial. Un relato de tintes policíacos, que culmina con fuerza en esas mismas ruinas en las que se ha iniciado, esta vez en la noche londinense, y del cual quizá solo cabría reprochar relativamente, el poco acierto que tiene el personaje de Joshua Henry (George Cole), carente de la malignidad necesaria en la expresión de un personaje tortuoso e inquietante.
Calificación: 3
0 comentarios