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CINEMA DE PERRA GORDA

ESCAPE IN THE FOG (1945, Budd Boetticher)

ESCAPE IN THE FOG (1945, Budd Boetticher)

Si tuviera que definir en pocas palabras ESCAPE IN THE FOG (1945), no dudaría en definirla como una versión de complemento de programa doble, que albergaba unas nociones del mundo numinoso de Val Lewton, combinándolo con la corriente psicoanalítica, que dominaba por completo el cine policiaco y de misterio norteamericano de entrada la década de los cuarenta. Quinta de las realizaciones en solitario de Budd Boetticher -aun firmando con su auténtico nombre de Oscar-, supone un exponente más -quizá no de los más valiosos-, del periodo de aprendizaje del cineasta en el seno de la Columbia. Películas que apenas superaban la hora de duración, que han tardado muchos años para poder ser visionadas por los aficionados, y que en sus entrañas revelan la inquietud de un profesional que ya se caracterizaba por su capacidad creadora de atmósferas. Pequeñas obras que, pese a desarrollarse en diferentes estudios, pero en similares condiciones de producción, forjaron la profesionalidad de futuros referentes del cine USA, como Richard Fleischer, Don Siegel, Anthony Mann, Joseph Losey… Es curioso señalarlo, como gracias a las divisiones B de los grandes estudios, de manera quizá involuntaria, se fraguó un admirable relevo, sembrando y consolidando uno de los últimos y más grandes periodos del cine norteamericano.

ESCAPE IN THE FOG se inicia con una enorme fuerza, en este caso intentando trasladar -con efectividad- ese mundo directamente heredado del citado Lewton, describiendo en un puente de San Francisco entre una espesa niebla, el discurrir solitario de una joven -Eileen Carr (convincente y frágil Nina Foch)-. Una linterna rompe la oscuridad y provoca su sobresalto. Se trata de un policía sorprendido por la actitud de la muchacha, a la que abandona en su normalidad. Sin embargo, esta casi de inmediato se romperá definitivamente, al detenerse un vehículo y descender varios hombres, que proporcionan una paliza a uno de los ocupantes, quien se resiste, encontrándose a punto de ser apuñalado. Los gritos de Eileen interrumpirán el asesinato… pero servirán para comprobar que todo lo vivido es una pura pesadilla. Se encuentra en un hospital de reposo, donde ha llamado la atención del personal, conociendo casi de inmediato a Barry Malcolm (William Bright), otro de los internados.

Casi de inmediato ambos simpatizarán, llegándose a establecer una mutua atracción. Sin embargo, la joven no sabe que Barry es un espía que se encuentra escondido, reuniéndose con el misterioso y elegante Paul Devon (Otto Kruger), quien le encomendará una peligrosa misión, enviándolo hasta Hong-Kong, para trasladar una documentación que serviría para minimizar los esfuerzos de la ofensiva aliada. Lo que estos desconocerán, es que la reunión ha sido captada por un siniestro grupo de espías, que se encaminarán a sabotear el plan, con el deseo de hacerse cargo con la ansiada documentación. Ello acentuará la intuición de Eileen, que de entrada no tiene noticia de la misión encomendada, pero sí del peligro que corre Barry. Es por ello que acudirá a ese puente que había soñado en su terrible pesadilla, convencida que se hará realidad el contenido de la misma.

Vayamos al grano. Lo que limita -y no poco- el alcance de ESCAPE IN THE FOG, y la sitúa dos peldaños por detrás de otras producciones firmadas por Boetticher para Columbia en este periodo, que he tenido ocasión de contemplar, reside en la indigencia del guion firmado por el muy prolífico Aubrey Wisberg, que no sabe ni potenciar esa vertiente fantastique que se deja entrever en sus primeros instantes y, por otro lado, aparece llena de agujeros, a la hora de trasladar esa trama de espionaje. Son tantos, de tan grueso calado, y transmiten tal inconsistencia al conjunto, que la verdad es que se percibe que Boetticher era consciente que nada valioso podía sacarse de una historia inconsistente. Es por ello, que el ya avezado realizador, prefiere recrearse en búsquedas visuales que intenten disimular la indigencia de su base argumental, poniendo en primer plano esa capacidad para generar tensión y atmósfera a partir de la imagen. Ayudado para ello de los contrastes lumínicos que le brinda la labor en blanco y negro de George Meeham, nuestro realizador no desaprovecha la ocasión para planificar situaciones que crean amenaza, buscando angulaciones de cámara y perspectivas que favorezcan esa búsqueda de espesura. Planos en los que la pareja protagonista se ve dominada por la presencia de seres amenazadoras, una acción que se desarrolla casi en su totalidad en la noche, nieblas, miradas torvas. Situaciones que emparentan esta película con el serial -la casi mortal encerrona que vivirá la pareja protagonista, teniendo que discurrir Barry por medio de angostos pasillos situados en el subsuelo de San Francisco; la ingeniosa idea que llevará a cabo, para lograr ser salvados de una muerte por inhalación de gas-. Y todo ello, culminará, con una percutante persecución en las alturas, en la nocturnidad neblinosa de la ciudad, donde una ingeniosa solución argumental y narrativa, culminará con la muerte de los dos contraespías perseguidos tanto por la policía, como por el propio Barry, que con un gesto final no solo logrará salvar su vida sino, que el mismo servirá para liquidar a sus rivales. Atención, por último, a la fugaz aparición de una jovencísima Shelley Winters, encarnando a una aguerrida taxista nocturna.

Calificación: 2

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