WITNESS IN THE DARK (1959, Wolf Rilla)
Sin ser un número demasiado representativo de su obra, no creo que existan muchos aficionados españoles que hayan logrado contemplar cuatro títulos de cuantos filmara el alemán y residente en Inglaterra Wolf Rilla, para poder ya intuir en sus imágenes, unas determinadas coordenadas, que podrían delimitar tanto una serie de características comunes, como incluso la presencia de elementos de estilo, tanto formales como temáticos. WITNESS IN THE DARK (1959), aparece rodada muy poco antes de su título más conocido, y sorprende de entrada por su extrema modestia, algo que en realidad Rila prolongó en su obra, integrada por lo general por títulos de clara serie B y de muy ajustada duración –en este caso apenas sobrepasa la hora de metraje-, inscrita en géneros lindantes, como el policíaco, algunos con ascendencia o ecos norteamericanos, el thriller –como es en este caso- o la propia ciencia-ficción, como ejemplificaría la mítica VILLAGE OF THE DAMNED (1960). Es decir, su cine aparecer por lo general revestido por lo sombrío –quizá una excepción sería la muy cercana en el tiempo BACHELOR OF HEARTS (1958), que contaba con un guión autobiográfico firmado por Frederick Raphael-, dentro de una inclinación incluso con lo bizarro que, no obstante, no se despega de una mirada en buena medida realista, inclinada abiertamente por un tono desesperanzado. Es por ello, que bajo la simplicidad de sus bases argumentales, Rilla propone una serie de apólogos morales, oscilando entre la extrema sobriedad y el dramatismo de sus imágenes, entre el fatalismo y la esperanza de una nueva oportunidad, incluso cuando esta venga vehiculada a partir del sacrificio de alguno de sus protagonistas.
Buena parte de ello queda expuesto en esta producción de tan cortos medios de producción, que Rilla sabe revertir con notable destreza, intuyéndose en ello una implicación personal, que sobrepasa con mucho la mera efectividad artesanal. Todo ello, hasta el punto de brindar, con todas las objeciones que se pueda ofrecer a un conjunto tan limitado de recursos, una visión de esa viciada sociedad británica que se encontraba a punto de entrar en un nuevo compás a todos los niveles, y que se encontraba aún dominada por prejuicios y vicios casi consustanciales a su personalidad. En realidad, este contexto queda delimitado en un relato de suspense, que se dirime esencialmente en el marco de un adusto edificio de apartamentos, donde reside la protagonista de la película, una joven invidente llamada Jane (Patricia Dainton). Ya en los mismos títulos de crédito, adornada con la extraña banda sonora que acentúa sus pasajes más inquietantes, descubrimos que trabaja como operadora en una oficina, antes incluso de percibir su ceguera. Pese a su minusvalía, Jane es una muchacha caracterizada por el voluntarismo. Vive en ese angosto edificio de apartamentos, dando clases a un joven invidente que no se resigna a su nueva condición, ayudando incluso a la anciana sra. Temple (Enid Lorimer), que vive en soledad, con el único aliento que le proporciona nuestra protagonista. Junto a ambas, reside el matrimonio Finch, representativo del mundo obrero urbano, con un esposo deseoso de abstraerse de la dura jornada laboral, leyendo el periódico en su casa, mientras que su mujer –Madge Ryan-, no deja de representar a la clásica mujer chismosa, representativa del inglés de clase media-baja. Pese a la escasez de ingresos de la anciana, esta atesora un valioso broche que le legó su esposo antes de morir, y que ha preferido conservar en su modesto apartamento, escondido en un tarro, antes que custodiarlo o incluso venderlo, ya que lo trae recuerdos de su difunto marido.
Un joven –Nigel Green- tendrá noticia de la existencia de dicha joya, y acudirá hasta la vivienda de la sra. Temple, matándola para poder robarla. Sin embargo, sus noticias le llegarían antes de que la anciana variara el escondite, por lo que finalmente no la encontrará, aunque ello le haga encontrarse con Jane, produciéndose un tenso encuentro, pese a que el criminal no abra la boca, y la muchacha no pueda verle, aunque lo roce con sus manos. Tras descubrir el cadáver, Jane será objeto de los interrogatorios policiales, especialmente intensos de manos del inspector Coates (Conrad Phillips), no pudiendo ella ayudar demasiado, a la hora de proporcionar pistas que permitan dar captura al autor del crimen. Sin embargo, el esfuerzo del inspector poco a poco irá dando sus frutos, al tiempo que de manera inesperada, le vayan acercándose a Jane, algo que ella también irá sintiendo, rompiendo en cierto modo esa máscara que aún porta, como recuerdo de ese novio con quien vivió un accidente de tráfico, que le costó la vida al muchacho, conservando una fotografía de este, que paradójicamente no podrá contemplar. Es más, la joven incluso mostrará su arrojo, a la hora de servirse de cebo para lograr la captura del asesino, quizá intentando con ello exteriorizar una cierta venganza sobre él, algo que intentará con timidez, tras su definitivo apresamiento.
No puede decirse que WITNESS IN THE DARK aparezca en su base argumental como un conjunto dechado de originalidad, aunque justo es reconocer que suponga al mismo tiempo una cierta continuidad en torno a los thrillers con protagonista invidente –recordemos la estupenda 23 PACES TO BAKER STREET (A 23 pasos de Baker Street, 1956. Henry Hathaway) –de nuevo Rilla asumiendo influencias de títulos de ascendencia hollywoodiense, aunque también compartiendo producción británica-, pero al mismo tiempo abriendo un escenario dramático, que se prolongaría en los años sesenta y setenta, con conocidos y no demasiado gloriosos exponentes del género, rodados por Terence Young y Richard Fleischer. En su oposición, nos encontramos con una producción de muy bajo presupuesto, en la que el realizador alemán utiliza su intriga de base –a la que sirve con brillantez, en aquellas secuencias tensionadas por la presencia del asesino, o en una planificación que prima la utilización expresiva de los objetos de dicha tensión-, al objeto de reiniciar en esa mirada desesperanzada sobre una sociedad deshumanizada y embrutecida. Un mundo obrero inglés, que desperdicia su existencia con ritos dominados por la mediocridad y la alienación, y en la que paradójicamente, la ceguera de Jane, servirá para que la muchacha pueda vivir una existencia paralela, emergiendo de un viciado y desazonador ámbito existencial. Ella misma lo expresará a Coates, en la que será la secuencia más definitoria del relato, en la cual Rilla optará por un elegante travelling lateral, insuflando con ello un oasis de sinceridad emocional, en una premisa marcada hasta entonces por la frialdad o el dramatismo. No cabrá ya duda que Wolf Rila en realidad insufla a sus imágenes, la posibilidad de una soledad compartida, por ese inspector de presumible hastiada existencia, con esa protagonista que sorprende por la lucidez que le acompaña, y en la que con probabilidad su ceguera, es la que le proporciona una especial luz interior. Esta querencia por una posibilidad de redención existencial –como la que planteaba el falso acusado de THE LARGUE ROPE (1953)-, no impide que WITNESS IN THE DARK funcione como relato de suspense. Sucede que nos encontramos ante una película en la que se puede decir que no sobra un plano, aspecto por el cual por momentos se tiene esa sensación de apresuramiento, que quizá contribuya a disipar la posibilidad de encontrarnos ante un logro absoluto. No lo es, como tampoco sucede con los otros títulos de Rilla a los que he tenido ocasión de disfrutar. Ello no impide definirlos todos en un considerable nivel. Tanto como el que ofrece esta modesta, pero densa y asfixiante producción, en la que podemos destacar tanto una muy competente dirección de actores, todos ellos desconocidos, con la excepción de Nigel Green, o la presencia de un casi niño Richard O’Sullivan –muchos años después, protagonista de la serie televisiva “Un hombre en casa”-, como la ya probada capacidad del director para generar tensión, tal y como se puede percibir incluso en la combinación de esta con el uso de la elipsis –el asesinato de la anciana- o en pasajes dominados por una extraña inquietud –el encuentro del asesino con Jane en la escalera-. Sin embargo, la película no dejará de mostrarnos dos instantes escalofriantes, dignos de cualquier antología del suspense cinematográfico, con las que la integridad de la muchacha se transformará, en apenas instantes, en un peligro sentido por el propio espectador.
Aparecida casi al margen de las corrientes renovadoras que acechaban el cine inglés de finales de los cincuenta, WITNESS IN THE DARK comparte con ellas esa mirada crítica sobre la sociedad inglesa de su tiempo. Y lo hará además de forma libre, despojada de las convenciones de estudio, tal y como podría suceder con excelentes policíacos como el coetáneo THE WHITE TRAP (1959, Sidney Hayers). Tan solo quizá, una mayor hondura en los recovecos dramáticos de la propuesta, o lo chirriante que aparezca su banda sonora en algunos momentos, sean pequeños desajustes, en una propuesta notable, que avala la singularidad, de uno de los nombres que quizá deberían ser ya merecedores de un reconocimiento, dentro del cine inglés de su tiempo; Wolf Rilla.
Calificación: 3
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jorge trejo -