Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

VILLAGE OF THE DAMNED (1960, Wolf Rilla)

VILLAGE OF THE DAMNED (1960, Wolf Rilla)

El paso de los años ha reconocido los méritos de la magnífica VILLAGE OF THE DAMNED (1960) como una de las más valiosas y atrevidas propuestas dentro de la ciencia-ficción cinematográfica en Inglaterra. Todo ello, en un periodo en que esta supo atesorar un lugar propio, basando su mirada en hechos mostrados en su cotidianeidad y, por ende, prescindiendo en su mayor parte de efectos especiales. Quizá el hecho de suponer buena parte de sus exponentes auténticas series B, y conociendo la veta realista que atravesó el conjunto de su cinematografía, estoy convencido que ambas circunstancias favorecieron unas propuestas en líneas generales valiosas, provistas de interesantes reflexiones y originales planteamientos. Sin embargo, el prestigio -y el éxito en el momento de su estreno- que atesora la película -que favoreció pocos años después una continuación temática, y en la década de los 90 un remake a cargo de John Carpenter- todavía no ha motivado la necesaria curiosidad en torno a su artífice, el alemán Wolf Rilla (1920-2005), como sí sucedió con otros realizadores de su generación. Rilla llega a Londres con sus padres siendo adolescente, una vez es proclamado el régimen nazi. Entrada de la década de los cincuenta inicia una trayectoria como cineasta que dará como fruto una veintena de largometrajes. Es cierto que la mayor parte de su obra resulta de muy difícil acceso, pero hasta el momento han sido seis los títulos que he podido contemplar, todos ellos de similares cualidades -dentro de los diferentes géneros en los que estos se encuentran encuadrados-. De entre ambos, detecto una enorme destreza en el manejo de la producción de bajo presupuesto, su especial manejo en situaciones sórdidas y sombrías, el eco que en sus películas alberga el mejor cine americano y, de manera muy especial, su capacidad para el trazado psicológico de sus personajes. Es algo que podremos vislumbrar tanto en el tenso y sórdido film de suspense WHITNESS IN THE DARK (1959) como en la inmediatamente previa comedia estudiantil BACHELOR ON HEARTS (Bachiller en corazones, 1958).

Todo ello se encuentra, punto por punto, inserto en esta estupenda adaptación de la novela del escritor de culto John Wyndham ‘The Midwich Cuckoos’. Una propuesta que desde el primer momento resalta en esa gelidez consustancial el cine de su realizador. En pocos instantes descubriremos la aparente placidez de los vecinos de la aldea inglesa de Midwick. De repente, parece como si un sueño generalizado invada a todos los seres vivos del entorno. Tanto hombres y mujeres como animales perderán el sentido en las situaciones en que se encontraban en ese momento, un rápido montaje logra que el espectador adquieras conciencia del extraño hecho. Algo que en el exterior descubrirá, casi de casualidad, el mayor Alan Bernard (el excelente y hammeriano Michael Gynnn) cuando se dispone a visitar a su hermana y su cuñado y, de manera sorprendente; el cartero del pueblo le adelanta con su bicicleta y poco después se desvanece en el camino… en el que algo más adelante se encuentra un autobús salido del mismo. Como suele suceder en numerosas películas inglesas, un hecho cotidiano será la espita para vivir algo extraordinario. Pronto las autoridades acordonarán la zona, descubriendo el aura de influencia de algo en lo que no detectan gas o razón alguna, hasta que pocas horas después todos las victimas despierten como si tal cosa, entre la incredulidad de todos.

Pocas semanas después, un nuevo e inquietante elemento sobrevendrá en la pequeña localidad. Una serie de mujeres han quedado embarazadas contra natura, provocando la suspicacia de sus respectivas parejas, en la medida que en algunos casos no se habían producido relaciones sexuales. Una de las embarazadas será la distinguida Anthea Zellaby (la maravillosa Barbara Shelley, diosa del terror en Inglaterra) esposa del respetado profesor Gordon Zellaby (George Sanders) de mayor edad que ella. Ambos supondrán un puntal de racionalismo en el conjunto de un colectivo violentado por este inexplicable hecho. Meses antes de la habitual gestación nacerán las diversas criaturas, todas ellas ligadas por su pelo dorado y extraña mirada. Su rápido crecimiento físico y, sobre todo, mental, provocarán un ambiente malsano entre los vecinos. Unos lugareños que en modo alguno quieren relacionarse con estos extraños y maduros niños de tan perfecta como inquietante presencia. Zellaby será el primero que intuya la telepatía que rodea la mentalidad de todos ellos, intuyendo un posible origen extraterrestre, que tendrá un elemento que al mismo tiempo los ligue a ellos, es el padre de David (el fascinante Martin Stephens), que aparece como líder de los niños. Las autoridades londinenses obtienen noticias de la presencia de otras colonias de pequeños en diferentes países, que han sido contrarrestadas en algunos casos con brutales ataques que destruían las poblaciones en que se encontraban sin avisar a sus vecinos, puesto que con ello buscaban despistar las capacidades telepáticas de estos. Será algo que se planteará realizar también en Midwich, donde se han producidos trágicos acontecimientos entre el vecindario, y las autoridades temen que los recién llegados crezcan en su poder. Tal es así que ellos ya conocen estas intenciones, puesto que Gordon está muy cerca de dicho colectivo en su condición de profesor -estos niños se encuentran aislados del resto de los pequeños de la población-. Consciente de la situación límite que se acerca ante el conjunto de la aldea, el veterano profesor intentará aplicar un plan que intente revertir una situación casi irresoluble.

Desde el primer momento y hasta su conclusión, dentro de un metraje de menos de 80 minutos, VILLAGE OF THE DAMNED destaca en su crónica concienzuda de un hecho extraño, que será asumido de todos modos con naturalidad, y con esa misma sensación de realismo acertará a ser plasmada en la pantalla. Ese verismo y el rasgo de crónica sombría, será una de las mayoreas cualidades de lo que en realidad supone un extraño e intenso melodrama, en el que no se deja de introducir un auténtico misil transgresor en torno a la sociedad inglesa de su tiempo. La llegada de estos extraños embarazos no solo posibilitará la ira de esos maridos o familiares que desconfiarán de unas mujeres atribuladas, e incapaces de ratificar la verdad de sus afirmaciones. De tal forma, la piedra angular de la familia quedará en entredicho, e incluso el baluarte de la religión se mantendrá en el desconcierto, puesto que el párroco será obligado a exponer el secreto de confesión de las embarazadas, para ratificar la sinceridad de sus acciones.

A ese elemento discursivo, inserto con un absoluto sentido de la lógica, y en el que cabrá añadir la creciente actitud destructiva de las autoridades gubernamentales y militares -del mismo modo expuestas con un aterrador sentido de lo cotidiano-, se sumará una compleja entraña dramática, en la que se auna ese rechazo de lo diferente por parte de los lugareños, confrontadas con las crecientes acciones de esos niños tan especiales que, en especial en el caso de David, provocan el escalofrío por el aplomo con el que manifiesta sus conclusiones y deseos a su supuesto padre, siempre sin manifestar la más mínima señal de cariño -en especial a Anthea, esta sí su madre física, aunque fuera gestado sin inseminación y con métodos extraterrestres que nunca serán explicados, a modo de sutil y transgresora parábola cristiana-, y al mismo tiempo en todo momento conservando las formas.

Lo magnífico del film de Rilla proviene de la aplastante lógica de su desarrollo, en la que no quedarán al margen secuencias que siguen manteniendo su impacto más de seis décadas después. Momentos como la propia manifestación de la pérdida de sentido colectiva de la población, la manera con la que se describe el encuentro de Alan con la terrible situación, o incluso la frialdad con la que los oficiales intentan delimitar y situar la frontera de la extraña situación. Y dentro de ese ámbito de racionalismo, se impondrá un momento escalofriante, en el que se esconde la frialdad militar; llevar a una muerte segura a un piloto que sobrevuela la zona afectada.

No será esa la única secuencia percutante en un conjunto dominado por la racionalidad dentro de su extraordinaria configuración. Ese lugareño que atropellará involuntariamente a una de las niñas extraterrestres, y será forzado por el conjunto de estos a un suicidio estrellándose contra un muro -quizá una premonición de la resolución del relato-. O el ataque que sufrirá Alan cuando intente enfrentarse con los inquietantes niños. Sin embargo, no cabe duda que el episodio más terrible de la película reside en esa tensa, casi irrespirable secuencia, en la que el hermano del accidentado, intente matar con una escopeta a los pequeños, y bajo el influjo de estos se suicide pegándose un tiro en la cabeza. Dentro de la brillantez general de VILLAGE OF THE DAMNED tengo que reconocer que no me termina de convencer ese inesperado giro final de los niños extraterrestres. Ello no impide reconocer que Sanders transmite muy bien, sin romper la serenidad narrativa de estas secuencias, esa convicción interior de que solo con su sacrificio personal logrará revertir dicha amenaza. Serán instantes los del último encuentro de este con las extrañas criaturas -desarmante la altura de su conversación-, en donde el rostro atribulado de Gordon intentará mantener mentalmente ese muro que impida que los muchachos adivinen sus pensamientos. Curiosamente, en el momento de su inmolación -resuelto de manera pobre- se producirá otra inesperada transmisión de pensamiento; la de su esposa, que retornará a su encuentro, al adivinar interiormente lo que trágicamente comprobará instantes después.

Calificación: 3’5

1 comentario

Germán -

Magnífica reseña de un film emblemático, solo añadir que el remake de John Carpenter - con algún buen momento, pero demasiado fotocopia - aporta poco