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CINEMA DE PERRA GORDA

ROBBERY UNDER ARMS (1957, Jack Lee)

ROBBERY UNDER ARMS (1957, Jack Lee)

Al igual que otros nombres como Guy Green, el lejano Thorold Dickinson, Henry Cass, Leslie Norman, ya sin recordar una vez más la figura para mi más enorme de Lance Comfort, creo que en la andadura de Jack Lee se encuentra el aporte de un realizador con una obra ajustada pero caracterizada por su considerable interés. Hombre experimentado en el ámbito del documental -como diversos directores de su país- Lee extiende su aportación como realizador en nueve largometrajes rodados entre 1947 y 1960. Hasta el momento son cinco las películas suyas que he tenido ocasión de contemplar, y hay que reconocer que en ellos se encuentra un hombre de cine especialmente preocupado en el trazado del comportamiento de sus personajes, y empeñado como tantos realizadores ingleses, por esa querencia por el drama psicológico aplicado a diversas vertientes genéricas, de los que me gustaría destacar el extraordinario A TOWN LIKE ALICE (Mi vida empieza en Malasia, 1956).

Precisamente, a continuación del mencionado título nuestro director rueda en Australia la insólita ROBBERY UNDER ARMS (1957), que quizá supondría su encuentro con aquel continente, en donde se establecería una sólida vinculación hasta su muerte en 2002, que tuvo lugar en Sydney. Y señalo ese carácter insólito, ya que se trata de una de las escasas muestras que el cine británico dedicó al western. Recordemos como pocos años después se rueda bajo dicho pabellón el no menos extraño THE SINGER NOT THE SONG (El demonio, la carne y el perdón, 1961. Roy Ward Baker). Ello sin olvidar los que quizá fueron los precedentes de esta menguada pero estimulante corriente, iniciada por el igualmente documentalista Harry Watt, y plasmada en THE OVERLANDERS (1946) y la posterior EUREKA STOCKADE (1949), ambas igualmente rodadas en tierras australianas.

Basado en la novela de Rolf Boldrewwd, ayudado de manera poderosa por la pictórica fotografía en Eastmancolor de Harry Waxman, y el oportuno aporte musical de Matyas Seiber, lo cierto es que constituye una propuesta dominada por la serenidad -algo que algunos comentaristas confundieron con morosidad narrativa- que entronca esta película con determinadas muestras del cine del Oeste, rodadas en aquellos años por realizadores ya veteranos como Edgar G. Ulmer, Allan Dwan o incluso el actor Ray Milland. Como dato curioso, cabe señalar que se trata de una producción de Joseph Janni, en aquellos años empeñado en llevar a cabo productos atractivos e insólitos, como es el caso. La película se centra en la andadura del Capitán Starlight (encarnado por un joven y gallardo Peter Finch, para el cual esta película le permitiría retornar a su país de crianza). Se trata de un conocido bandolero especializado en el robo de ganado en la Australia de la segunda mitad del siglo XIX -la acción se inicia en 1865-, y que no deja de ser perseguido por los escasos representantes de la ley existentes en un basto continente escasamente poblado.

Esa es la primera virtud que transmiten sus imágenes, describir con fisicidad la aridez de unas tierras duras y casi desérticas, en las que la comunión con una naturaleza agreste parece erigirse como el principal elemento de una vida dura y sin facilidades. La terrosidad de la señalada iluminación de ascendencia cromática, aparece como el oportuno caldo de cultivo para una historia dominada por una extraña serenidad -quizá esa carencia de demografía y cercanía a la desertificación favorezca esa sensación-. Y en ella pronto hará acto de presencia un protagonista que, de manera paradójica, tendrá una relativa presencia en pantalla, ya que los protagonistas del relato son Dick (Ronald Lewis) y Jim (David McCallum), los jóvenes hermanos Marston, que trabajan con ganado y cuyo padre -Ben Marston (Laurence Naismith), se encuentra buscado por la ley, ya que se encuentra entre el muy escaso personal que acompaña a Starlight en sus fechorías. Sus hijos se han hartado de trabajar con dureza con poca ganancia y se aprestan a intentar buscar una nueva vida más acomodada. Por ello, inicialmente actuarán junto al carismático bandido y su padre en un robo de ganado, con el que obtendrán dinero suficiente para viajar hasta Melbourne en un barco. Allí conocerán a las hermanas Morrison -Kate (Maureen Swanson) y Jean (Jill Ireland, la futura esposa de Charles Bronson)-. La primera de ellas se enamorará de Dick y la segunda iniciará un sincero romance con Jean, quedando ambos en el aire mientras los dos hermanos se reúnen con su madre y familia, y posteriormente huyen hasta Bendigo, al objeto de poder establecerse de manera honrada extrayendo oro de las minas. Allí Dick se rencontrará con Kate, que se encuentra casada, pero que no está dispuesta a volverlo a perder, por más que este ha reiterado una promesa de amor con su amiga de infancia Grace (Ursula Finlay). Por desgracia, el destino volverá a unir a los muchachos con la banda de Starlight -en la que de nuevo se encuentra enrolado su padre-, quien realizará un atraco en el que morirá el director de la oficina y una mujer. La capacidad de venganza de Kate al verse rechazada por Dick le hará delatar a los hermanos, quienes huirán y serán recogidos por la banda de Starlight. No sin antes haber sido rescatado Jim tras haber sido atrapado por la autoridad y estar a punto de ser linchado por los lugareños.

Una vez acogidos de nuevo en el seno de la banda, las autoridades del entorno se verán obligadas a sumar sus esfuerzos, al objeto de reducir al líder de la misma y a todos sus componentes. En realidad, se dirimirá el fin de un mundo y de una manera de entender la existencia, en el fondo dominada por un ansia de libertad. Será algo que, en última instancia, solo proporcionará una esperanza para Jim, el más joven y tímido de los Marston.

Desprovista de la menor aura de maniqueísmo en sus personajes, una de las mayores virtudes de ROBBERY UNDER ARMS reside precisamente en la deliberada desdramatización que destilan en todo momento sus imágenes. Existe una clara voluntad por parte de su director de conducir su relato a modo de balada, y profundizando de manera muy especial en la aridez y terrosidad de esas tierras australianas, de las que la voz en off inicial señalará que un jinete podría cabalgar en ellas durante meses sin toparse con habitante alguno. A partir de dichas premisas, nos encontramos con un relato en el que importa mucho más la impronta descriptiva que sus altibajos dramáticos, por más que estos no se encuentren ausentes. Resaltará la manera de encuadrar y describir exteriores casi desérticos, en donde resultará especialmente atractiva la manera de utilizar ese arbolado reseco, y predominando en ellos planos abiertos que incidan en dicha sensación de despoblamiento. Del mismo modo, resultará de especial fuerza la planificación y descripción del interior de la humilde morada de la familia Marston, e incluso la manera de mostrar la figura de la madre de familia descrita, esta vez sí, con una cierta aura dramática. Pese a su escasa presencia en pantalla, será quizá el único personaje revestido de cierta autoridad, al presentarlo como nudo vector o puente de esos mundos que, en última instancia, aparecen enfrentados en su argumento. Es por ello que el resto de personajes, incluidos los protagonistas, aparecen revestidos de una cierta naturalidad, que en el caso de Starlight irá acompañado de cierta aura picaresca, a lo que contribuirá no poco la mesurada interpretación ofrecida por Peter Finch. Y es curioso señalarlo; en realidad son los dos jóvenes hermanos los que protagonizan la película, y en su discurrir se expresará esa oposición de mundos que, en última instancia vehiculan sus imágenes.

En cualquier caso, y pese a esa explícita voluntad de desdramatización, lo cierto es que en ROBBERY UNDER ARMS aparecen instantes y pasajes que, sin abandonar dicha premisa dramática, se elevan por su especial singularidad y fuerza. Me refiero a momentos como aquel en el que, en el interior de una taberna en Bendigo, Dick descubra la presencia de Kate provocativamente vestida de rojo. Otro, con una admirable combinación de sequedad y tensión, lo ofrecerá la plasmación del asalto del banco por parte de los hombres del bandido, que tendrá su punto de inflexión con el inocente discurrir de un palo por la fachada de la oficina bancaria de manos de un niño. Finalmente, no cabe duda que la catarsis del relato tendrá lugar una vez los Marston se reúnan de nuevo con Starlight en el refugio natural en el que este siempre se ha resguardado, y donde de manera inapelable serán rodeados por los ya crecientes agentes de la Ley, empeñados de manera definitiva en darle captura. Para ello, y por medio de una planificación que alternará con pertinencia planos muy abiertos, otros de detalle y otros más cerrados, plasmará un episodio denso y dominado por la tensión, en los que de igual manera se patentizará esa querencia por un determinado grado de sequedad, que quizá de manera involuntaria aparece casi como un valioso precedente de esa manera de entender el western crepuscular, que pocos años después patentizarían títulos como RIDE OF THE HIGH COUNTRY (Duelo en la alta sierra, 1962. Sam Peckimpah).

Calificación: 3

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