ONCE IS NOT ENOUGH (1975, Guy Green) Una vez no basta
Cuando estamos muy cerca de sobrepasar la barrera del medio siglo de aquel ámbito temporal de inicios de los setenta, a nivel cinematográfico se insertaron -entre otras- dos corrientes que se extendieron a lo largo de no pocos títulos. Por un lado, a raíz del éxito comercial de LOVE STORY (Love Story, 1970. Arthur Hiller) se recuperó en las pantallas una especie de nuevo romanticismo. Otra, totalmente contrapuesta, reside en la presencia de un tipo de melodrama dominado por el escándalo y una mirada más cercana a una sexualidad descrita en alcobas y clases altas. Yéndonos al primer ámbito, podríamos citar títulos como BREEZY (Primavera en otoño, 1973. Clint Eastwood), THE TAMARIND SEED (La semilla del tamarindo, 1974. Blake Edwards) o incluso, dentro de la singularidad del mundo wilderiano AVANTI! (¿Qué sucedió entre mi padre y tu madre?, 1972. Billy Wilder).
En la mixtura de ambas vertientes podemos ubicar perfectamente ONCE IS NOT ENOUGH (Una vez no basta, 1975. Guy Green), adaptación a cargo del veteranísimo Julius J. Epstein, de una novela de la en su momento muy exitosa y pronto periclitada Jacqueline Susann, quizá la mayor especialista en ese tipo de relatos de baja estofa, centrada en airear los trapos sucios de las clases altas del universo cinematográfico. Es cierto que con bastante rapidez esta película ha pasado al olvido, puesto que ese universo en su momento cercano al escándalo con rapidez se desprendió de dicha circunstancia, dejando al descubierto la enorme pobreza de su novela original. Poco tiempo después, situaciones incluso más en apariencia ‘transgresoras’ tuvieron una cotidiana presencia en las soap opera televisivas. Quedarse con dicha mirada apriorística, supone sin embargo no apreciar lo que de atractivo se encuentra en este melodrama, que logra apearse de la basura sensacionalista que pudiera apreciarse en el momento de su estreno, para adquirir una patina de sensibilidad, en la que la mano de Guy Green como realizador y de su veterano guionista, brinda a la mirada de nuestros días una extraña, enfermiza y melancólica relación entre una joven y su padre, en medio de un universo de lujos y excesos.
Con un pasado a cuestas como productor cinematográfico, el ya veterano Mike Wayne (Kirk Douglas) en realidad se encuentra en una muy apurada situación económica, acostumbrado como está a una vida lujosa y hedonista y, sobre todo, entregado en pagar los costes de la rehabilitación de su hija January (estupenda Deborah Raffin), herida en un accidente sufrido en el último rodaje de Wayne. Por todo ello, este no dudará en casarse con la multimillonaria Deidre Milford Granger (una magnífica Alexis Smith). Se trata de una boda de conveniencia, en la que Mike consolida una seguridad económica -con la promesa de no asumir ningún otro proyecto cinematográfico- y Dei en última instancia ocultar el romance que mantiene con Karla (una histriónica Melina Mercouri, la peor componente del reparto) una mítica actriz que se encuentra retirada de la pantalla. Reacia de ver a su padre ligado a una persona a la que no profesa amor, y en buena medida alterada esa extraña relación que hay entre ambos, envuelta en una extraña aura incestuosa. Por ello, la joven realizará unas infructuosas pruebas para ser modelo, adentrándose en la redacción de la revista que dirige su amiga, la lanzada Linda (Brenda Baccaro). Al mismo tiempo, desde el entorno de su padre y su esposa se le intentará ligar al pariente y administrador de la segunda, el cotizado soltero David Milford (David Hamilton). Pase a esas directrices, la muchacha sobrellavará una vida independiente, hasta que una noche conozca a Tom Colt (David Jansen), un conocido escritor entrado en la madurez y dominado por una oscura vida sentimental. De manera inesperada se establecerá una estrecha complicidad entre ambos, que muy pronto derivará en una profunda relación sentimental, y en la que quizá de manera solapada esta encontrara en él un sustituto de su padre. Todo cobrará un matiz bastante más sombrío, cuando una actitud violenta de Mike contra Tom disponga a January en una situación límite, que muy poco después transmuta en una inesperada tragedia.
Más allá de señalar que la adaptación que se realizó para la pantalla de la novela de la Susann se suprimieron detalles y elementos escabrosos, y buscando quizá en la formulación dramática de la película la combinación de un melodrama que actualizara al ámbito de mediados los sesenta, la fórmula y el touch de tiempos atrás. No conviene olvidarlo, se trata de una producción de Howard W. Koch, conocido como tal e igualmente como director desde los primeros años cincuenta. Y, como antes señalábamos, es muy destacada la impronta que se percibe del guion del mítico Julius J. Epstein, sobre todo en la percepción -y disfrute- de unos diálogos que, de manera inevitable, nos evocan en casi todo momento esa especial manera habitual en el cine clásico, en el que estos aparecían como elemento de inteligencia.
Todo ello, se encuentra francamente bien orquestado por un Guy Green, por un lado demostrando una vez más su pericia en el contraste y trazado dramático de sus personajes, modulando con su cámara una cierta querencia por tintes clásicos, en un argumento que destaca por su fluidez, la prestancia de su montaje, y una voluntaria apuesta por una formulación visual que por momentos se acerca a la moda “retro” de su momento -fotografía de John H. Alonzo-, pero que en buena medida sigue el sendero de los melodramas más o menos reconocibles en el cine de la primera mitad de los sesenta. A partir de esas premisas, en última instancia ONCE IS NOT ENOUGH se dirime en su plasmación del proceso de obligada madurez de una muchacha marcada por un lado en la fascinación que mantiene sobre la figura de su madre, y por otro en esa forzosa rehabilitación que ha marcado parte de su vida, precisamente en el periodo previo al del inicio del relato, y que será reflejado en el único flashback inserto precisamente en los primeros minutos de la misma. Para ello, Green potenciará su pericia en la dirección de actores -hagamos la excepción de la sobreactuada Melina Mercouri, que apenas aparece en una sola secuencia, y quizá en las insuficiencias dramáticas habituales en el televisivo David Jansen-. También en la modulación e intimismo de sus secuencias y su planificación, algo en lo que ayudará el melancólico fondo sonoro de Mancini. Y es que, más allá de una propuesta que podría bordear el escándalo, lo cierto es que nos encontramos ante una película en la que casi en todo momento se percibe esa aura nostálgica. Y en la que esa melancolía existente en la relación entre padre e hija aparezca con cierto grado de emotividad en esos flashes insertos en sus planos finales.
En cualquier caso, es evidente que Guy Green brinda instantes en los que se despliega cierta inventiva, con en esos planos mostrados a partir de los títulos de crédito, en los que la asistenta se encuentra limpiando lo que pronto comprobaremos se trata de los Oscars que conserva del productor protagonista. Destellos de dicha inventiva los podremos comprobar en la secuencia del encuentro de January con Tom, en el que ambos se encuentran con compañía y las conversaciones de ambos de alternan comprobando que ambas parejas hablan de los mismo, en una divertida metáfora sobre lo insustancial de las mismas. Es cierto que una vez entra en escena la figura de este maduro escritor, la película acusa una mengua en su interés, que logrará elevarse a partir del inesperado enfrentamiento de este y Mike. Es por ello que la película recobrará su interés en sus últimos minutos, por un lado en otra valiosa muestra de inventiva visual, al describir la manera de describir en segundo término la trágica muerte de Mike y Dei, y poco después en la secuencia del último encuentro entre January y Tom, en el que este último le planteará una definitiva ruptura entre ambos, y que quizá para ella sea el punto de partida de su definitiva madurez.
Calificación: 3
0 comentarios