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CINEMA DE PERRA GORDA

TEMPTATION (1946, Irving Pichel) Tentación

TEMPTATION (1946, Irving Pichel) Tentación

TEMPTATION (Tentación, 1946. Irving Pichel) es una mezcla de melodrama victoriano, con una clara apuesta por el exotismo de una ambientación de época enmarcada en varios escenarios internacionales -con especial preminencia en escenarios egipcios, en su mayoría recreados en estudio-. Todo ello aderezado con toques de suspense, y también reservando el protagonismo a la entonces muy en boga -y magnífica- Merle Oberon, especialmente indicada en este tipo de producciones, en donde podíamos encontrar también ciertos ecos de perversión. La Oberon había rodado el año anterior otro título en que compartía escenas con el hoy olvidado pero torvo galán Charles Korvin, de orígenes húngaros y corta carrera como tal en Hollywood, al que perjudicó ser incluido en las listas negras de McCarthy en 1951. Serían finalmente tres los títulos que compartirían juntos, siendo el último de ellos el magnífico BERLIN EXPRESS (Berlín Exprés, 1946) de Jacques Tourneur.

Nos encontramos a finales del siglo XIX en las ya señaladas tierras egipcias, donde reside plácidamente el matrimonio compuesto por Ruby (Oberon) esposa del arqueólogo Nigel Armine (George Brent). La llegada a dicho entorno del comisario Ahmed Effendi (Arnold Moss) pronto diluirá dicha sensación, en la medida que trasladará a la protagonista el recuerdo -y las pruebas: una caja de metal- que traen a la actualidad un hecho terrible que ella desea olvidar, al tiempo que le induce la cercana citación para acudir a la prefectura. La sombra de ese futuro incierto se vislumbrará en su rostro, y ella lo relatará ante la casi inmediata visita del doctor Isaacson (Paul Lukas) otro sincero amigo de la pareja, sobre todo de Nigel. El encuentro entre ambos permitirá a la esposa relatar el recuerdo del largo episodio que ahora se encuentra a punto de marcar su mañana. Será el inicio de un extenso flashback en el que Ruby, una mujer mundana que ha dejado atrás un divorcio, se dispone a unirse a un nuevo y acaudalado esposo. Para ello, y acompañado por su fiel sirvienta Marie (Lenore Ulric), antes se entrevistará con el propio Isaacson, ya que su objetivo se encuentra marcado en el reconocido arqueólogo. Dicho y hecho, y pese a las reticencias latentes que mantendrá el doctor, lo cierto es que los planes de la protagonista se llevarán a efecto, e incluso entre los esposos aflorará un cierto sentimiento amoroso. Sin embargo, el tedio que para ella supone una vida rutinaria en tierras egipcias -algo que la película muestra con sencillez y contundencia-, será algo en lo que solo encontrará un inesperado asidero sentimental en el joven, atractivo y arrogante Mahoud Baroudi (Charles Korvin), al que se acercará cuando desea ayudar a una joven sirviente a la que este ha chantajeado. Ese punto de partida tan reprobable, no impedirá que ella caiga rendida ante un joven arruinado y poco recomendable pero que supone su único aliciente para emerger de una vida tan cómoda como desprovista de atractivo para ella.

Nuestra protagonista no podrá zafarse del perverso atractivo emanado por Baroudi. Ni siquiera sabiendo la oscuridad que encierra su comportamiento. Como si en el fondo reflejara en él lo más reprobable de su personalidad, no dejará de seducirle de manera económica, e incluso sabotear la intención que este albergaba de viajar hasta Estados Unidos junto a una acaudalada familia a la que había embarcado bajo su escasamente valiosa ascendencia nobiliaria, con cuya joven hija se pretendía desposar. Todo irá conformando una enfermiza atmósfera, en la que la dependencia de Ruby hacia su despreciable amante será aprovechada por él mismo, decidido a utilizarla induciendo a que ella misma sea la que vaya facilitando el progresivo envenenamiento de su esposo. Un proceso en el que esta se verá inmersa sin dudar, pero en el que en un momento dado reflexionará y reconducirá, hasta enfrentarse directamente con su amante de manera dramática. Ese hecho es el que, tiempo después, marcará una situación que no alberga futuro para ella.

De entrada, TEMPTACION se inserta en un contexto de producción bastante familiar en aquellos años, y dentro de dicha coyuntura no puede señalarse entre los más ilustres, ya que Pichel -como sucedería en otras ocasiones dentro de su irregular filmografía- prolonga senderos ya explorados en numerosas ocasiones con más fortuna. Es más, se parte de un argumento surgido a partir de una novela de Robert Hichens y su adaptación teatral a cargo de James B. Fagan, que ya había sido llevada a la pantalla incluso en el periodo silente, intuyo en buena medida debido al contraste de atmósferas y mundos que plantea su enunciado. No será precisamente en esta faceta en la que brille esta discreta película -la ambientación egipcia no se encuentra adecuadamente aprovechada, ni siquiera a efectos escenográficos-. En cualquier caso, y aún con estas limitaciones, TEMPTATION deviene un producto estimable, de entrada, por el aporte que le brinda la magnífica iluminación en blanco y negro del gran Lucien Ballard y la música ofrecida por un entregado Danielle Amfitheatrof. En ambos casos se contribuye a dotar de cierta espesura a una trama que oscila entre lo folletinesco y el suspense, en la que cabe destacar la importancia que adquiere el relato en off de la protagonista -planteado como evocación ante el personaje de Isaacson y, con él, al espectador- en lo que se dirime una deriva desesperada de una mujer mundana, incapaz de adaptarse a un entorno burgués y de victoria que ahoga su ansia de mundo.

Esa incapacidad a la hora de trasladar el drama interior de una desclasada lastra no poco el alcance de un título eficaz en sus mejores momentos e insuficiente en otros, pero que en todo momento se encuentra por debajo de sus intuidas posibilidades -la secuencia descrita en el descubrimiento de la tumba con la momia, en la que se desaprovechan sus enormes posibilidades-. Dentro de ese relativo corto alcance, lo cierto es que TEMPTATION alberga una determinada personalidad en la relación de la protagonista y el perverso Baroudi. La interacción entre ambos intérpretes y la planificación desplegada por Pichel, sí que logra ir creando una atmósfera malsana en una atracción dominada por el falso aristócrata y la mujer que desea tener vida amorosa llena de riesgo y que, en un momento dado, y ante el cariño que le demuestra su esposo, decidirá revertir ese penoso proceso de envenenamiento, hasta dirigirlo hacia aquel quien ideó el malévolo plan. Ese perverso delirio revertido posibilitará quizá los mejores instantes de una película que, del mismo modo, adquiere una extraña serenidad en las secuencias compartidas entre Ruby y el médico encarnado con su habitual excelencia por Paul Lukas. Ese contraste entre una mujer mundana y un hombre experimentado y mesurado, es el que permite que sus secuencias compartidas -en especial aquellas que se sitúan en los últimos minutos del relato- adquieran una notable aura reflexiva. Lástima que la presencia de George Brent en un personaje de gran importancia se encuentre carente de la necesaria densidad, aunque en esos instantes donde su vida se encuentra en peligro y demuestra a Ruby su absoluta entrega, por momentos revelen una inesperada intensidad dramática. La película concluirá con un sacrificio, mostrado de manera tan elíptica como eficaz, con lo que se pretende ocultar tanto la propia decisión final de la protagonista, establecida a modo de redención y, con ella, no solo ocultar ese hecho que enturbia su pasado, sino con ello evitar la deshonra de ese esposo al que nunca sabremos si realmente amó, pero que en un momento determinado sí que comentó a respetar. E incluso admirar por su entrega hacia ella.

Calificación: 2

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