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CINEMA DE PERRA GORDA

A TOUCH OF CLASS (1973, Melvin Frank) Un toque de distinción

A TOUCH OF CLASS (1973, Melvin Frank) Un toque de distinción

La llegada de la década de los setenta, además de un generalizado declive de sus fórmulas y su representatividad, proporcionó unos nuevos modos a la comedia cinematográfica. La despojaron de buena parte de su aura de fascinación. La transmutaron en un objeto más realista y, por supuesto, la trasladaron a un ámbito donde su aggionamiento le permitió abordar temáticas y situaciones, que algunos años atrás se tenían que expresar de manera más soslayada. Fue un ámbito en el que viejos maestros del género probaron fortuna con acierto, como Billy Wilder -THE FRONT PAGE (Primera plana, 1974)-, mientras Frank Tashlin ya había fallecido prematuramente, Richard Quine tenía que sobrevivir filmando episodios de la serie Colombo, Jerry Lewis se encontraba fuera del tiesto, o Blake Edwards obtenía éxitos comerciales con la reedición de sus ‘panteras rosas’. Sería una corriente a la que sumaría, con inesperado, relativo y efímero éxito, el veterano Melvin Frank -largos años vinculado a Norman Panama-. Ambos desarrollaron durante los años 50 y parte de los 60 una extensa vinculación a la comedia, y sería en 1973 cuando Frank alcanza un inesperado éxito con A TOUCH OF CLASS (Un toque de distinción) -que tendría una lejana y al parecer menos afortunada prolongación en LOST AND FOUND (Un toque con más clase, 1979)-. Sería un inesperado renacimiento de Frank, que prolongaría con la inmediata THE PRISONER OF SECOND AVENUE (El prisionero de la segunda avenida, 1975).

La primera de ellas, en realidad una producción británica, permitió a Glenda Jackson un inesperado Oscar a la mejor actriz. Ello sin negar su brillantez -y la de su coprotagonista masculino, George Segal- en esta comedia dramática, que, a fin de cuentas, relata de modo abierto la historia de un adulterio. La película -con guion del propio Frank y del veterano Jack Rose- se centra en la inesperada relación marcada entre el ejecutivo norteamericano Steve Blackburn (Segal) y la diseñadora de modas Vickie Alessio (Jackson), Ambos poseen dos hijos, pero mientras ella se encuentra divorciada, Steve se mantiene casado. Sin embargo, desde un inicial y accidentado encuentro mientras él juega un partido de beisbol en un parque londinense, y accidenta levemente a uno de los hijos de Vickie, se consolida un inesperado romance entre ambos. Algo que pronto confluirá en la vivencia de unas rápidas vacaciones juntos en la española Málaga. Allí sufrirán sus primeros desencuentros, al tiempo que tendrán que lidiar con la indiscreta presencia de un amigo de Blackman -el guionista Walter Menkes (Paul Sorvino)-, que se encuentra en dichas tierras junto a su esposa e hijos. Una vez regresan a Londres deciden compartir un apartamento en el Soho, aunque, sin darse cuenta, irán erosionándoles las consecuencias del desgaste de su oculta relación amorosa.

A fin de cuentas, Melvin Frank propone en A TOUCH OF CLASS las costuras de un vodevil, actualizando un poco sus características. Lo hará, ambientándolo en un contexto cosmopolita y, sobre todo, introduciendo en él cierta mirada abierta en torno a los modos y costumbres de aquellos setenta, progresivamente más abiertos en el terreno de las relaciones amorosas. Sin embargo, no se busque en esta comedia una mirada personal, ni siquiera bajo los compases de la sátira, tal y como efectuaría Blake Edwards en los últimos años de dicha década, a partir de títulos como 10 (10, la mujer perfecta, 1979). En su oposición, lo que sí propone nuestra película es un buen montaje, dotando a su conjunto de un ritmo adecuado, un especial esmero en lo afilado de sus diálogos -quizá su virtud más destacada-, la brillantez de sus intérpretes -incluso roles de presencia secundaria, alcanza hallazgos extraordinariamente divertidos-. Podríamos incluso destacar la frescura con la que se establece la vida urbana londinense, o el contrapunto que le brinda el fondo sonoro de John Cameron.

A partir de dicha confluencia de talentos, lo cierto es que la película -en la que cabe destacar igualmente el ajustado uso del formato panorámico- proporciona al espectador no pocos motivos de regocijo. Entre ellos, resultan especialmente hilarantes las estratagemas de Steve para intentar librarse tanto de su esposa como de sus hijos y sus suegros en su viaje hacia España, con especial mención a esa empleada de la agencia de viajes que proporciona una réplica telefónica genial para cerrar la secuencia. O el inesperado encuentro con Walter, que forzará a un indeseado cambio de vehículo en el aeropuerto, con las divertidas consecuencias que se derivarán. O incluso las peripecias -tan ligadas al nonsense que la pareja de amantes sufrirá ante la llegada a un hotel en el que solo encontrarán contrariedades a sus deseos -la reiterada imagen del ascenso planta a planta, cargados con su inmenso equipaje, resulta impagable-.

Todo ello conformará un conjunto tan divertido y chispeante como, en su conjunto, inofensivo. Es cierto que Melvin Frank articula en el inicialmente antipático personaje de Walker, y a quien de manera inesperada se le proporcionará el carácter de portavoz del realizador, intentando ofrecer una mirada distanciada en torno a las relaciones extramatrimoniales. Y es cierto que A TOUCH OF CLASS apenas decae en su ritmo, como también lo que es que en casi ningún momento da un paso adelante, para poder avanzar en esa crónica de comportamientos y en una mirada abierta que, en última instancia, queda como un eficaz vodevil que, justo es reconocerlo, acierta a describir en sus últimos minutos el proceso de deterioro de una efímera relación. Una aventura que quizá se plantee por parte del protagonista masculino, como la exteriorización de una crisis latente en su matrimonio, que podemos contemplar entre líneas en aquellas secuencias donde la convivencia con su esposas e hijos, deviene por completo desprovista de la menor empatía.

Calificación: 2’5

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