STATE'S ATTORNEY (1932, George Archainbaud) La última acusación
Cuando se ha tenido la oportunidad de contemplar varios de los títulos que protagonizó John Barrymore en los primeros años del sonoro, se puede percibir con claridad que conforman un inusual ciclo, de similares características. Todos se conformaban como melodramas rodados en ámbitos más o menos elegantes o de clase alta. En ellos, el personaje encarnado por Barrymore, por lo general se trataba de alguien adinerado y cínico -algo ideal para explotar sus características como intérprete-, inserto en un ámbito que sobrepasa el ámbito de lo moral. Una circunstancia, que, en líneas generales, se someterá a un punto de inflexión, con la presencia de un personaje que introducirá un inesperado escenario. Será un nuevo marco que, indefectiblemente, va a favorecer una catarsis, que concluya en la redención final del protagonista.
Punto por punto, todo ello se cumple en esta sencilla y apreciable STATE’S ATTORNEY (La última acusación, 1932) una de las numerosas aportaciones del realizador parisino George Archainbaud en el seno de la RKO en aquellos primeros años treinta. En ella, Barrymore encarna al abogado criminalista -escorado al alcoholismo- Tom Cardigan. Este se dedica, casi en exclusividad, como defensor del poco recomendable empresario de la noche Vanny Powers (William Boyd), a quien le une una relación de amistad que se remonta a la infancia de ambos, hasta el punto que los dos fueron detenidos en su adolescencia -algo que Cardigan mantendrá en secreto-. Los primeros minutos de la película serán, a este respecto, de especial importancia. Más allá de presentar la relación que une al reputado abogado con el empresario, lo realmente significativo será la descripción de la vista que se celebrará contra una joven prostituta -June Perry (Helen Twelvetrees)-, que ha sido detenida al protagonizar un incidente en el entorno de Powers. Será una tarea a la que inicialmente se niega el protagonista, pero el destino le va a ligar a dicha defensa, ya que tendrá que acudir al juzgado para solventar la libertad de una serie de clientes que han sido detenidos en una redada al establecimiento de Powers, quien antes le ha brindado cinco mil dólares por lograr el sobreseimiento de June.
En estos instantes dentro de la magistratura, pronto percibiremos el dominio que ejerce dentro de su profesión. Desde la capacidad para fascinar a la jueza, hasta la manera con la que introduce un anillo de casada a la acusada para sustentar, con ello, su defensa. Esta circunstancia supondrá el inicio de su relación con la muchacha, a la que acogerá como amante en su lujoso domicilio. Lo que supone inicialmente una relación casi de lástima, poco a poco se va a ir convirtiendo en una profunda amistad que, secretamente, se transformará por parte de la muchacha en sincero amor. Y es que June, en todo momento, irá exteriorizando en torno al exitoso abogado una serie de consejos, basando todos ellos en la adscripción de un cierto sentido de la ética. Ello mientras asume la defensa de un caso de asesinato por parte de una mujer contra su marido, en cuya vista Cardigan va a lograr que esta confiese, y acoge el apoyo brindado por Vanny -a cambio de que este le ayude con posterioridad en sus negocios-, para que pueda acceder al cargo de fiscal general. Eso sí, el candidato al cargo le advertirá a su viejo amigo, que en el momento en que fuera elegido, siempre se encontraría enfrente a él. Ya con su nuevo cargo a cuestas, y sin apenas disimular su querencia con la bebida, Tom va a coquetear ante la posibilidad de acceder al cargo de gobernador del estado, lo que le va a llevar a alternar con influyentes hombres del mismo, como un influyente político, cuya hija Lilian (Jill Esmond), se ha visto atraída por él. En ese coqueteo, tras una velada con alcohol por medio, ambos se casarán, lo que forzará al protagonista a revelar a June lo sucedido. Ella, tan herida como revestida de dignidad, lo abandonará, aunque muy pronto el recién casado reconozca su error, algo que va a intentar solucionar al existir otro pretendiente para su fugaz esposa. Sin embargo, la mujer que no sabía que amaba, ha desaparecido, ligándose de nuevo al entorno de Powers, e incluso siendo inesperadamente testigo de un asesinato cometido por este. Una vez detenido el acusado, y mientras Vanny presiona a Cardigan en que intente la absolución, bajo el chantaje de revelar los orígenes delictivos comunes de ambos. Sin embargo, el inesperado reencuentro del protagonista con la mujer a la que amó sin saberlo, supondrá un punto de inflexión en una andadura hasta ese momento dominada por la ambición personal y profesional, buscando su redención personal como ser humano.
Pecado – expiación – redención. Como señalaba al inicio de estas líneas, este fue el esquema de esos melodramas, entre elegantes, sombríos e incluso divertidos, que jalonaron buena parte de la andadura de John Barrymore en los primeros años del sonoro -donde de manera paradójica, era habitual la presencia de alusiones al alcoholismo, síntoma asumido por el intérprete en su vida real-. Todo ello, punto por punto, se da cita en esta apreciable muestra de drama precode -la condición de prostituta de la protagonista y el concubinato de esta y el jurista-, en donde podemos destacar la presencia de nombres ilustres en su apartado técnico -David O’Selznick como productor asociado, Leo Tover como operador de fotografía, Max Steiner en su discreto fondo sonoro, el futuro montador y director Gene Fowler como guionista, compartiendo dicho crédito con el también efímero y brillante realizador Roland Brown-.
Todo ello confluye en un conjunto que irá oscilando con pertinencia desde un inicio donde prima el aura de comedia brillante e incluso satírica -la manera con la que se facilita a Cardigan su huida del recinto de la redada; los trucos de este como abogado para liberar a June de su acusación; la secuencia en la sauna en donde se explica la complicidad del protagonista con el poco recomendable Vanny-. Poco a poco, la película irá insertándose por senderos entre románticos y ejemplarizantes, centrado en el papel demiurgo que ejercerá en la sombra esa muchacha a la que Cardigan ha liberado, y que le proporcionará en todo momento una mirada revestida de dignidad cara a su destino. Es por ello que, tras un matrimonio tan tonto como, en última instancia, efímero, la película ofrecerá sus instantes más perdurables, en la secuencia en que el protagonista intenta revelar a esa mujer que en todo momento lo ha protegido amorosamente, su inesperada y frívola boda con Lilian. En esos momentos, la cámara de Archainbaud adquirirá un inesperado y hermoso intimismo, donde a la elección de los marcos donde se revelará la separación de ambos -esa escalera-, se aunará un brillante uso de luces y sombras, una deliberada mezcla de sinceridad emocional y abierta desdramatización, que podrían con facilidad incorporar estos pocos minutos, entre lo más logrado del melodrama de su tiempo, y en donde la química entre Barrymore y la Twelvetrees adquirirá en algunos instantes, resonancias incluso cercanas el cine de Frank Borzage. Algo de ello percibiremos en los instantes finales, en esa vista donde el fiscal con proyección a gobernador se sincere y renuncie a sus pretensiones, buscando la verdad en su propia dignidad personal, sabiendo que, en el fondo, June se encuentra esperándole en una nueva oportunidad para su vida.
Calificación: 2’5
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