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CINEMA DE PERRA GORDA

Woody Allen

SCOOP (2006, Woody Allen) Scoop

SCOOP (2006, Woody Allen) Scoop

Después de haber podido presenciar la casi totalidad de sus películas, y sin dejar de reconocer la singularidad y personalidad de su cine, lo cierto es que si tuviera que elegir un rasgo que predominara en la obra de Woody Allen sería el de la irregularidad. El propio director / guionista / actor ha sido siempre consciente de ello –no se si afirmando esta circunstancia con auténtica sinceridad-, pero lo cierto es que en una copiosa filmografía que se desarrolla prácticamente  a un título por año, se han alternado títulos brillantes con otros menos afortunados en su obra con bastante mayor asiduidad de lo que afirman sus incondicionales. Y a la hora de señalar dichas carencias, creo que estas se centran en dos rasgos muy concretos, que por otro lado no resultan en exceso novedosos; las debilidades cinematográficas que generalmente se adueñan de su cine, y junto a ello el confiar demasiados de sus títulos en función de una presunta “idea brillante”, a partir de la cual se han exteriorizado propuestas claramente hinchadas en sus reales posibilidades.

 

Pues bien, cuando parecía que Allen había mostrado en su traslado cinematográfico a Londres, iniciando un periodo en el que numerosos tics de su cine desaparecían, dando paso a un planteamiento más sombrío y, sobre todo, a un mayor vigor específicamente cinematográfico, manifestado en la magnífica MATCH POINT (2005) -probablemente la película mejor rodada de toda su obra-, el sempiterno fantasma de la irregularidad apareció en su filmografía. De nuevo el fácil recurso a presuntos diálogos ingeniosos, a “ideas ingeniosas de partida”, a la propia, estereotipada y ya cansada presencia del propio Allen como actor o a las gastadas representaciones de la muerte, son conocidos elementos que retornan a la obra alleniana, en este caso mostrando el desgaste de su presencia y, sobre todo, dotando a SCOOP (2006) de una molesta sensación déjà vu, que muy pronto me provocó el desinterés como espectador, hasta considerarla como uno de los títulos más prescindibles de su filmografía.

 

En esta ocasión, Allen –acabado como intérprete cómico- es un mago llamado Sid que se encuentra en pleno show con una estudiante de periodismo –Sondra (Scarlett Johansson)-, quien al ofrecerse voluntaria para participar en uno de de sus números, acusará el inesperado encuentro con el fantasma de un conocido periodista británico que acaba de fallecer. Este le brindará una serie de datos que permiten situar la identidad del denominado “asesino del tarot”, en la persona del joven y atractivo Peter Lyman (Hugh Jackman). Será una inquietud que Sondra avivará, intentando para ello apelar a la ayuda del veterano mago, y acercándose paulatinamente al entorno del irresistible Lyman, con quien poco a poco se verá ligada emocionalmente. Sin embargo, muchas veces las cosas no son como parece, y aunque el acaudalado sospechoso poco a poco se vea alejado de los indicios que le ligan a dichos crímenes, quizá albergue un oscuro resquicio en su aparentemente intachable apariencia existencial.

 

Nadie puede dudar que SCOOP marca una clara ligazón con el título que antecede y al que precede en la filmografía de su realizador, insertando ambos reflexiones llenas de lucidez en torno a la amoralidad inherente a la condición humana o a la lucha de sensaciones planteadas en cualquier individuo, contraponiendo el seguimiento de unos determinados senderos de ética en una lucha constante en torno al irresistible sendero de la ambición en cualquiera de sus vertientes. Son facetas estas, que caracterizan tanto la mencionada MATCH POINT y la posterior e incomprendida CASSANDRA’S DREAM (El sueño de Casandra, 2007), y que se pueden detectar asimismo en esta aparentemente festiva y presumiblemente divertida producción que Allen plantea con un sentido casi alimenticio. Entre ambos títulos existen no obstante sustanciales diferencias, centradas de manera muy especial en la desventaja que el título que nos ocupa ofrece en función de los dos referentes señalados. Si MATCH POINT sorprendió incluso a los fervorosos de Allen en función del rigor de su puesta en escena, y CASSANDRA’S… planteaba un desarrollo narrativo impecable, en esta ocasión nos encontramos con una comedia dramática que parece recuperar los peores rasgos del cine de su autor, ofreciendo un discurrir sorprendentemente plano, un montaje cansino y recurrente, una dosificación de secuencias caracterizadas por una sorprendente ineficacia como elementos de tensión –ejemplo de ello lo tenemos en los momentos en los que Sondra y Sid buscan algún indicio de culpabilidad en el recinto de seguridad en el que Lyman guarda valiosos objetos artísticos-. En algunos instantes la película se inclina por esa sensación de desaliño que nos retrotrae a los títulos a mi juicio menos atractivos del realizador –MIGHTY APHRODITE (Poderosa Afrodita, 1995), MANHATTHAN MURDER MISTERY (Misterioso asesinato en Manhattan, 1993)…-, y llega a hacerse molesta en la medida que Allen parece no sentirse en ningún momento ligado a la historia que narra, auspiciando una sucesión de secuencias sin progresión dramática, y quedando absolutamente periclitada como comedia, uno de cuyos elementos más irritantes suponen precisamente los diálogos pronunciados por el mago interpretado por el propio Allen, dominados por su estéril ingenio. No dudo que siguen existiendo legiones de seguidores de estas pretendidas muestras de agudeza argumental, ante lo que para mi deviene una historia solo muy ocasionalmente efectiva, y que cierto es que en sus veinte minutos finales alcanza ese tinte de eficacia hasta entonces ausente en la función. Será en ese fragmento de clausura donde de alguna manera observamos como la película logra trasladar a la pantalla una cierta efectividad en su planteamiento. Lo hará tanto a nivel puramente de escritura cinematográfica –ese giro que logra transformar la base argumental hasta entonces existente, acertando en el modo de mostrar el alcance tragicómico del relato-, como en el de su propia plasmación visual –el divertido off que preside el fatal accidente que sufre el veterano mago, cuando viaja para salvar a la joven reportera-. Sin embargo, incluso en ese episodio final en el que la película logra levantar el vuelo, se plantean situaciones absolutamente previsibles y de escaso fuerza dramática –la “inesperada” aparición final de Sondra ante el atribulado Peter-.

 

Hay un elemento que a mi modo de ver, subraya notablemente las limitaciones en el alcance de la eficacia de SCOOP. Me refiero con ello a la triste interacción de uno de los peores casts de la obra alleniana. Un reparto en el que el propio director demuestra no estar ya con condiciones para aparecer delante de la pantalla, pero en el que compiten en su escasa fortuna la bochornosa Scarlett Johansson y un pétreo Hugh Jackman, mostrando su escasísima fortuna para la comedia. Todo ello completa un título pequeño en ambición y –por que no decirlo- efectividad, sorprendente no dentro de una mirada conjunta en la andadura de su director, pero sí al estar ubicada en un pequeño contexto carcterizado por una sorprendente riqueza.

 

Calificación: 2

CASSANDRA’S DREAM (2007, Woody Allen) El sueño de Casandra

CASSANDRA’S DREAM (2007, Woody Allen) El sueño de Casandra

¿Qué ha supuesto para la trayectoria de Woody Allen como realizador su anclaje provisional en la fría y aparentemente civilizada Inglaterra? Pese a la relativa decepción que supuso para mi SCOOP (2006) –en el que por lo general se definió una mirada continuista y ya un tanto periclitada a su manera de entender el cine-, creo que no sería demasiado aventurado que su aterrizaje en el país europeo que, por otra parte, mantiene una mayor relación con su cultura norteamericana desde siempre, podría haberse saldado con una mirada más sombría al propio absurdo de la existencia. No se puede decir que esas constantes hayan permanecido ajenas a su cine precedente. Lo que sucede es que en MATCH POINT (2005) –que podría pasar por ser la película más madura cinematográficamente de su autor-, se vehicula de manera más serena esa visión del mundo, huyendo de ciertos lastres que intermitentemente han venido estando presente con insistencia en sus películas, y proporcionando una inspiración que se logró armonizar con el ingenio de unos guiones y diálogos, que en esta ocasión, no tenían la pretensión de la obligada “chispa”, la idea “brillante” y un rosario de estereotipos de toda índole, que paradójicamente han sido los que han contribuido poderosamente a fraguar –equivocadamente- la fama del realizador.

 

En cualquier caso, al menos la citada MATCH POINT le permitió alcanzar un merecido prestigio que, lamentablemente, no se extendió con la posterior CASSANDRA’S DREAM (El sueño de Casandra, 2007), que fue recibida –salvo excepciones- con sorprendente frialdad, casi rayana en ocasiones con el improperio. Notoria injusticia con una película que, por momentos, llega a rozar el magnífico conjunto de cualidades ya emanadas en el título que tan admirablemente protagonizara el joven Jonathan Rhys Meyers, caracterizado por un extraño y áspero tono que solo en contados momentos toma como referente atisbos de comedia, y que en sus sobrias, contenidas y ajustadas imágenes, apuesta por una mirada, lúdica y terrible, sobre los meandros de la inevitable inclinación del ser humano a las facilidades del mal. No vamos a dejar de encontrarnos en la película la acostumbrada inclinación de Allen por los diálogos, que alguna secuencia –por ejemplo una desarrollada tomando como fondo un puente- nos permita reconocernos en otras películas suyas, o que en los rasgos de sus dos personajes protagonistas se expresen detalles, gestos, actitudes y destellos que  se planteen como “alter ego” del propio realizador e intérprete –especialmente en el rol que encarna Ewan McGregor, y ello no lo señalo como algo positivo o negativo en sí mismo, simplemente como una característica-. Lo cierto es que CASSANDRA’S… ofrece una aroma de extraño alcance sombrío y nihilista, en el que esa extraña pareja formada por dos hermanos ingleses, jamás podrán sobrepasar el ámbito de unos deseos vitales, que tienen una diferente plasmación en cada uno de ellos.

 

Ian (McGregor) y Terry (Colin Farrell) son dos jóvenes hermanos pertenecientes a una familia de extracción obrera. Sin embargo, pese al sincero cariño que se profesan, ambos son diferentes, definiéndose como una especie de extraños herederos de Laurel & Hardy –uno de los escasos matices de comedia de la función-. Mientras que Ian es un joven ambicioso y medrador, eterno aspirante a grandes cosas en la vida, y que repentinamente se ha relacionado con una joven actriz teatral. Terry es un ser taciturno y bondadoso, solo rodeado de su irremediable inclinación al juego, bien esté este manifestado por las apuestas o el poker. Ambos asumirán conjuntamente la compra de un pequeño barco –que fácilmente podría establecerse como una metáfora de una aventura que transformará, irremediablemente, sus vidas-. Una fuerte deuda contraída por Terry, motivará que los dos tengan que solicitar ayuda económica a su veterano tío Howard (Tom Wilkinson). Éste, astutamente, aprovechará la situación de debilidad de sus sobrinos, ofreciéndoles el asesinato de un compañero de trabajo que conoce ciertos turbios manejos suyos que no va a dudar en denunciar. Estos inicialmente dudarán en aceptar la oferta, pero la mefistofélica propuesta de Howard germinará en ellos –especialmente en Ian, dominado por el ambicioso desenfreno de sus propuestas vitales-, hasta que finalmente puedan cometer el crimen planteado, aparentemente sin dificultad alguna. Pero lo que inicialmente podría ofrecerse como un nuevo amanecer para los dos hermanos, en el caso de Terry no supondrá más que el inicio de una espiral autodestructiva, incapaz de dominar sus sentimientos de arrepentimiento. La situación llegará hasta tal grado que será imposible para él retornar a la vida normal con su esposa. La situación alcanzará un nuevo eslabón sobre el que reflexionarán tanto su propio hermano Ian como el propio tío inductor del crimen.

 

Dominado por las tonalidadez luminosas y al mismo tiempo lívidas de la espléndida fotografía deVilmos Zsigmond, y singularizada por la aportación musical de Philiph Glass, lo cierto es que CASSANDRA’S… es una película ante la que resulta complicado encontrar un asidero emocional de importancia. A lo largo de su desarrollo se interfieren una sucesión de guijarros en el camino, que finalmente llevarán a la negación de la inocencia que es, primordialmente, la conclusión que Allen ofrece en una película que queda definida por dos personajes contrapuestos, bastantes representativos en nuestros días. De un lado el prototipo de triunfador de nuestros días, mientras que en su oposición encontramos el ser sencillo y sin aspiraciones. Y nos lo mostrará con una de las combinaciones de “casting” más sorprendentes, atrevidas y, finalmente, plausibles de la filmografía de su autor. después de contemplar la película, no se puede entender la fisionomía y personalidad en la pantalla de los dos protagonistas, más que con los rostros y las actitudes de McGregor y Farrell. En ambos se vislumbra una hondura y entendimiento con Allen, que especialmente en el caso del irlandés, llegó a resultarme en sus pasajes finales francamente conmovedor. Nunca he sido precisamente un admirador de las maneras chulescas del intérprete de ALEXANDER (2004, Oliver Stone), pero he de reconocer que algunos de sus últimos trabajos me están forzando a reconsiderar la medida de su talento.

 

“La vida es una ironía”, dirá en un momento de la función la también ambiciosa novia de Ian –Angel (Hayley Atwell)-. Una ironía trágica se atreve a plantear el veterano newyorkino, con una expresión cinematográfica ajustada, desprovista de las facilidades que han adornado buena parte de su filmografía, con un tinte casi existencial realmente acusado, y en el que –cosa rara en su cine- la invocación de Dios reviste un alcante casi inevitable y al mismo tiempo castrador -¿será que, como sucedió en el caso de Kubrick, la inexorable cercanía de su extinción le impele a un alcance metafísico más pronunciado?-, y en el que la demostración clara que el fácil traspase de la invisible línea de la ética se revela irresoluble. Bendito sea este Allen severamente moralista, sin tener que recurrir a admiraciones newyorkinas ni música de Gershwin. Depurado y sobrio en sus elecciones formales y visuales, agudo y cruel observador de las debilidades y tragedias de la condición humana, nos ofrece una película quizá no magistral, pero sí reveladora de una madurez para algunos insospechada, y para otros difícil de comprender. Peor para ellos, aunque la postrera recalada en terreno hispano se saldara con la inane VICKY CRISTINA BARCELONA (2008), una de sus obras más planas y prescindibles. Pero esa, ya es otra historia.

 

Calificación: 3’5

ANYTHING ELSE (2003, Woody Allen) Todo lo demás

ANYTHING ELSE (2003, Woody Allen) Todo lo demás

Como si fuera una prueba más de la irregularidad que caracteriza el devenir de la obra de Allen –algo que por otro lado es bastante humano, lo triste del caso es que sigan habiendo muchos comentaristas y aficionados que saluden invariablemente cualquier de sus películas como “una nueva obra maestra” de su autor-, creo que ANYTHING ELSE (2003) –en España TODO LO DEMÁS- supone un nuevo ejemplo de esta manifiesta irregularidad. Es así como pienso que marca un cierto retroceso con respecto a la brillante y divertida HOLLYWOOD ENDING (Un final made in Hollywood, 2002) que le precede, al tiempo que se sitúa en desventaja sobre la posterior MELINDA & MELINDA (2004), en la que se aprecia una notable hondura psicológica ausente en el último periodo de la filmografía de su autor.

Creo que el aprecio y la estima que nos puede merecer la trayectoria de Woody Allen, no debe en ningún caso hacernos poner vendas en los oídos y tener especiales tragaderas con obras que en realidad y pese a un envoltorio más o menos atractivo, son francamente insustanciales. Esa es la impresión que me causa este ANYTHING ELSE, tras cuya visión me quedo con la relativa insatisfacción de haber contemplado una simple “nadería”, de la que solo caben destacar dos elementos ciertamente atractivos; la impecable labor del peculiar Jason Biggs –que se convierte en uno de los tantos alter ego del personaje de Allen ubicados a lo largo de su filmografía-, y evidentemente la elección del realizador por la pantalla panorámica –algo no muy usual dentro de sus elementos visuales- y que con facilidad se erige en uno de sus rasgos predominantes.

Pero más allá de ello, creo que en este caso nos encontramos con un auténtico “batiburrillo” de temas y obsesiones tantas y tantas veces utilizadas por el cine de Allen –generalmente con mayor fortuna-. A saber: las relaciones humanas, las crisis creativas, el papel de la psiquiatría, la sempiterna New York... todo un rosario de elementos que en este caso son mostrados con una historia de base ciertamente casi inexistente, y que se centra en el encuentro del aspirante a escritor Jerry Falk (Biggs) con un extraño profesor con ínfulas de filósofo –David Dobel (Woody Allen)-. Muy pronto la incontenible verborrea del segundo envolverá la trayectoria vital del primero, personaje prototípico del aspirante a triunfador de los primeros compases urbanos del siglo. Falk vive con se desconcertante novia Amanda –una como siempre enervante Christina Ricci-, y acompañado por la madre de esta que igualmente se ha acomodado en su casi –un personaje desaprovechadísimo encarnado por la estupenda Stockard Channing-. Al propio tiempo ahoga sus frustraciones acudiendo periódicamente al diván de un psiquiatra que descaradamente le está tomando el pelo –quizá el elemento más eficaz de la película-. A partir de ahí poco más hay en este ANYTHING ELSE que muy pronto deja bien a las claras su endeble estructura o el hecho de que el propio Allen deseara deliberadamente estructurar la misma como una pequeña variación sobre temas ya abordados en su larga filmografía. Para ello se utilizarán diversos apartes en su protagonista –Biggs utilizará el contacto directo con el espectador comentándole varias de las vivencias que le suceden-, pero el espectador adivinará siempre la escasa entidad de todo aquello que acontece ante la pantalla, que desprende una abulia de la que solo se pueden destacar la presencia de ese formato panorámico que, si más no, al menos contribuye a dotar a la película de cierto empaque visual –otra cuestión sería si realmente para una película de estas características era lo más adecuado la elección de este formato-.

En cualquier caso, con la innegable profesionalidad de la que Allen hace gala –es lo menos que se puede pedir de un realizador de su experiencia- sinceramente considero que ANYTHING ELSE queda como una de las películas menos atractivas filmadas por el newyorkino en los últimos años, y finalmente una discreta comedia que tienen en su relativa inanidad argumental –cosa por otra parte poco habitual en el realizador- su principal limitación.

Calificación: 2

MELINDA & MELINDA (2004, Woody Allen) Melinda y Melinda

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Como si se tratara de un embarazo anual y desde hace ya bastantes años, Woody Allen viene configurando una filmografía desigual pero por lo general atractiva, que siempre es recibida con alborozo entre sus numerosos admiradores –sobre todo en Europa-, un considerable desapego del público norteamericano –más allá de su oasis newyorkino-, y la consideración de las oscilaciones en su nivel por parte de otros muchos aficionados que siguen con interés su trayectoria, pero no formulan una visión casi acrítica a la misma. Personalmente me encuentro en esa opción, lo que no me impide haber disfrutado con bastantes de sus películas, haberme sorprendido por la inventiva cinematográfica de algunas de ellas, incluso conmoverme en ocasiones por el profundo conocimiento de la grandeza y la miseria de la condición humana que llegó a plantear en algunos de sus ya numerosos títulos.

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Y es precisamente ese el rasgo que a mi juicio hace destacar MELINDA & MELINDA (2004) entre los últimos títulos de su filmografía. En este caso francamente no nos encontramos ante un título muy divertido –por más que algunos de sus instantes sí que lo sean-, ni siquiera creo que el artefacto narrativo que da pie a las dos historias contrapuestas tenga demasiado ingenio –más allá de la atractiva conclusión del film, la propuesta que se brinda de sendas historias en las que prime el drama y la comedia al estar relacionadas por la incidencia del mismo personaje, me parece un tanto pueril-. Pero con respecto a los títulos que le preceden, hay que señalar que las imágenes y la sencilla narrativa que define esta película, deja entrever en sus mejores momentos una sinceridad en los sentimientos, en la fugacidad del amor, una melancolía generalizada ante la propia evanescencia de la existencia, que permite que en bastante momentos nos encontremos con una mirada bastante poco utilizada por Allen en los últimos años.

Le película se inicia con una cena entre comediógrafos amigos, planteando en la misma la posibilidad de que un personaje inventado por ellos –Melinda (Radha Mitchell)-, planteándolo en sendas historias caracterizadas por su enfoque dramático o de comedia. Dos historias que están rodeadas de personajes contrapuestos, y que en la primera de ellas rodea un joven matrimonio cuyo esposo es un fracasado actor, y en el segundo ejemplo la esposa es una joven directora de cine que incluso se relaciona con un multimillonario ya que este va a financiar su película independiente. En ambos casos nos encontramos con ambientes urbanos y sofisticados –Nueva York es en los dos ejemplos la eterna ciudad utilizada por el realizador, que en este caso tiene en el cómico Will Ferrell (el esposo de la segunda de las historias) una especie de alter ego de los personajes generalmente interpretados por el propio realizador. Al mismo tiempo, las dos historias de MELINDA & MELINDA –que poco van pareciendo únicamente una de ellas- se asemejan –salvadas las distancias fundamentalmente ambientales- a una prolongación de las comedias de salón tan características de los años treinta. En este caso la película de Allen nos muestra una galería de personajes neuróticos, frustrados, infieles, en la búsqueda permanente del amor y que en su conjunto revelan una sinceridad en la mirada cargada de conocimiento no solo de las neurosis de unos determinados entornos sociales propios de zonas urbanas cosmopolitas como la existente en Nueva York.

La acción de la película busca siempre la complementariedad entre las dos ficciones representadas a partir de la mente de los escritores que se encuentran cenando en los primeros compases del film –y que posteriormente cerrarán la misma con una serie de consideraciones francamente entroncadas con los lugares comunes más recurrente en este tipo de “reflexiones” –algo así como “la vida es una comedia y una tragedia”-. En su oposición, creo que lo más vital de esta película de Allen reside fundamentalmente en la propia levedad de las historias que ofrece, enmarcadas en una narrativa adecuada, que contempla en ocasiones largos planos en los que los actores despliegan sus mejores armas –especialmente la protagonista, Radha Mitchell, que en la encarnación de la primera versión de su personaje, logra unas cotas de sinceridad realmente admirables-. Junto a ella se despliega un excelente reparto, que incluso acoge destacados jóvenes interpretes británicos como Jonny Lee Miller, y del que me gustaría destacar al también británico intérprete de color Chiwetel Ejifor, que logra un retrato lleno de matices al encarnar al pianista que pronto resultará el objeto de deseo tanto de Melinda como de la frustrada esposa del joven actor.

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Es así como, sin estridencias, Allen nos ofrece una sólida comedia que abandona en buena medida los instantes de comicidad consustanciales a su cine, pero al mismo tiempo sirve para establecer una galería de personajes con una sensibilidad que se encontraba ausente en los últimos escalones de su filmografía. En definitiva, no estamos ante un título redondo, pero sí bastante revelador de un humanista conocedor de la psicología del ser humano.

Calificación: 3

 

DECONSTRUCTING HARRY (1997, Woody Allen) Desmontando a Harry

DECONSTRUCTING HARRY (1997, Woody Allen) Desmontando a Harry

Se que los numerosos fervorosos de Woody Allen –esos que aplaudieron como locos que hace bien poco se le concediera en España el premio “Príncipe de Asturias de las Artes” o se mataron por conseguir entradas para verle actuar con su banda de “jazz” sin apreciar si es mejor o peor clarinetista-, babearon de placer cuando se estrenó DECONSTRUCTING HARRY (1997) –traducida literalmente como DESMONTANDO A HARRY-. La verdad es que no es mi caso puesto que considero que se la puede calificar como una de las menos estimulantes de cuantas realizó en la década de los 90, dentro de un ciclo de merma creativa que bajo mi punto de vista se inició con PODEROSA AFRODITA (Mighty Aphrodite, 1995).

Puede que haya quien disfrute aplaudiendo una reiteración de temas y formas visuales ya aplicadas –con mayor fortuna- en anteriores films de Allen y que se recreen con la eterna reedición de sus neuras –con las que francamente nunca me he sentido identificado-. Pero incluso en ocasiones también en este terreno me he dejado llevar por la coherencia con las que el realizador judío las introducía en realizaciones con las suficiente emotividad, ingenio, sentido del humor, sabiduría e incluso en ocasiones arrojo narrativo. Siempre he pensado que para haber mantenido su prestigio con verdadero merecimiento Woody Allen no se habría tenido que plantear su carrera como un objetivo anual. De esa forma quizá nos hubiéramos tenido que evitar más películas reiterativas e insuficientes de los que se suelen reconocer, o quizá en su oposición quizá estas debieran ser recibidos con más sentido crítico del habitual.

Pero dejemos estas disgresiones genéricas para centrarnos en las azarosas aventuras de Harry Block (el propio Woody realizando su eterno papel), un escritor atormentado por la confusión que le produce la mezcla de sus personajes con su propia vida real. Una premisa de base nada original en el mundo del cine, que Allen resuelve de una forma muy desigual con continuas secuencias sueltas y pequeños episodios en los que su propio personaje y los de sus allegados –esposas, familiares y amigos-, se ven transformados en personalidades mejoradas literariamente-. Es evidente que algunas de estas plasmaciones visuales resultan divertidas –no muchas, la verdad-, pero lo cierto es que incluso en su mayor parte tienen su apoyo a nivel de guión y no de realización. Es el clásico ejemplo de película suya que resulta muy divertida “contada” pero poco interesante en pantalla. Bien es cierto que Allen ya había ofrecido puestas en escena tan rupturistas –y pobres: zooms, montaje abrupto, planos cortos- en algunos de sus títulos precedentes –bastante mejor en MARIDOS Y MUJERES (Husbands and Wives, 1992) e incluso peor en la ya mencionada PODEROSA AFRODITA-. Sin embargo me da la impresión que en esta ocasión el realizador newyorkino se planteó este DECONSTRUCTING HARRY como si fueran una serie de “entremeses cinematográficos”. Lamentablemente creo que su resultado no sobrepasó la barrera de una correcta discreción. Nos encontramos con las eternas –y en esta ocasión cargantes- verborreas sobre la vida y la muerte, la educación judía, el sexo, las relaciones humanas...

En fin, un discurso ya manido y plasmado con escaso efecto cinematográfico y corto sentido del humor. Incluso varios de sus pequeños episodios resultan cansinos y me da la impresión que no son más que la excusa para que sirvan al lucimiento de un inacabable desfile de guest-stars en esta ocasión poco armonizadas en su conjunto. Y todo este argumento tan pobre concluye con una invocación a su convicción de ser un hombre que encuentra su realización antes con el arte que con la vida, que –cierto es- tiene el suficiente sentido de la autocrítica como para ironizar sobre el escándalo que rodeaba por aquel entonces su vida privada –el secuestro de su hijo en la película-, que plantea su sempiterno homenaje a Ingmar Bergman con la revisitación de la maravillosa FRESAS SALVAJES (Smultronstallet, 1956) –la excusa argumental del escritor homenajeado por una universidad que sirve como motivo de reflexión sobre el su trayectoria vital-, y que recurre a secuencias de pésimo gusto –ya empleadas en la mencionada PODEROSA AFRODITA (ya es insistir con esa película!)-, como es esa reconstrucción del infierno dignas de la peor escuela de Joel Schumacher.

Que duda cabe que ver RECONSTRUCTING HARRY brinda algunas satisfacciones, ideas divertidas –ese personaje desenfocado que interpreta Robin Williams, la encarnación del joven Allen por un Tobey McGuire que recibe por error la visita de la muerte- y algunos momentos emotivos sobre el papel pero chirriantemente expuestos cinematográficamente –la reunión de Harry con sus personajes literarios que lo aplauden embelesados-, pero ni de lejos se la puede incluir no solo entre sus grandes títulos, sino incluso entro del amplio grupo de los notablemente logrados. Quien quiera ver en ello otra de sus “incontables” obras maestras está libre de hacerlo. Desde luego yo no me encuentro entre ellos.

Calificación: 2

HOLLYWOOD ENDING (2002, Woody Allen) Un final made in Hollywood

HOLLYWOOD ENDING (2002, Woody Allen) Un final made in Hollywood

No puede decirse que un servidor se encuentre entre los fervorosos del cine de Woody Allen. Aún reconociendo que se trata de un director que generalmente ofrece productos al menos con un mínimo de dignidad, en muy pocas ocasiones he entrado en esas serie de manías de guionista –fundamentalmente centradas en sus alter egos cinematográficos-, que son las que le han servido para crearse un aura de “genio” entre determinados sectores que realmente no comparto.

Ello no impide que en ocasiones brille en él el cineasta brillante y sensible al margen de un sardónico y agudo dialoguista –eso si, en bastante menor medida que lo que proclaman sus exégetas-. Esta tendencia a un cierto agotamiento creativo estimo que se ha notado demasiado en algunas de sus últimas obras, en las que la reiteración y la falta de inventiva toman rienda suelta. Es por eso que realmente me place valorar de forma positiva HOLLYWOOD ENDING (2002) –traducida en España como UN FINAL MADE IN HOLLYWOOD-, que bajo mi punto de vista sirven para recuperar el buen pulso de un director que había bajado bastantes enteros con sus dos títulos precedentes –SMALL TIME CROOKS(Granújas de medio pelo, 2000) con quince minutos iniciales magníficos que posteriormente se diluyen en una comedia convencional, y THE CURSE OF THE JADE SCORPION (La maldición del escorpión de jade, 2001) una historia divertida pero francamente predecible.

Es por ello que al margen de las fáciles disgresiones que plantea Allen referentes al cine de Hollywood –y que sin duda permitieron en el momento de su estreno alabar las genialidades del director-, HOLLYWOOD ENDING resulta una comedia de muy bien estructurado guión, con un notable ritmo, realizada con sencillez, fluidez, basándose en una sólida base y recurriendo a los mejores recursos del vodevil clásico. A partir de esos rasgos la película funciona y sobre todo, resulta en numerosas ocasiones francamente divertida.

Sus imágenes nos relatan las andanzas de Val Waxman (El propio Allen, excesivamente gesticulante en ocasiones, divertido en otras, sensible en algunas secuencias) un director de cine desahuciado que es contratado por Galaxia Films para que realice un guión desarrollado en la ciudad de Nueva York. La productora está encabezada por Hal Jeager (un brillantísimo Treat Williams) que está prometido con Ellie (Téa Leoni), la antigua esposa de Waxman. Gracias a su apuesta personal este será contratado para dirigir el film pero cuando el rodaje se va a iniciar... Val pierde la visión de forma psicosomática. Una vez introducido el elemento de intentar plantear la realización de la película sin que nadie se entere de su limitación, tal y como le sugiere su representante Al Hack (excelente Mark Rydell), se suceden las situaciones cómicas –algunas son tremendamente divertidas- puesto que Waxman tiene que recurrir a los servicios del traductor de japonés de operador de fotografía para poder desenvolverse en el rodaje... que como es previsible ronda lo desastroso. La situación se complica más con la incorporación de Ellie al rodaje y la inesperada expulsión del ayudante (el traductor) que Val tenía en el plató. Ello permitirá que la relación con su antigua esposa se reavive, abandonando a una novia con cuerpo de plástico con aspiraciones de actriz.

Finalmente el rodaje concluirá y repentinamente Waxman recobrará la vista –en una secuencia bellísima encuadrada en el Central Park de Nueva York- comprobando el pésimo resultado del film finalmente resultante. En los momentos previos Waxman habrá recuperado la estima de su hijo punkie mientras que Jaeger romperá su compromiso con Ellie al descubrir que los sentimientos de ella han regresado con su anterior marido. Como era de prever, la película se estrenará siendo un completo fracaso de público y crítica. Sin embargo y en un guiño final algo facilón y complaciente pero al mismo tiempo lleno de ironía este comprobará como su futuro como realizador puede iniciar una nueva andadura al ser aclamada su película entre la crítica francesa, decidiendo viajar a París a rodar una nueva película.

Pero como antes señalaba y más allá de estas referencias en buena medida autobiográficas -que muy bien nos vendrían para entronizar la personalidad de Allen-, uno prefiere destacar la eficacísima realización, sencilla y recurriendo fundamentalmente a las panorámicas, los equívocos, lo agudo de los diálogos –una de las reales especialidades del realizador judío-. Todo ello se concreta en secuencias tan divertidas como la del encuentro entre Yaeger y Waxman una vez va a concluir el rodaje, el sensacional gag de la caída de este en un andamio del set, la argucias de Hack, su manager o la propia presentación del director en pleno rodaje en los hielos del Canadá y esperando a ver si le conceden el rodaje de una telemovie que finalmente designan a... Peter Bogdanovich.

Y es con el timming heredado de la buena comedia norteamericana de los 60, con el que Allen lleva a cabo esta decididamente insuficiente ironía sobre la forma en la que actualmente el cine de Hollywood dirige sus riendas, pero al mismo tiempo ofrece un producto divertido y agudo y que finalmente revela la facilidad con la que en ocasiones llegó a penetrar en la sensibilidad de sus personajes, demostrando una cierta recuperación en ya dilatada carrera como director.

Calificación: 3