TAZA, SON OF COCHISE (1954, Douglas Sirk) Raza de violencia
Como otros tantos cineastas de origen europeo -desde Fritz Lang hasta Jacques Tourneur, pasando por Otto Preminger- también Douglas Sirk sintió la tentación de ofrecer su mirada en el universo del western, el gran género americano. Para ello, se le brindaría la ocasión con TAZA, SON OF COCHISE (Raza de violencia, 1954), su única aportación para el cine del Oeste. Como quiera que Rock Hudson aún no se había convertido en una estrella -se consagraría ese mismo año con la inmediatamente posterior MAGNIFICENT OBSESSION (Obsesión, 1954), este estaba decidido a trabajar de nuevo con Sirk, en el que sería el segundo de los ocho títulos que protagonizó con el cineasta. Fruto de esta coyuntura surge una película en la que su artífice buscó ante todo un acercamiento sincero a la entraña de las tribus indias, a sus costumbres, sus contradicciones y a sus señas de identidad como pueblo. De esa inquietud se beneficia una película que en algunos momentos -por fortuna no demasiados- acusa su servilismo a la técnica de las 3D. También se le pueden objetar ciertas convenciones en su entraña argumental -por más que su guion vaya avalado por George Zuckerman, a partir de una historia de Gerald Dayson Adams, que colaboraría con Sirk en dos ocasiones posteriores-. Sin embargo, nos encontramos ante una película que busca una mirada personal. Que prolonga esa intensidad melodramática inherente a la personalidad de su realizador, y que, esencialmente, en sus mejores instantes adquiere una extraña belleza y fisicidad, adelantándose incluso a una vertiente casi telúrica que muy poco después brindaría un de las corrientes más valiosas del género.
Tras varios años viviendo la paz en la reserva de San Carlos, en Arizona muere en 1879 el gran jefe apache Cochise (una efímera aparición de Jeff Chandler, heredando el rol que asumiría en la previa BROKEN ARROW (Flecha rota, 1950. Delmer Daves)). Instantes antes de expirar implorará el apoyo de su hijo primogénito Taza (Rock Hudson), buscando ante todo la aprobación de su otro hijo Naiche (Rex Reason). Este último desde el primer momento se mostrará totalmente reacio a mantener la paz que se lograra tres años atrás, y para ello seguirán la estela del jefe indio Geronimo (Ian McDonald) siempre inclinado a retomar el uso de la violencia en la rebelión india. El asalto a una pequeña diligencia en la que resultan asesinados tres pioneros blancos, realizado por algunos de los indios que comanda Taza y que se han unido a la línea estipulado por su hermano, motivará que este los castigue con sus propias leyes, pero provoque la reclamación de la caballería para poder juzgarlos según las estipuladas por el ejército, a través de la reclamación del capitán Burnett (Greg Palmer). El choque de mentalidades provoca la rebelión de los chiricawas y el asalto al fuerte que comanda Burnett. Sus oficiales serán intimidados por la audacia guerra de los indios y, con la llegada del general George Crook (Robert Burton), tras una tensa y rápida negociación, Taza aceptará que su pueblo pueda dirigirse a la reserva, pero al mismo tiempo solicitará a los representantes de la caballería que accedan a que la policía que vigila a su tribu esté compuesta por representantes de la misma encabezada por el propio hijo de Cochise, utilizando todos ellos uniformes militares.
Lo que podría aparecer como el inicio de una nueva convivencia, muy pronto se irá enturbiando por un lado con la deriva belicista auspiciada por Geronimo y seguida por Naiche, contando con el permanente aliado del veterano Grey Eagle / Águila Gris (Morris Ankrum), componente de la tribu de Taza que muestra desafecto al pacifismo puesto en práctica con este. Pero un elemento incidirá en el enfrentamiento entre ambos, puesto que Grey Eagle es el padre de la sensible Oona (Barbara Rush), existiendo entre ella y Taza una sincera relación amorosa. A partir de estos elementos de enfrentamiento, uniendo a ello la insensibilidad y falta de tacto brindado los mandos de caballería, conformarán una situación de creciente inestabilidad a todos los niveles, que tendrá su más dramática plasmación en una terrible ofensiva apache hacia los soldados de caballería, descrita en un rocoso y agreste escenario, que jugará además con la ausencia de un desengañado Taza, a partir por un lado de la imposibilidad de acceder a la mujer que ama, y por otra harto del menosprecio recibido por parte de las autoridades militares, incapaces de entender la singularidad y las costumbres de los colectivos indios.
Sirk siempre señaló que, en TAZA, SON OF COCHISE se insertaba el primer personaje ‘intermedio’ encarnado por Hudson dentro de sus colaboraciones cinematográficas. Aún sin explotar en sus cualidades como estrella, el joven intérprete brinda una esforzada más no siempre eficaz encarnación de ese jefe guerrero sensible, empeñado en un cada vez más imposible mantenimiento de la paz de su tribu. Pero por encima de esta singularidad dramática, y ya desde sus primeros fotogramas durante los mismos títulos de crédito, podemos entrever uno de las cualidades más destacables de la película; su extraordinaria impronta visual, expresada en la que quizá resulte la mejor colaboración del cineasta con el imprescindible Russell Metty -ayudado por el técnico de color William Fritsche-. La belleza primitiva y telúrica de todo aquello que conforma la tradición y creatividad india es realzada ya desde esa confección artesanal que brindarán los citados títulos de crédito. Las pinturas que cubren sus cuerpos, los plumajes que envuelven sus cabezas, las tiendas de campaña… Todo ello quedará plasmado ante la pantalla con un sentido de la sinceridad y, al mismo tiempo, primitiva belleza, a través de la sensibilidad demostrada por la cámara de un Sirk, que utiliza con pericia la pantalla ancha, y acierta igualmente a describir la dureza y aridez de las condiciones de vida de los indios -la impronta del polvo que parece rodear su vida diaria en no pocos momentos-. A ello se sumará un hecho de especial importancia; la presencia de auténticos apaches encarnando la figuración del relato.
Junto a ello, este imperfecto pero singular western destacará por la plasmación de la crueldad de las torturas infringidas por los propios apaches contra los componentes que provocaron el triple, conciso, pero igualmente brutal, triple asesinato de jóvenes colonos, o de la tremendamente coordinada acción de ellos cuando asalten el fuerte para exigir la negociación que libere a estos mismos indios que se encuentran atados con el torso desnudo y al sol, por parte de la caballería. En cualquier caso, uno de los aciertos del film de Sirk se dirime en la sensibilidad con la que se muestra la accidentada relación de amor expresada entre Taza y Oona. Una relación a la que se opone el padre de la muchacha, acentuando en su oposición al joven líder guerrero un elemento de especial tensión, que tendrá muestras de especial gravedad en el azotamiento que propinará a su propia hija. Ello permitirá una secuencia de extraña belleza e incluso de aura eróticA -quizá la más lograda de la película- en la que Taza encuentre a su amada bañándose en un lago -metáfora de pureza-, descubriendo en su espalda desnuda la huella de los latigazos propinados por su progenitor.
En todo caso, si de algo se sentía especialmente orgulloso Sirk en esta película, era de la plasmación de la ofensiva india comandada por Geronimo y Naiche contra la avanzadilla del regimiento de caballería. La contienda tendrá lugar entre unos exteriores rocosos utilizados con enorme sentido cinematográfico, que el realizador rodó con cuatro cámaras durante una semana e intentando en sus imágenes huir de toda épica -el cineasta confesaba a Jon Halliday que fue el bloque narrativo más complejo y del que se sentía más orgulloso de toda su carrera- y, por el contrario, transmitir esa sensación de tragedia colectiva, en ocasiones dominada por un sentimiento de irracionalidad paralela, y en donde el ocasional recurso de planos frontales destinados a destacar las tres dimensiones del formato, se revelan de notable efectividad. Una vez más en esta película, Sirk contará con la presencia de indios auténticos quienes, según señalaba, trasladaron sus métodos de lucha hasta el límite, dotando al conjunto de gran autenticidad.
TAZA, SON OF COCHISE culmina quizá de manera un tanto apresurada, en un conjunto en el que se echa de menos quizá una mayor duración -no alcanza los ochenta minutos-, lo que impide una mayor densidad de algunas de sus sugerencias dramáticas, aunque justo es reconocer que nos encontramos ante una propuesta valiente en su planteamiento -un acercamiento sincero a la entraña del mundo de las tribus indias- y, en última instancia, provista en numerosos momentos de una hermosa impronta visual.
Calificación: 3