Rodada de manera casi meteórica por Frank Capra en 1932, entre dos comedias como PLATINUM BLONDE (La jaula de oro) y AMERICAN MADNESS (La locura del dólar) –quizá más valiosa la primera que la segunda de las citadas-, lo primero que cabe destacar al contemplar FORBIDDEN (Amor prohibido) es el carácter insólito que plantea la propia existencia de este, digámoslo ya, magnífico drama, caracterizado por la libertad que el cine norteamericano previo al Código Hays permitió a no pocos de sus cineastas más talentosos. En ellos se planteaban en la pantalla personajes, situaciones e incluso ámbitos trágicos y de comedia con una franqueza admirable, tratando temas como la sexualidad, la lucha contra la represión o la propia independencia de la mujer. Fueron algunas de ellas, propuestas que no se recataron al trasladar al celuloide retratos femeninos caracterizados por su personalidad independiente, e incluso describir situaciones descritas con dureza que, muy poco tiempo después, fueron reprimidas con fiereza, impidiendo con ello que esa intuida madurez, tuviera la necesaria continuidad. Fue un sendero que solo tendría su continuidad en el ámbito de la serie B –por ejemplo, con la obra de Ida Lupino-, hasta que décadas después nombres como los de Otto Preminger, lograran de una vez por todas romper esas barreras al tratar temas considerados hasta entonces tabú. Por desgracia, se había perdido demasiado tiempo, aunque ejemplos como el que nos brinda FORBIDDEN, nos permiten valorar y apreciar en la medida que merece, esa valentía temática a la hora de abordar una insólita y cruel relación amorosa, basada en una historia del propio realizador, adaptada por Jo Swerling. Pero lo primero que cabría destacar en su propia existencia, es constatar–por si a alguien le quedaba duda- la versatilidad que el cineasta italiano mostró desde los primeros compases de su carrera. Cierto es que su figura está ligada casi por completo en su aportación a la comedia –aunque habría mucho que decir sobre los caracteres dramáticos que suelen imperar en estas-, pero no se puede negar que durante los años treinta –y ya antes en su aportación silente-, Capra abordó diversas variantes genéricas, mostrando no solo esa ya señalada capacidad de adaptación para diversos géneros sino, sobre todo, sus sorprendentes propiedades específicamente narrativas.
Todo ello es algo que podemos atisbar ya en los sorprendentes instantes iniciales del film que nos ocupa. Una divertida sucesión de planos, muestra la rutina que preside una pequeña localidad rural, en la que hasta entonces ha desarrollado su existencia como maestra, la aún joven Lulu (Barbara Stanwyck). Sin embargo, de la noche a la mañana, esta mostrará su hartazgo ante el panorama que le brinda un futuro rutinario, rodeado de campo, animales... y en el que se atisba la frustración de una soltería casi imposible de sortear. Por ello, armándose de valor abandonará su profesión, y recuperando unos ahorros de algo más de mil dólares, decidirá disfrutar de un crucero con destino a La Habana, con la intención de vivir una nueva experiencia y la secreta ilusión de encontrar algún pretendiente. Hasta ese momento, FORBIDDEN contiene no pocos elementos de comedia, teniendo una especial incidencia en la complicidad que manifiesta el personal del buque, al darse cuenta de la infructuosa situación de Lulu Smith en su búsqueda de pretendientes. De repente, y cuando se dirige a su camarote, encontrará durmiendo en él a Bob Grober (Adolphe Menjou), un hombre algo mayor que ella, que se ha confundido de habitación –ha entrado en la 66 en vez de la 99 que le correspondía-, entablándose entre ellos un encontronazo que de inmediato se convertirá en un inesperado chispazo amoroso. Lo que parecía imposible se ha convertido en realidad –incluso manifestada entre el personal del crucero-, desarrollándose un romance que se prolongará cuando ambos regresen a New York. No obstante, cuando la relación parece consolidarse plenamente, Lulu recibirá la noticia de que Bob está casado con una mujer impedida por un accidente que él provocó, y que además está sufragando su carrera política. Será una situación que la muchacha intentará sobrellevar –mientras trabaja en un periódico ejerciendo como consejera sentimental-, aunque llegado el momento una discusión entre ambos interrumpa su sincera historia de amor, sin saber Bob que ha dejado a esta embarazada. En aquel rotativo, nuestra protagonista ha recibido en varias ocasiones la petición de matrimonio por parte del joven y atrevido periodista Holland (Ralph Bellamy), al mismo tiempo abierto detractor de Grover, de quien siempre ha sospechado esconde una personalidad hipócrita.
Los años pasarán, hasta que por una investigación del político –que sigue en su carrera ascendente- le permitirá descubrir el modesto apartamento de Lulu, conociendo incluso a su hija e intentando recuperar esa relación amorosa que siempre le unió a ella, aunque ello no le obligue romper con esa vida social que muestra su faceta exterior. La casualidad permitirá que Holland descubra la existencia de esta niña, que Bob hará pasar por adoptada y se integrará en su auténtico matrimonio, dejando casi repentinamente de lado a su verdadera madre –que se había pasado por niñera de la misma-. La situación irá haciéndose insostenible para la auténtica pareja de amantes, aunque Lulu jamás hará nada que perjudique a Bob, dejando que discurran los años, crezca su hija en un contexto de alta sociedad, y contemplando en la prensa el ascenso político de este, que se enfrenta a su elección como gobernador. En un momento determinado, la ya madura protagonista decidirá casarse con Holland –aunque en realidad no lo ame- en buena medida para intentar con ello que este ceje en su búsqueda de pruebas incriminatorias que puedan destruir las aspiraciones políticas de Grober. Pero estas aparecerán, descubriendo este la verdadera historia de la hija de ambos. Será una tensa situación ante la que finalmente su esposa reaccionará con el instinto de sus verdaderos sentimientos, teniendo por ello que sufrir la cárcel, aunque el paso del tiempo le permita el efímero consuelo del reconocimiento de la persona a la que amó desinteresadamente desde el momento en que lo conoció, y del que nunca esperó nada a cambio.
No cabe duda que al hablar de FORBIDDEN, tenemos que referirnos a ejemplos que el melodrama ofrecía en aquellos tiempos con títulos casi coetáneos como ONLY YESTERDAY (Parece que fue ayer, 1933. John M. Stahl). En esta ocasión, Capra no se anda por las ramas al ofrecer el trazado de un personaje femenino de fuerte personalidad –encarnado con su habitual perfección por la Stanwyck; atención al detalle de esas gafas que luce en los primeros instantes del film-, sin dudar en insertarlo dentro de un contexto sofisticado en el que la misma quedará anulada –esa confusión con un joven apuesto que cree se ha dirigido a ella-. Sin embargo, con ser atractivos todos estos elementos, es a partir del encuentro entre Lulu y Bob, cuando el film alcance una enorme densidad, a la cual quizá solo quepa reprochar ciertas ligerezas de guión –la ausencia de matices con las que se muestra el hecho de que la mujer del político se atribuya sin problema alguno a la hija de Lulu es prueba de ello-. Sin embargo, y pese a esas pequeñas objeciones, lo cierto es que Capra sabe articular todo un auténtico despliegue de ese talento narrativo que demostraba su capacitación en aquellos primeros años del sonoro. Una capacitación que muestra en el montaje de esos planos iniciales, en la sugestiva y frívola manera con la que se describe ese crucero –una vez más, recurriendo a un atractivo montaje-, y que poco a poco va centrando en uno de los elementos más valiosos y personales de su cine; su noción de la duración del plano, centrando la misma en su destreza para la dirección de actores. Secuencias como la que muestran a los dos amantes portando sendas máscaras –elementos que son utilizados a la perfección en un episodio que poco a poco va adquiriendo un tinte más grave-, son ejemplos pertinentes de un drama que en ningún momento obvia los tintes sombríos de su enunciado –el nacimiento de la pequeña niña, que será asumida en solitario por su madre-, pero que son expuestos con naturalidad y carencia de efectismo –y de nuevo aquí ligamos a Capra con el ya mencionado Stahl-. Todos ellos son aspectos que rodean una narración repleta de perfiles sorprendentes, en los que se entremezcla el devenir de una hija que es perdida en su potestad por su madre, en beneficio de una educación esmerada en compañía de su padre, quien al mismo tiempo irá ascendiendo en los peldaños de su ambición política. Pese a todo ello –y este es uno de los elementos más sorprendentes del film-, pese a resultar en apariencia un personaje despreciable, Bob se nos ofrece de manera comprensiva en su actitud vital, como si apareciera inserto en una tela de araña de la que no puede emerger, quizá por la consustancial debilidad de su carácter. En su lugar, Holland, que en realidad es un periodista amante absoluto de su profesión, aparece en última instancia como un ser despreciable, incapaz de comprender la singularidad de un amor que ha discurrido en contra de cualquier convencionalismo entre Bob y Lulu.
Y es que, a fin de cuentas, y aunque en su metraje se inserten diversas alusiones a temas de actualidad de la vida norteamericana del momento, lo cierto es que FORBIDDEN deviene, en última instancia, como la historia del fracaso existencial de dos personas que una noche se encontraron en un camarote, y que no tuvieron la suficiente valentía de asumir ese flechazo que sintieron de la noche a la mañana. En definitiva, el triunfo de la convención y lo establecido en una sociedad castrante y puritana, que solo tendrá un momento de casi místico reencuentro entre una envejecida Lulu, cuando ya ha salido de la cárcel y ha sido llamada por el ya moribundo gobernador Grove, muriendo este ante los sollozos de la única mujer que lo amó desde que lo conoció. Obviemos la pequeña debilidad de guión al contemplar como la protagonista abandona con tanta facilidad el lugar donde se ha producido el fallecimiento, y retengamos sin embargo una de las conclusiones más duras, desencantadas y valientes que el cine USA de los primeros años treinta brindó a sus pantallas –la renuncia de Lulu a la estabilidad económica que le brindaba este en un escrito personal-, discurriendo e insertándose anónima por las calles de una ciudad en la que, probablemente, su destino no será precisamente halagüeño. Contemplar una conclusión como la que brinda la estupenda FORBIDDEN, debería servir como elemento suficiente para hacer callar a cualquier que aún se atreva a mencionar aquello de la “abuelita Capra” en lugar de reconocerlo como un primerísimo cineasta, al tiempo que destacar la magnífica prestación interpretativa de su trío protagonista; -Bellamy componiendo un personaje de crecientes tintes siniestros, y la Stanwyck y Menjou esgrimiendo una química tan impensable a priori como en la práctica efectiva-.
Calificación: 3’5