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CINEMA DE PERRA GORDA

20 MILLION MILES TO EARTH (1957, Nathan Juran)

20 MILLION MILES TO EARTH (1957, Nathan Juran)

La segunda mitad de la década de los años cincuenta fue el periodo dorado de lo que podríamos denominar monster movies. Que duda cabe que buena parte de esa prodigalidad proviene de dos factores esenciales: por un lado la abundancia de producciones de ciencia-ficción en aquellos tiempos de “guerra fría” –y en la que una vertiente como esta no podía estar ausente-. Y otra es evidente que lo supuso la presencia de personalidades de extraordinaria habilidad en el manejo y la articulación de criaturas monstruosas ente la pantalla. El campeón de las mismas fue Ray Harryhausen y a él se deben una serie de títulos que tienen entre sus mayores virtudes su pericia en esta faceta.

20 MILLION MILES TO EARTH (Nathan Juran, 1957) es una de ellas y ciertamente no se pude decir que estemos ante un gran film, pero tampoco ante un producto desdeñable. Combinando esa presencia del ejército, viajes espaciales y una criatura que paulatinamente crece de tamaño se nos brinda una sencilla peliculita que al menos tiene la virtud de lograr un ritmo interesante y permitir que las escenas de lucimiento de la creación de Harryhausen –motivo por el que el film tiene su razón de ser-, se combinen en el conjunto de una narración al menos aceptable.

Estamos en aguas italianas y cerca de unas barcas de pescadores cae una enorme nave espacial. Pese a sus temores estos deciden socorrer a las posibles víctimas, logrando recuperar a dos hombres con vida antes de que la nave sea engullida por las aguas. Una vez que los heridos son atendidos en el hospital, un pequeño pescador encuentra un extraño recinto del que extrae su contenido: una masa gelatinosa que envuelve algo indefinido. Tal y como es su costumbre la vende al Dr. Leonardo (Frank Puglia), quien más adelante y ante la presencia de su asustada hija verá que de dicha masa surge una pequeña criatura con formas de reptil y torso humano.

De los dos heridos uno de ellos -médico- fallece, mientras que el otro –el coronel Calder (William Hopper)- se recupera pronto y junto a un destacamento del ejército USA –inevitable presencia- buscan el rastro del tubo y la criatura que se encontraba en ella. Logran dar con su rastro merced a la información del pequeño, encontrándose con ella en una granja y cuando ya ha adquirido ciertas proporciones. En realidad se trata de una criatura procedente de un viaje secreto de Venus de la nave estrellada y que se encontraba en estado embrionario.

En su pugna entre el ejército USA y la policía italiana –el primero desea conservar con vida la criatura y los segundos eliminarla para evitar posibles víctimas-, esta logra ser atrapada con intervención de aviones y redes eléctricas. Es trasladada al zoo de Roma donde se le estudia y de la que se escapa finalmente -al afllar el mecanismo eléctrico que la mantenía adormecida-, cuando realmente sus dimensiones son casi gigantescas. Provoca el pánico por la ciudad pero finalmente es reducido en el escenario del coliseo romano.

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Es evidente que la originalidad no es el mayor rasgo de interés de 20 MILLION MILES TO EARTH. Sin embargo no es menos cierto que dentro de su modestia adquiere una serie de cualidades. Entre ellas destacaría el tono sobrio con que se relata la historia con un interesante tono fotográfico bastante verista, el interesante aprovechamiento que se realiza de los escenarios marítimos italianos y finalmente de ciertos lugares emblemáticos de Roma –curiosamente jamás aparece la Basílica de San Pedro-, o la ya señalada presencia de un considerable ritmo cinematográfico que impide el aburrimiento y al mismo tiempo permite que los convencionalismos existentes –que no son pocos: la fuerza del ejército USA, el forzado romance entre Calder y la hija del Doctor-, no molesten demasiado. Ello permite igualmente la existencia de secuencias brillantes como la que se desarrolla en el granero –el primer ataque de la criatura-, o su escape del zoo por causa de un apagón eléctrico que impide mantenerlo controlado y provoca su estampida por las calles de Roma, hasta concluir en el coliseo romano donde es derribado en una secuencia claramente deudora de la célebre KING-KONG.

En resumen; un producto tan discreto como ameno, representativo de una época de la S.F. cinematográfica, la habilidad de Harryhausen y Nathan Juran y una pelicula con cierto encanto camp que se ve con cierta simpatía.

Calificación: 2

 

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