Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

LITTLE OLD NEW YORK (1940, Henry King) El despertar de una ciudad

LITTLE OLD NEW YORK (1940, Henry King) El despertar de una ciudad

Es a valoración bastante extendida que el periodo que comprende el final de la década de los años treinta y el inicio del siguiente decenio, componen uno de los periodos de mayor inspiración en la fértil trayectoria del norteamericano Henry King. En su conjunto nos encontramos con un realizador que definirá su larga aportación como tal dentro de un contexto de homogeneidad. Sin embargo, es en dicho contexto temporal donde quizá nuestro hombre se sintiera especialmente a gusto, probablemente por la propia vitalidad que en aquellos años manifestaba su estudio de siempre, la 20th Century Fox. Dentro de dicho contexto, King asumió en aquellos años la puesta en marcha -además con gran febrilidad- de películas tan notables como JESSE JAMES (Tierra de audaces, 1939) o STANLEY AND LIVINGSTONE (El explorador perdido, 1939). Junto a ellas hay que incluir la vitalista LITTLE OLD NEW YORK (El despertar de una ciudad, 1940), en la que de nuevo nos encontramos con una mezcolanza de géneros, vertiente en la que el director se encontraba tan familarizado.

 

En esta ocasión la acción se ubica durante los primeros compases del siglo XIX, centrado en una New York que comenzaba a expandirse en la fuerza comercial que la ha caracterizado hasta nuestros días. En este ámbito, LITTLE OLD… desarrolla su argumento a partir de la llegada del joven inventor Robert Fulton (Richard Greene) hasta la ciudad estadounidense, con la intención de llevar a la práctica un ambicioso diseño que ha desarrollado para dar vida un barco sin velas y funcionando a vapor. De aspecto y modales evidentemente caballerosos, Fulton se hospedará en una modesta taberna que regenta Pat O’Day (Alice Faye), una joven que desde el primer momento queda fascinada por el irresistible atractivo y la esmerada educación del recién llegado. Será un sentimiento lógicamente no compartido por el brusco Regan (War Bond), con quien este mantendrá una pelea, venciéndole de manera contundente y granjeándose con ello su constante enemistad. Del mismo modo, nuestro protagonista provocará recelos iniciales por parte de Charles Browne (Fred McMurray), aunque muy pronto se disipen al descubrir el infantil atractivo del joven inventor, quien intentará de manera denodada encontrar financiación para su proyecto. No sin vivir constantes penalidades, finalmente este logrará el mecenazgo por parte del canciller Robert L. Livingstone (Henry Stephenson) alentado por su sobrina Harriet (Brenda Joyce), quien desde el primer momento se ha mostrado atraída por Fulton. A partir de ahí, el inventor intentará llevar a cabo su idea, contando con la activa colaboración de Browne, sufriendo constantes zancadillas por parte de los hombres de Regan, y teniendo que vencer a la adversidad logrando una extravagante financiación al finalizar el crédito de Livingstone. Unido a este creciente y casi ilimitado cómputo de dificultades, nos encontramos ante la rivalidad que se establecerá entre Browne y Fulton al descubrir el primero que Pat se encuentra enamorada de él –un sentimiento que el inventor no comparte, ya que se encuentra unido a Harriet-.

 

Es probable que la principal limitación de LITTLE OLD… proceda precisamente en la insuficiente fuerza que expresa el desarrollo del conflicto sentimental presente en la película, dominada por unas relaciones contrapuestas y que exceden los límites del triángulo amoroso tradicional. Se trata de una faceta que a mi modo de ver no alcanza la fuerza deseada pero que, finalmente, no evita que el film de King se ofrezca como un espectáculo disfrutable que aúna su configuración como película de época, insertando en su desarrollo constantes elementos de comedia, melodrama y aventuras, en una combinación llena de entusiasmo y vitalismo que, no se por qué, me recordó bastante las características de que proporcionarían títulos de aquello años firmados por Henry Hathaway –por ejemplo SPAWN OF THE NORTH (Lobos del norte, 1938)- o incluso Howard Hawks –TIGER SHARK (Pasto de tiburones, 1932)-. La manera de proponer el triángulo amoroso, la fuerte apuesta por la comedia y ese desenfado y vitalismo que definen ambos títulos está presente en el film de King, favorecido por la química que brindan el elegante Greene –un joven intérprete inglés al que Zanuck pretendió convertir en el rival de Tyrone Power, y al que su posterior implicación en la lucha de la II Guerra Mundial relegó del estrellato-, una encantadora Alice Faye y un ya avezado Fred McMurray. Junto a ellos, King no olvida una precisa definición de personajes característicos, recreados por intérpretes tan adecuados como Andy Devine o el fordiano War Bond. logrando urdir con auténtica espontaneidad una historia individual y de progreso, enmarcada dentro del periodo en el que la importante ciudad norteamericana iniciaba su despegue como referente en la riqueza industrial del mundo occidental. Combinando el vitalismo de sus personajes con la pintura colectiva, LITTLE OLD… logra establecerse como un título atractivo, muy bien dominado narrativamente por su ya avezado realizador, y en el que sus diferentes elecciones formales –algunas tan complejas como los movimientos de grúa que caracterizarán la mayor parte de sus secuencias en exterior, con una esmerada reconstrucción de época; aquellas que muestran la vida del puerto newyorkino, adquieren una notable sensación de verdad, al tiempo que responde en su descripción física a los grabados de la época.

 

Más allá de esta circunstancia, uno de los elementos más interesantes de la película estriba en el atractivo que para Pat ha ejercicio el descubrimiento de una educación y unos modales esmerados representados en el joven Robert. Es a partir de su llegada a la taberna cuando esta prácticamente queda hechizada por la manera con la que este le trata, imitando sus gestos constantemente, incluso de forma casi cómica en algún momento. La película articula –aunque cierto es que no de forma muy precisa-, la posibilidad de que la atracción que sobre Fulton ejerce en Pat en realizad obedezca a esta misma circunstancia, más allá de ver en el joven y apuesto inventor la posibilidad de una relación más o menos perdurable.

 

Con todos estos mimbres, es indudable que lo que perdura en la retina del espectador tras contemplar LITTLE OLD NEW YORK, es el ya señalado vitalismo del que hace gala todo su metraje, insertando secuencias tan divertidas como la pelea que Fulton mantiene con Regan –que ve en el joven muchacho a un atildado “niño bonito”, provocando su irritación-; la posterior pelea que tienen de nuevo cuando Regan embauca al inventor, Pat y Browne en una refriega, destrozando su cuidada maqueta; los devaneos del divertido camarero negro de Pat, quien aprovecha cualquier momento para atiborrarse del ron de la taberna; o las arriesgadas maniobras de Pat comprando garrafas de ron sin pagar, para con ello lograr parte de la financiación que necesita Fulton. Nada de ello, sin embargo, puede compararse al espléndido episodio final en el que el invento del soñador protagonista logra culminar sus aspiraciones. Será un fragmento ejemplar en su cuidada reconstrucción de época, la descripción de matices y detalles, en la tipología humana presente y, sobre todo, en la combinación de las emociones contrapuestas que en ese momento viven todos los personajes que hemos ido contemplando en la película, marcando de manera paralela emoción y, de nuevo, un alto componente de comedia y vitalismo. Un compendio que finalmente resuelve la simpatía del conjunto –por más de reiterar la ligereza con la que se resuelve el conflicto amoroso planteado-, dentro de un título aún lleno de vida, que revela la buena forma en la que se encontraba Henry King dentro de un contexto de producción alentado por la Fox en un periodo especialmente relevante para el estudio.

 

Calificación: 3

0 comentarios