LA DONNA DEL FIUME (1955, Mario Soldati)
Desde hace bastante tiempo he tenido la tentación de acercarme a la obra del italiano Mario Soldati (1906 – 1999), basada en la confianza que me merece la valoración que sobre su obra ha venido manifestando con reiteración durante tanto tiempo por uno de los mejores comentaristas cinematográficos de nuestro país; José María Latorre. Gran experto en el cine italiano, siempre que ha podido Latorre ha destacado no solo la figura de Soldati, sino la de otros muchos valiosos realizadores, largamente postergados en su reconocimiento, en la medida que sus filmografías estuvieron siempre dedicadas al cultivo de un cine popular que el tiempo ha revelado de gran nivel –quizá comparable con el cultivo de los géneros desarrollado en el seno del cine norteamericano-. Así pues, nombres como el hoy reivindicado Mario Monicelli, Luigi Zampa, Raffaello Mattarazzo, el propio Soldati, engrosan una nómina valiosísima y, sobre todo, un compendio de títulos entre los que se esconden numerosos exponentes magníficos. El paso del tiempo me ha permitido –de manera limitada- suscribir las tesis de Latorre y, sobre todo, ir redescubriendo muestras valiosas y títulos que lograron mostrar una simbiosis entre el cine destinado al público italiano a partir de la posguerra, logrando imbricar en sus imágenes talento cinematográfico, alcance crítico e incluso voluntad de estilo.
Todo ello se da cita en esta valiosa y extraña LA DONNA DEL FIUME (1955), que ha supuesto mi primera oportunidad de acercamiento al cine de Soldati. Espero muy pronto poder llegar a otros exponentes de una filmografía que se extiende en unos treinta títulos como director, filmados entre finales de la década de los treinta y que se extendió incluso hasta 1989, al dar forma a uno de los episodios del film colectivo 12 REGISTRI PER 12 CITTÁ. Lo cierto es que esta primera mirada me ha dejado intrigado en dicho seguimiento –lo que ya en sí mismo es suficientemente importante-, dejándome hasta cierto punto sorprendido por sus características. En primer lugar, no cabe duda que pese a su inicio festivo –una canción popular y unos títulos de crédito luminosos, teniendo como fondo el paisaje rural y costero en que se desarrollará la acción-, que nos inducen a pensar en el hecho de encontrarnos en una comedia –la presencia como protagonista de Sophia Loren podría ratificar dicha apreciación-. Sin embargo, los propios créditos invitan a desconfiar de esa primera impresión, llegando a deslumbrar por su equipo argumental. Nada menos que Ennio Flaiano, Florestano Vancini –que también ejerció como ayudante de dirección-, el novelista Alberto Moravia o el mismísimo Pier Paolo Pasolini, son el primer indicio de que nos encontramos ante una película con voluntad de sobresalir de los márgenes de ese contexto de cine popular en el que noblemente se inserta.
Preciso es reconocer que su resultado ratifica esas intenciones. Bajo su condición de drama pasional –además planteado de manera sutil a partir de un punto de partida delimitado por su alcance descriptivo y alcance costumbrista-, LA DONNA… emerge como una mirada punzante sobre un contexto de vida rural aún caracterizado por la miseria y la dureza, trascendiendo ese alcance crítico más o menos limitado, y logrando finalmente una mirada penetrante e incluso dolorosa sobre la mentalidad del italiano de aquel tiempo. Así pues, el puritanismo, los prejuicios y la doble moral burguesa –ejemplificada a la perfección en el personaje del agente Enzo Cinti, encarnado con tanta ambivalencia y gama de matices por el posterior director Gérard Oury-, que confluirá en una propuesta dramática dotada al mismo tiempo de sencillez y densidad, en la que se traslada esa mirada teñida de escepticismo al parecer consustancial en la obra literaria de Moravia, y que de alguna manera fue un rasgo extendido en parte del mejor cine italiano de aquel periodo. Es precisamente esa insólita combinación de un producto destinado previsiblemente para el lucimiento de la Loren –que aquí luce espectacularmente bella y provocativa, al tiempo que revela una sensibilidad notable al plasmar la vulnerabilidad de su personaje-, en el voltaje erótico que manifiesta la relación entre la joven obrera Nives –la Loren- y el turbio pescador y contrabandista -Gino (Rik Battaglia)-, en el espectacular cromatismo que resalta la sensualidad del relato, y en la progresión de un relato que poco a poco va insertándose en el ámbito de la tragedia y el fracaso existencial, es donde se revelan los contornos de un producto equilibrado en sus ambiciones, y en el quizá solo quepa oponer una cierta sensación de que cueste “entrar” en materia.
Es solo una pequeña objeción a un título apenas reconocido en nuestros días, en el que más allá de todo lo señalado, se revela la capacidad estilistica del realizador italiano. Y es que son constantes los detalles, rasgos de planificación y movimientos de cámara, que nos revelan la talla cinematográfica de Soldati, y que van más allá más allá de saber articular los materiales de base de que disponía. Serán elementos estilísticos con los que logrará mostrarse incluso lúbrico en el erotismo de sus momentos más intensos –el baile de la Loren provocando a los vecinos en la fiesta de la localidad; la secuencia en la que Nives y Gino viajan en moto, plegándose ella finalmente al brusco galanteo de este-. De forma paralela logra ser creíble al mostrar esa moralidad hipócrita reflejada en el aparentemente bondadoso agente de policía, desplegando una telúrica belleza al mostrar los exteriores en los que se desarrollan los momentos más intensos de la película –ese bosque en el que Gino efectúa sus golpes como contrabandista; el lago con las cañas en los que Nives trabaja y se desarrolla la tragedia final; la propia fuerza pictórica que alcanza la secuencia de la comitiva fúnebre desarrollada en la orilla del lago-. Al mismo tiempo, LA DONNA… apuesta con acierto por la intensidad de los gestos –esa mirada final de Gino a la destrozada Nives, revelando un fracaso existencial compartido; el instante en el que la amiga de esta descubre mirando por la ventana la aventura amorosa que une a los protagonistas-, desplegando a su través una meridiana parábola sobre la lucha de clases, que por momentos me recordó la planteada apenas un año antes por Luchino Visconti en la espléndida SENSO (1954), aunque planteada en un contexto más cercano en el tiempo.
Sexualidad, lucha de clases, puritanismo, represión de la expresión vital.... Todo ello en un título destinado para el disfrute de un populacho italiano que emergía a un tímido progreso, encima encabezando su reparto la emergente Sophia Loren. Su resultado es por momentos magnífico, confirmando el talento de un hombre de cine del que me han quedado muchas ganas de seguirle la pista, siquiera sea con medio siglo de retraso. Mi intuición me dice que Mario Soldati merece la pena.
Calificación: 3
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