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CINEMA DE PERRA GORDA

I TRE CORSARI (1952, Mario Soldati) Los tres corsarios

I TRE CORSARI (1952, Mario Soldati) Los tres corsarios

Que el cine de aventuras italiano de la época clásica, centrado en ambientaciones de época, merece una especial revisitación, es una obviedad, en la medida que nos encontramos con un sello propio. Esa singular plasmación de la ambientación de época, la asimilación de referencias literarias de otras nacionalidades, su especial concepción de lo novelesco, la singularidad con la que aparecían sus diseños de producción y escenografías o, incluso, esa aura siniestra que planteaban dichas manifestaciones, son signos que la definen. Es indudable que en este corpus, aparece la raíz de las posteriores especializaciones en géneros como el peplum o, de manera muy especial, la escuela italiana del terror.

Todo ello es algo que se puede percibir, punto por punto, en I TRE CORSARI (Los tres corsarios, 1952), nuevo aporte del muy revisitable director italiano Mario Soldati, en el ámbito de las aventuras marinas, que tendría su prolongación, con la más reconocida JOLANDA LA FIGLIA DEL CORSARO NERO (Yolanda, la hija del corsario negro, 1953) –al igual que el título que comentamos, partiendo de novelas de Emilio Salgari-. Todo ello, antes de adentrarse en ámbitos más ambiciosos, al tiempo que más reconocidos. Ello no nos debe llamar a engaño, nos encontramos ante una atractiva muestra de cine de aventuras, iniciada a partir de la traición que sufre el patriarca de los Ventimiglia, por medio del avieso Van Gould (Marc Lawrence), en quien Ventimiglia ha confiado, y que se ha vendido a los españoles, que invadirán su fortaleza, y harán presos a sus tres hijos. Estos son Enrico (Ettore Manni), Carlo (Cesare Danova) y el más joven Ronaldo (Renato Salvatori). Ambos serán detenidos, por las fuerzas españolas, y confinados con otros reclusos en un galeón, donde recibirán el desprecio por sus oficiales. En  su tripulación se encuentra la joven y bella Isabella (Barbara Florian), quien desde el primer momento mostrará una atracción hacia Enrico, aunque la rebeldía de este no deje de mostrar una extraña pulsión sexual, que Soldati expresa con brillantez, manifestándose entre ellos el eterno rechazo de dos polos de irresistible atracción. Isabella, en la tranquilidad de la noche, y con la ayuda de su sirvienta, socorrerá a los presos acercándoles dos barriles de esa agua que tanto necesitan. Por la mañana, cuando los oficiales descubren dicha presencia, recibirán la hostilidad de Enrico, iniciándose un conato de rebelión, que será reducido por los españoles, que someterán a castigo a los Ventimiglia. Sin embargo, muy poco antes de llevarlos a cabo, la tripulación vislumbrará a un grupo de supuestos náufragos, a los que socorrerán, sin saber que en realidad se trata de unos piratas que abordarán a los españoles, dejando libre al trío protagonista, así como a los presos que se encontraban encerrados. Llegarán a tierra, y pronto se escenificarán enfrentamientos entre estos, y los modos de pensar de quienes en realidad tienen origen noble, y solo desean vengarse de la muerte a traición de su padre. Tras una pelea a vida y muerte, con la que Enrico logra defender el honor de Isabella, pronto se hará explícita la pasión entre ambos, aunque los destinos se disocien, ya que el primero solo espera encontrar la posibilidad de vengarse, junto a sus hermanos, del avieso Van Gould.

Poco después, un aviso les permitirá saber que este se encuentra al servicio del virrey –padre de Isabella-, ubicándose en la Martinica. Por ello, se separarán de la convivencia fraternal que habían establecido ya con los piratas, en donde habían asumido la denominación de corsarios, acercándose hasta la población, con la intención de establecer un plan que prosiga la eliminación de Van Gould. Sin embargo, no todo resultará tan sencillo como podría parecer a primera vista, hasta el punto de que la vida de uno de ellos, penderá literalmente de un hilo.

Dentro de la representatividad que I TRE CORSARI mantiene dentro del conjunto de productos de estas características, insertos en el cine popular italiano de su tiempo, hay dos rasgos que me parecen de especial significación, hasta el punto de dotar en su confluencia un sesgo de personalidad a su conjunto. Uno de ellos proviene directamente del trabajo de puesta en escena de Soldati, y no es otro que su excelente tarea en el uso de la profundidad de campo, que tendrá una presencia aún más notable en las numerosas secuencias de interior. Ayudado de manera desatacada por el operador de fotografía Tonino Delli Colli, se apreciará un excelente trabajo en dicha vertiente, que será perceptible desde el primer momento, en todas aquellas secuencias insertas al inicio del relato, en la fortaleza donde resisten los Ventimiglia junto a su guarnición. Pero es algo que se extenderá al conjunto del metraje –del que por cierto aparecen duraciones contrapuestas, ya que la copia que he podido contemplar, se extiende en unos 80 minutos, frente a los 98 que figuran en algunas fuentes-. Tanto las secuencias descritas en el interior del galeón, como el lugar donde se reúnen los piratas una vez lleguen a tierra, o incluso la residencia del virrey, las celdas en las que se somete a tortura a Ronaldo, o incluso ese polvorín en el que se dirimirá el enfrentamiento final entre Enrico y Van Gould. En estos y otros pasajes, será patente ese brillante trabajo formal, expresado asimismo al servicio de sus personajes, y en donde la propia presencia de sus intérpretes –unos mejores que otros, todo hay que decirlo-, completan una implicación personal del realizador, permitiendo dotar vida propia a un relato que, quizá en otras manos, no hubiera alcanzado esa potenciación de sus componentes novelescos y románticos.

Y unido a ello, es evidente que el otro aspecto que confiere personalidad al film de Soldati, estriba en ese sesgo sórdido y oscuro, que preside buena parte de sus mejores momentos. Sin olvidar detalles que revelan el interés por mostrar elementos reales del mundo pirata –como aquel que se viste con las ropas femeninas de Isabella, algo al parecer muy común entre este tipo de asaltantes-, lo cierto es que varios de los momentos más perdurables de I TRE CORSARI, se centran precisamente en esa querencia por lo sórdido. Por situaciones siniestras, en las que el realizador italiano parece sentirse como pez en el agua, y en las que el aporte musical de Nino Rota contribuye no poco a resaltar. La crueldad que revestirá la pelea a vida o muerte entre Enrico y ese pirata, con quien compite, al objeto de alcanzar la propiedad de Isabella, y que en sí mismo aparece como una magnífica set pièce. Como revestirá un aspecto indudablemente bizarro, la cruel tortura a la que someterá Van Gould al joven Ronaldo –por más que las limitaciones del joven y agraciado Salvatori, no contribuyan a redondear el lado perverso del fragmento-. En cualquier caso, si un episodio quedará en la retina del espectador que se acerque a esta película, será el duelo, la catarsis final marcada entre Enrico y Van Gould, cuando este se refugie huyendo con un candil, en el polvorín del recinto militar. Allí se desarrollará una lucha de enorme dureza a espada, en la que la amenaza del segundo con volar el enorme arsenal de pólvora, aparecerá como un doble elemento de combate por parte de este noble dispuesto a cumplir su venganza. Será un epóxido en donde el dominio del espacio y la profundidad de campo, el montaje, el fondo musical y los claroscuros de su iluminación, culminarán con la cruel muerte del traidor, al introducirse la espada de Enrico en la boca del segundo –en un instante de especial impacto-.

Apenas reseñada, incluso entre aquellos seguidores de la obra de Soldati, acercarse sin prejuicios a I TRE CORSARI, supone adentrarse en un universo de aventura muy especial, que el cine italiano prodigó con verdadera personalidad.

Calificación: 3

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