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CINEMA DE PERRA GORDA

EAST OF SUMATRA (1953, Budd Boetticher)

EAST OF SUMATRA (1953, Budd Boetticher)

Sorprende encontrarse en una trayectoria ya caracterizada en un cierto peso por Budd Boetticher, con un títulos de las características de EAST OF SUMATRA (1953) –jamás estrenada en las pantallas de nuestro país-. Y sorprende no solo por el hecho de resultar una discreta aportación dentro del conjunto de títulos que la Universal ofreció en aquella década al cine de aventuras, como complemento ideal de programas dobles. Lo es en la medida de suponer un relativo retroceso en una filmografía que –de manera aún tímida- ya había forjado elementos que poco tiempo después consolidarían esos modos expresivos y temáticos que, a fin de cuentas, le permitirían el alcance de sus mejores títulos. Con ello no quiero decir que ante la mirada puesta en 1953, el realizador no hubiera aportado ya títulos de interés –entre los que se encuentra el anterior a este; WINGS OF THE HAWK (1953), igualmente escorado en el género de aventuras-, pero lo cierto es que, sin ser un producto por completo despreciable, EAST OF... no aporta nada nuevo a su filmografía, erigiéndose como una de sus obras menos perdurables aunque, justo es reconocerlo, su asumida carencia de pretensiones lo convierta en un título moderadamente atractivo.

 

La película narra el traslado del aguerrido Duke Mullane (Jeff Chandler, exhibiendo una vez su arquetípica imagen de duro en la pantalla), un experto en la extracción minera que es destinado por su superior para trasladarse a una remota e inexplorada isla de Malasia, al objeto de explorar las inmensas posibilidades que se detectan en sus montañas para extraer una gran cantidad de estaño. Pese a sus reticencias iniciales –se muestra hastiado de proseguir en un trabajo duro y arriesgado-, la aceptación de sus duras condiciones –un 5% de lo extraído en dichas prospecciones- motivarán que acepte el ofrecimiento. Sin embargo, ya en ese momento se planteará en él la poco halagadora condición de tener que aceptar como superior al arrogante Daniel Catlin (John Sutton), un tipo atildado centrado en las tareas burocráticas, y ajeno por completo a la compleja psicología de este duro trabajo. Pero unido a esta circunstancia, otra mayor se sumará como inconveniente interior de cara a este nuevo destino de trabajo. La prometida de Catlin será Lory Hale (Marilyn Maxwell), que en el pasado fue pretendiente de Duke.

 

Con todas estas incómodas circunstancias el grupo de Mullane viajará hasta la isla, encontrando allí en un primer momento una sincera hospitalidad, oficializada en la figura del rey de los habitantes de la zona elegida. Este es Kiang (un Anthony Quinn que ya daba muestras de su carisma, sobresaliendo de los esquemáticos perfiles que le dotaba su personaje). Duke y Kiang firmarán un pacto de ayuda mutua, que permitirá utilizar mano de obra nativa para realizar las tareas de preparación y explotación de la mina, mientras que por parte de los expedicionarios se ofrezcan productos a los trabajadores en compensación. Pero de forma inesperada e inoportuna, Catlin pondrá objeciones al cumplimiento de estas justas concesiones, llegándose a trasladar a la mina junto a su prometida Lory –uno de los elementos de guión más artificiosos y menos creíbles de la película-, y llegando incluso a cuestionar los métodos de Duke, que encontrarán una dificultad suplementaria en la atracción que sobre él ejercerá la bella nativa Minyora (Suzan Ball) –prometida del rey-, a partir de lo cual se irá enfriando cada vez más la relación entre ambos. Un incidente –el incendio de un granero provocado por uno de los criados de Kiang, al mismo tiempo alcahuete de este-, será el detonante que provocará la total distanciación de los operarios y dirigentes de la mina con los nativos. Es por ello que los hombres del rey destrozarán las instalaciones de estos, dejándolos sin posibilidad de lograr comida y sustento. Será una situación cada vez más tensa, hasta que finalmente el grupo dirigido por Kiang –y ayudado por Monyora- llegue mermado en sus gentes hasta el templo de la tribu. En la tensa espera en dicho recinto con todos los expedicionarios rodeados por los nativos, Lory declarará el reverdecer de su amor hacia Duke, delante incluso de su prometido, viendo el primero que la única solución para que todos sus compañeros puedan sobrevivir estriba en enfrentarse en una lucha a muerte junto al rey que ha visto en él –injustamente- a un hombre en quien no puede confiar, y que en apariencia le ha robado a la mujer que ama. El combate será duro y se revelará inclemente, aunque del sacrificio de uno de ellos emergerá la supresión de la trágica situación, al tiempo que los principales personajes encontrarán la luz en el discurrir de sus trayectorias.

 

Para aquellos que quieran descubrir en EAST OF SUMATRA detalles y elementos para reivindicar la supuesta “autoría” del film dentro de la filmografía de Boetticher, la búsqueda no podrá ser más infructuosa. Poco hay de la sequedad y el aliento trágico que caracterizaron sus mejores obras –quizá algo de ello se intuyan en los instantes en que los hombres de Mullane se encuentren rodeados en el templo-, y solo conviene contemplar, y hasta cierto punto digerir con cierta condescendencia esta modesta película, integrándola dentro de esa avalancha de propuesta de este género brindadas por la Universal en estos florecientes años cincuenta. Propuestas que abordaron muchas otras variantes, y que en este caso incorporan elementos más o menos exóticos, la presencia del atractivo Technicolor y ciertos rasgos melodramáticos, a un conjunto que tiene la virtud de resultar bastante ameno aunque, justo es reconocerlo, sus personajes jamás superen la barrera del estereotipo. Algo que quizá solo logre trascender la fuerte personalidad emanada por la masculinidad de Jeff Chandler –por más que no nos encontremos ante un rol provisto de especiales caracteres-, e incluso el cierto magnetismo del ya mencionado Quinn –también ausente de un personaje de mayor hondura psicológica-, pero que excede con mucho el estereotipo encarnado por el siempre antipático John Sutton, o la presencia de una Marilyn Maxwell en todo momento ataviado con un peinado rubio recién salido de peluquería.

 

Pero así era el cine de Hollywood destinado al consumo de los programas dobles de la época; un rosario de convenciones que iban aparejados por raciones de entretenimiento asegurado, punteado en algunos momentos por el gusto por el detalle que manifiestan esos insertos sobre el mechero que Duke regalará al rey en prueba de amistad, y que indirectamente se convertirán en detonante del cruel enfrentamiento entre ambos. O, del mismo modo, la presencia de algunos vibrantes travellings laterales descritos en esa jungla diseñada en pleno estudio, en la que acabarán con una cerbatana con la vida del joven Cupid (Earl Holliman). Sin embargo, uno echa de menos una mayor consistencia argumental en la película, algo que por ejemplo un Allan Dwan logró poner en práctica en alguna de sus películas tratadas en similares ámbitos –como es el caso de PEARL OF SUTH PACIFIC (1955)-. Pero es que, por muchos que admiremos a cineastas del periodo dorado del cine norteamericanos, no debemos nunca olvidar que, en muchas más ocasiones de lo deseable, pusieron su oficio al servicio de producciones y argumentos en los que, sea por lo que fuere, no pudieron aplicar unas reconocidas virtudes que en otras ocasiones por el contrario les permitieron ofrecer lo mejor de sí mismo. No es este el caso, lo que no impide reconocer que nos encontramos con una película tan discreta como agradable de ver y, poco tiempo después, ser olvidada sin rencores.

 

Calificación: 2

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